viernes, 13 de septiembre de 2019

Como José Martí, Cuba está con Venezuela





.Orlando Guevara Núñez
Deme Venezuela en qué servirla: ella tiene en mí un hijo. El 27 de julio de 1881, expresó el Héroe Nacional cubano estas solidarias palabras sobre el hermano pueblo de Venezuela.
Hoy, ante las criminales agresiones y amenazas del imperio norteamericano contra la patria de Simón Bolívar, los cubanos nos proclamamos también hijos de ese heroico pueblo, al cual nos une un destino común, una misma idea una misma decisión. Y ante el mismo enemigo de ayer y de ahora.
Ambos pueblos somos legítimos herederos de Bolívar y de Martí, de Fidel y de Chávez, de Raúl, y ahora soldados de Díaz- Canel y de Maduro.
En tierra venezolana trabajan hoy miles de cubanos. Allá están, con el mismo ideal proclamado por el Apóstol de la independencia cubana cuando llegó a esa nación: "A servir modestamente a los hombres me preparo; a andar, con el libro al hombro, por los caminos de la vida nueva;  a auxiliar, como soldado humilde, todo brioso y honrado propósito: y a morir de la mano de la libertad, pobre y fieramente”.
Entre las grandes mentiras del imperio yanqui, está la de que los cubanos en Venezuela son militares. Nada más ridículo. Son médicos y otros cooperantes no para la guerra, sino para engrandecer la obra en la paz. Y ese mismo argumento lo utilizan para tratar de chantajear a Cuba para que retire ese apoyo a cambio de mejorar las relaciones con ellos.
El propio Martí dijo allí, en suelo venezolano: “Así, armado de amor, vengo a ocupar mi puesto en este aire sagrado, cargado de las sales del mar libre y del espíritu potente e inspirador de hombres egregios; a pedir vengo a los hijos de Bolívar y puesto en la milicia de la paz”.
En estos días miles de cubanos, en nombre de todo un pueblo, han firmado, como los venezolanos, un reclamo del cese de la agresión yanqui contra Venezuela. Debiera saber el presidente de los Estados Unidos –quien acaba de hacer insolentes declaraciones contra nuestros pueblos- que estamos dispuestos a firmar con sangre lo que hoy firmamos con tinta. Solo que no sería nuestra sangre la única que correría. Y que al final, la sangre de la dignidad se impondría a la de la indignidad.
La hermandad de Cuba y Venezuela es, sencillamente, indestructible.

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