miércoles, 30 de septiembre de 2020

El ciclón Flora en la zona del Cauto (IV) El auxilio desde el aire


. Orlando Guevara Núñez

No es posible referirse a la tragedia causada por el ciclón Flora en el Cauto, sin dedicar un recuerdo agradecido a las tripulaciones de los helicópteros. Fueron los que más vidas salvaron, poniendo en riesgo su propia vida. Viví de cerca la angustia de los camiones, los tractores, los botes y pequeñas lanchas, pero no de los helicópteros.

  Revisando la prensa de la época, encontré en la primera plana del periódico Sierra Maestra, en su edición del viernes 11 de octubre de 1963, una crónica del compañero Hernán Pérez Concepción, de la cual nos sentimos obligados a tomar algunos fragmentos, por considerarlos un valioso testimonio sobre el dramatismo de esos días.

“Continuamente llegan al aeropuerto de Bayamo- convertido en uno de los centros de operaciones de rescate - los campesinos de las zonas de Cauto Embarcadero, Guamo, La Yaya, Tranquera, de Departamentos de las distintas granjas de la Cuenca Básica del Cauto y de las demás regiones afectadas. Vienen heridos, ateridos del frío, con las piernas hinchadas, rojas, muertos de hambre y de sed. Si fuerte es la impresión que produce ver este desolador cuadro de mujeres y hombres que lo han perdido todo – incluso a algún cercano familiar- cuando son ayudados por los compañeros de las FAR, médicos y enfermeras, a bajar de los helicópteros, más terrible es aún contemplar a las decenas de niños que se han rescatado de las inundaciones. Sus caritas tristes reflejan los esfuerzos que ha costado mantenerse con vida durante tres o cuatro días algunos -otros más- subidos al techo de las casas más fuertes o encaramados a la copa de los más frondosos árboles”.

“Muchos de ellos contemplaron a sus padres arrastrados por las corrientes, para no verlos jamás. Los     mayorcitos ya entienden algo y lloran, los pequeños llegan hasta a sonreír cuando uno de los salvadores les hace gracia”. Muchos llegan ya cadáveres”.

 

 En esa misma edición de Sierra Maestra, otra crónica, firmada por Roger González Guerrero, apunta:

   “Durante horas en los helicópteros del Escuadrón de las FAR, que opera desde el aeropuerto de Bayamo, recorrimos la Cuenca del Cauto. Abajo, llenando la llanura toda que se desplaza desde la Ciudad Monumento, la famosa turbencia de las aguas del Cauto y el Cautillo, forman un terrible anillo que deja a su incontrolable paso: dolor, destrucción y muerte. Nada ha escapado a la furia del ciclón”. 

“Todo ha sido “meticulosamente” afectado o destruido. La noche antes llegamos a la ciudad, estaba desierta; un silencio tenso lo sobrecogía. Parecía que en la noche, la heroica Bayamo lloraba hasta el último de sus históricos callejones, la devastación de sus riquezas; la pérdida definitiva de centenares de sus humildes y laboriosos hijos”.

 

De las zonas rurales llegaban las más confusas y espeluznantes noticias.  Por doquier la huella de la tragedia”.

Aquel heroico, generoso y salvador  gesto, merece ser recordado por nuestro pueblo.

    

 

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