.Orlando
Guevara Núñez
El
conflicto surgido a raíz de los resultados de las elecciones del 20 de octubre
en Bolivia, donde fue ganador inobjetable Evo Morales como presidente, fue solo
parte de un tenebroso guión, elaborado mucho tiempo antes por las fuerzas
reaccionarias, con el objetivo de adueñarse del poder en este hermano país.
Esas
fuerzas, internas y externas, sabían bien que no tenían posibilidades de
triunfo mediante el voto popular. Y prepararon el golpe paso por paso.
Como ha sido práctica en casos similares, lo primero fueron las mentiras, las
calumnias contra Evo, acusándolo de dictador, de corrupto, con
intentos de impedir su postulación para la presidencia. El mismo guión utilizado
en Honduras, en Paraguay, en Brasil – con éxito- y con un rotundo fracaso en
Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Esto
deja bien claro que el imperio norteamericano y las fuerzas reaccionarias, no
se resignarán nunca a perder sus privilegios, y no desecharán ningún método,
por ilegal y criminal que sea, para recuperarlos donde los han perdido, o para
preservarlos donde los consideren amenazados.
Hoy
gana mayor vigencia la afirmación martiana de que a pensamiento es la guerra
que se nos hace y a pensamiento debemos ganarla. Y es una indispensable
condición para poder ganar esa guerra, saber combatir en cualquier campo que el
enemigo la imponga.
Un
escenario decisivo en estos momentos, son los medios de comunicación y las
redes sociales, donde el imperio y sus camarillas traidoras a sus propios
pueblos destinan cifras millonarias para pretender convertir la verdad en
mentira y la mentira en verdad. Ante ese reto, corresponde aplicar
consecuentemente la prédica martiana de que
“No estriba el amor patrio
en afianzar la libertad: estriba en labrar un pueblo en que la libertad
se afiance”.
Siguiendo
estrictamente el guión elaborado contra Evo y su gobierno, se objetaron los
resultados de las elecciones antes de darse a conocer. Seguidamente, las
protestas, los hechos vandálicos, las agresiones a personas, el asalto y saqueo
a personas e instituciones estatales. Y luego, con la complicidad de la OEA, el
dictamen de anular las elecciones y renovar totalmente el Consejo Electoral. El
presidente electo, acató la decisión de la también golpista OEA y cumplió
sus palabras previas de respetarlas.
Pero el guión dictaba otra
cosa: la exigencia de elecciones sin Evo. Los mismos que hablaban de
democracia, no vacilaban ahora en violarla. La Constitución pisoteada, el
fascismo surgiendo a escena, el racismo escalando posiciones. Y también las
instituciones armadas, encargadas de preservar la integridad de la nación,
mostrando su incapacidad para hacerlo con la dignidad requerida.
Ahora, está en peligro de
muerte no solo el proceso de justicia social en Bolivia, sino también la vida
de Evo Morales y muchos de sus colaboradores. Prevalece la violencia. El
neoliberalismo se apresta a devorar las conquistas del pueblo. Mientras tanto,
el gobierno norteamericano ha felicitado a la OEA por su papel en el golpe de
Estado, y la ONU se ha pronunciado por una solución pacífica, pero sin respaldo
a las víctimas ni condena a los victimarios.
Es un imperativo seguir en
detalles los acontecimientos en Bolivia. Continuar respaldando a Evo y a su
pueblo. Seguir condenando y denunciando a los agresores y traidores. Con la
seguridad de que ese valeroso pueblo, sabrá erguirse sobre el revés, hasta
poder entonar de nuevo los himnos de redención y de victoria.
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