.Orlando
Guevara Núñez
Hoy los
pueblos hermanos de Chile, Bolivia y Ecuador, que colman sus calles y avenidas reclamando sus
derechos al mundo mejor que ahora saben posible, son masacrados por sus propios
ejércitos, que deberían existir solo para protegerlos.
Ese
triste papel de los ejércitos al
servicio de los opresores y explotadores, no es nuevo. En Cuba lo conocimos muy
bien, hasta que la Revolución lo barrió
para siempre. Y sucedió como lo pronosticó el joven revolucionario Fidel Castro
durante el juicio que lo condenó a 15 años de prisión por los hechos del 26 de
julio de 1953, es decir, el asalto a los
cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo.
“Veo
que tengo por único público, en la sala y en los pasillos, cerca de cien
soldados y oficiales. ¡Gracias por la seria y amable atención que me están
prestando! ¡Ojalá tuviera delante de mí todo el Ejército! Yo sé que algún día
arderá en deseos de lavar la mancha terrible de vergüenza y de sangre que han lanzado sobre el uniforme militar las
ambiciones de un grupito desalmado. Entonces ¡ay de los que cabalgan hoy
cómodamente sobre sus nobles guerreras... si es que el pueblo no los ha
desmontado mucho antes!
“Muere
por el régimen, soldado, dale tu sudor y tu sangre, te dedicaremos un discurso y un ascenso
póstumo(cuando ya no te importe), y después... seguiremos viviendo bien y
haciéndonos ricos; mata, atropella, oprime al pueblo, que cuando el pueblo se
canse y esto se acabe, tú pagarás nuestros crímenes y nosotros nos iremos a
vivir como príncipes en el extranjero; y si volvemos algún día, no toques tú ni
tus hijos en la puerta de nuestros palacetes, porque seremos millonarios y los millonarios
no conocen a los pobres. Mata, soldado, oprime al pueblo, muere por el régimen,
dale tu sudor y tu sangre...”
“Ningún
arma, ninguna fuerza es capaz de vencer a un pueblo que se decide a luchar por
sus derechos. Los ejemplos históricos pasados y presentes son incontables. Está
bien reciente el caso de Bolivia, donde los mineros, con cartuchos de dinamita,
derrotaron y aplastaron a los regimientos del ejército regular”
Así,
como lo dijo Fidel, sucedió en Cuba, donde hoy el ejército es el pueblo y el
pueblo es el ejército. Y por eso es invencible. Y así, sin duda, sucederá en
todos los lugares donde los ejércitos traicionan, oprimen y matan a
quienes debían proteger. Y con más razón
porque la mayoría de esos ejércitos, los soldados, forman parte del pueblo
traicionado y masacrado, siendo sus principales jefes los aliados a los explotadores
y asesinos. Y la victoria final será de los pueblos.
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