.Orlando Guevara Núñez
Esta consideración de nuestro Héroe Nacional está escrita en documentos suyos clasificados como Apuntes y describe uno de sus viajes, al parecer a México, entre 1875 y 1878. Así se esclarece en sus Obras Completas.
Después del mar, lo más admirable de la creación es un hombre. Esa afirmación la hace sobre la travesía en la nave sueca Celtic. Reflexiona sobre lo que dejó en su país. Apunta que dejó en La Habana las iras de los hombres y atravesó las majestuosas iras de la mar.
Luego de dos años –según él mismo- plantea: ¡Oh! La nación norteamericana morirá pronto, morirá como las avaricias, como las exuberancias, como las riquezas inmorales. Morirá espantosamente como ha vivido ciegamente. ¡Solo la moralidad de los individuos conserva el esplendor de las naciones!
Se está refiriendo, evidentemente, a los males morales de la sociedad de Estados Unidos. Y emite el criterio de que los pueblos inmorales tienen todavía una salvación; el arte, al cual define como la forma de lo divino, la revelación de lo extraordinario.
Expresa que “El ritmo de la poesía, el eco de la música, el éxtasis beatífico que produce en el ánimo la contemplación de un cuadro bello, la suave melancolía que se adueña del espíritu después de estos contactos sobrehumanos, son vestimentos místicos, y apacibles augurios de un tiempo que será todo claridad”.
Se lamenta de que esta luz de siglos le ha sido negada al pueblo de América del Norte. Apunta que el tamaño es la única grandeza de esa tierra, de la cual dice que nunca mayor nube de ambiciones cayó sobre mayor extensión de tierra virgen.
Sobre Estados Unidos reconoce que ha asombrado con el ejemplo en la actividad aplicada a la tierra, la que debe salvar y equipararla al cielo, “cuando anime con igual empuje las naves veleras de las aguas, y las salvadoras realidades del espíritu”.
Emite el criterio de que América del Norte desconoce ese placer de artista que es una especie de aristocracia celestial, afirmando a continuación: “Sólo las almas elevadas gustan toda la íntima belleza de ese mundo extramundano”.
Y la carencia de esas almas elevadas fue la que constató Martí en la sociedad de Estados Unidos de esa época.
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