Discurso pronunciado por el Presidente del Consejo de Estado de la República de Cuba, Fidel Castro Ruz, en el acto de solidaridad con Cuba efectuado en la Iglesia Riverside. Harlem, Nueva York, 8 de septiembre del 2000.
Fragmentos
Nosotros estamos bien informados de la tragedia que sufre el mundo, porque uno de nuestros principios más sagrados es la solidaridad (Aplausos).
Los que no creen en el hombre, en su potencial de sentimientos nobles, en su capacidad para la bondad y el altruismo, no pueden comprender jamás que a nosotros nos duela no solo el niño cubano que muere o aquel que sufre —no hay que hablar solo de los que mueren— y que nos preocupemos por el niño haitiano, guatemalteco, dominicano, puertorriqueño, africano, o de cualquier otro país del mundo (Aplausos). La especie humana alcanzará su grado más alto de conciencia cuando cada pueblo sea capaz de sufrir como propio el dolor de los demás pueblos del mundo.
Pienso algo más: La humanidad llegará al máximo de su conciencia y de sus cualidades potenciales cuando a una persona, la muerte del hijo de cualquier familia, le duela tanto como la muerte de su propio hijo o de cualquier otro familiar cercano (Aplausos).
Sé que muchos de ustedes —tal vez la inmensa mayoría— son cristianos y aquí estamos en una iglesia. Pues bien, Cristo predicaba precisamente eso, y el amor al prójimo es para nosotros eso (Aplausos). Ello explica los esfuerzos que Cuba ha hecho por otros países en la medida de sus fuerzas. Algunas de las cosas ustedes las mencionaron al comenzar el acto.
Hay un dato que demuestra esos sentimientos de solidaridad: alrededor de medio millón de compatriotas nuestros han cumplido misiones internacionalistas en numerosos países de diversas partes del mundo, especialmente en África (Aplausos), como médicos, como maestros, como técnicos, como trabajadores o como combatientes (Aplausos).
Cuando todo el mundo invertía y comerciaba con la Sudáfrica del racismo y del fascismo, decenas de miles de combatientes voluntarios cubanos se enfrentaban a los soldados del racismo y del fascismo (Aplausos).
Hoy todo el mundo habla feliz de la preservación de la independencia de Angola, aún sometida, sin embargo, a una dura guerra civil por culpa de aquellos que equiparon las bandas armadas durante muchos años, entre ellos, el gobierno del apartheid y otras autoridades que no menciono por respeto al lugar donde me encuentro (Aplausos).
El medio millón de voluntarios, que cumplieron su misión gratuitamente, no iban allí a invertir en el petróleo, en el diamante, en los minerales, ni en riqueza alguna de ese país (Aplausos).
Cuba no posee una sola inversión en los países donde cumplieron su deber nuestros internacionalistas (Aplausos); no posee un dólar de capital, ni un solo metro cuadrado de tierra (Aplausos).
Amílcar Cabral, un gran dirigente africano (Aplausos), dijo un día palabras proféticas que constituyen un honor inolvidable para nosotros: "Cuando los combatientes cubanos regresen, solo se llevarán los restos de sus compañeros muertos" (Aplausos prolongados).
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