lunes, 25 de noviembre de 2019

Ni la muerte doblegó a Fidel




.Orlando Guevara Núñez

Nuestro Fidel  tuvo – y tiene- la  virtud de ser el hombre más querido por su pueblo y millones de personas en el mundo. Y el más odiado por los enemigos de la Revolución y de la libertad de los pueblos. Pocos casos podrían citarse de dirigentes que tantas veces estuvieron tan cerca de la muerte. Antes y después del triunfo de la Revolución, Fidel fue una excepción.
Durante los hechos gloriosos del 26 de julio de 1953, la muerte estuvo a su  acecho. Primero cuando solo,  de  pie, disparando contra una ametralladora, protegía a sus compañeros atacantes; Y cuando, a la retirada, se desmontó del auto en que iba para ceder su lugar a un herido, y quedó solo, a merced de la jauría, salvándose de una forma increíble. O cuando fue hecho prisionero  después del asalto, y solo la orden del Teniente Sarría de bajar los fusiles porque “las ideas no se matan”, le salvó la vida.
Escapó de la muerte cuando el propio Sarría se negó a entregarlo al oficial que lo reclamaba para llevarlo al Moncada, donde con seguridad habría sido asesinado. Y en el presidio de Boniato, la muerte fue burlada cuando fracasó el intento de eliminarlo por envenenamiento. Otras derrotas de la muerte  ante Fidel tuvieron como escenario el exilio en México, donde agentes de la dictadura batistiana trataron de matarlo.
Luego  del desembarco del Granma, en Alegría de Pío, estuvo muy cerca de perder la vida. Junto al también expedicionario Faustino Pérez,  estuvo  más de  tres días acostado en el suelo, cubierto con paja de caña, protegiéndose contra la presencia de los soldados enemigos, los bombardeos aéreos y la metralla. Y permanecía con el cañón de su fusil apoyado en la barbilla, dispuesto a morir antes que rendirse. Otra vez la muerte con sus deseos insatisfechos.
Ya en la Sierra Maestra, en una ocasión durmió, tapado con una misma manta, junto a un traidor portador de una pistola lista para asesinarlo. El valor no le alcanzó al desertor para cumplir su misión pactada con los esbirros batistianos. Una vez llegó a la Sierra Maestra un ex policía batistiano, quien había estado en México con la tarea de eliminar a Fidel. Ahora llegó hasta donde estaba el jefe revolucionario, con idéntica misión; pero la perspicacia del jefe guerrillero lo descubrió. Y la muerte tuvo que conformarse entonces con apagar la vida de los traidores y asesinos.
El imperialismo y sus cómplices mintieron infinidad de veces, publicando la falsa noticia sobre la muerte de Fidel. Engañoso y brutal consuelo, ante lo que no  pudieron  convertir en verdad. El domingo 2 de diciembre de 1956, en ocasión de estarse celebrando en Cuba la reunión anual de Estaciones CIA en América Latina, el jefe CIA para esta área se dirigió a los presentes: “Nuestro amigo, el presidente Batista, me acaba de llamar para informarme que una lancha en la que iba un grupo de hombres ha sido hundida en aguas de la provincia de Oriente cuando trataban de desembarcar. Los pocos supervivientes están siendo localizados por el ejército y la fuerza aérea” “Batista me ha dicho que el jefe del grupo expedicionario es un antiguo agitador estudiantil de la Universidad de La Habana, llamado Fidel Castro, que se encuentra entre los muertos” El texto Lucharemos hasta el final, de Rolando Dávila, recoge ese testimonio.
Pocos días después, tratando de “matar a un muerto”, la propia tiranía, en sueltos tirados por vía aérea en la zona de operaciones, ofrecía 100 000 pesos por la cabeza de Fidel. Pero el premio quedó desierto porque la solidaridad y apoyo pudieron más que la traición y el crimen. Durante la guerra dirigió personalmente muchos combates, con riesgos para su vida. La muerte otra vez derrotada en sus intentos desde la etapa estudiantil del perseguido.
Después del triunfo de la Revolución las amenazas de la muerte contra Fidel se multiplicaron, dentro y fuera de Cuba.  Durante sus visitas a Chile, Venezuela y Panamá, por solo citar tres ejemplos, fueron frustrados intentos de asesinato contra el líder  revolucionario cubano. En el primero de estos casos, una pistola oculta en una cámara de televisión, no fue accionada por la mano del encargado de ejecutar el crimen. El miedo se impuso. En Panamá, los cazadores fueron cazados.
Datos publicados, pero no por todos conocidos, testifican que el maridaje gobiernos de Estados Unidos, Agencia Central de Inteligencia (CIA) y mafia contrarrevolucionaria, principalmente la radicada en Miami, organizaron, que se conozca, la tenebrosa cifra de 638  intentos de asesinato contra Fidel.
El gobierno de Ronald Reagan, con 197 intentos, está señalado ante la historia como el presidente de Estados Unidos que más veces ha apañado el intento de matar a otro jefe de Estado, en este caso al nuestro. La “medalla de Plata”, en esta siniestra carrera, le pertenece a Richard Nixon, con 184. Bush (Padre) marca el último peldaño con 21 tentativas de asesinar a Fidel.  La desvergüenza, de todas formas, está bastante repartida.
Fidel expuso su vida durante su incursión por las bravías aguas de los ríos crecidos durante el ciclón Flora. Y estuvo a punto de  perderla. Lo hizo durante la invasión mercenaria de Playa Girón, dirigiendo personalmente las operaciones, compartiendo con su pueblo la presencia en los lugares de mayor peligro. Y junto a su pueblo, estuvo dispuesto a morir durante la Crisis de Octubre de 1962 cuando una amenaza de exterminio nuclear no pudo ponernos de rodillas.
Fidel cumplirá este 25 de noviembre, tres años de fallecido. El  es un símbolo de derrota de la muerte. Nadie mejor que nuestro Héroe Nacional, José Martí, para definir ese hecho: La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida; truécase en polvo el cráneo pensador, pero viven perpetuamente, y fructifican, las ideas que en él se elaboraron”.
Hoy los cubanos compartimos la afirmación de esa canción-himno de Raúl Torres, cuando afirma a Fidel que “ni la muerte cree que se apoderó de ti”. No puede creerlo, pues después de mucho buscarlo, el día que lo encontró fue en vano. Porque Fidel era ya inmortal.

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