.Orlando Guevara Núñez
El concepto de una sola
América fue sostenido por José Martí en toda su prédica revolucionaria. El
vislumbró desde muy temprano esa necesaria unidad, y alertó sobre los peligros
que amenazaban con la división entre sus pueblos, y sobre el acecho del
naciente imperialismo norteamericano, sediento de expansión y dominio sobre
ellos.
En más de una ocasión
criticó las divisiones internas entre pueblos hermanos, lo que, indudablemente,
los conducía a la vulnerabilidad, tanto en lo político como en lo económico.
Fue bajo ese prisma que
escribió, el 3 de mayo de 1890, en Nueva York, un artículo titulado Congreso de Washington, publicado el
siguiente 15 de junio en el diario argentino La Nación. En ese evento se discutía la
aprobación de un proyecto que
autorizaba el derecho de conquista de un
pueblo sobre otro, bajo el amparo de “sentirse ofendido”.
Argentina, Bolivia, México, Colombia, Perú, Paraguay, Brasil, a favor de eliminar el derecho de un pueblo
sobre otro. Y todos convenían en la firma del acuerdo. Pero Estados Unidos se negó
a firmar el proyecto mediante el cual se eliminaba para siempre el derecho de
conquista, Y ante la presión de los pueblos, propuso que la censura fuera por
un término de 20 años.
En ese momento la unidad se
impone. Martí enfatiza la forma en que los pueblos de América dijeron ¡Sí! al proyecto. Chile se abstuvo. Y un solo ¡No!, el
del gobierno de los Estados Unidos. Sería este gobierno, a la larga, el mayor violador
de este acuerdo de los pueblos de América.
Hoy, nuevos caínes se unen al mismo gobierno que ha sido el
enemigo de siempre de todos los pueblos de nuestra América. El llamado Grupo de
Lima, es madriguera de estos reptiles, de marionetas que claman por el
derrocamiento de la Revolución Bolivariana en Venezuela. Traidores a sus propios
pueblos. Dos casos resaltan por su agresividad: Brasil y Colombia.
No han vacilado en apoyar,
contra un pueblo hermano, al Norte revuelto y brutal que los desprecia, como
señalara Martí.
Pero Venezuela resiste y triunfa. Y los nuevos Caínes,
no tendrán más remedio que revolcarse en su propio estiércol. Ya llegará el día
en que sus pueblos, asqueados de tanta sumisión al imperio y deslealtad de estos gobernantes, les exijan
cuentas.
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