jueves, 17 de septiembre de 2020

La otra guerra y el otro Monguín


Orlando Guevara Núñez

El serial La otra guerra, sobre la lucha frente a  las bandas contrarrevolucionarias organizadas, armadas, dirigidas y financiadas por la Agencia Central de Inteligencia y el gobierno de los Estados Unidos en Cuba, revive los recuerdos sobre aquella etapa que costó la vida a más de medio millar de combatientes cubanos.

Múltiples crímenes fueron cometidos contra campesinos, obreros, hombres, mujeres y hasta niños. Cada vez que Mongo, el miliciano que tan brillantemente  interpreta  Osvaldo Doimeadiós, menciona a su hijo, Monguín, caído en esa lucha, no puedo evitar que a mi mente venga la imagen de otro Monguín, mi primo, quien perdió su vida durante otra forma de agresión norteamericana contra nuestro país: las infiltraciones de grupos armados, con fines terroristas e incentivar la contrarrevolución en nuestro territorio.

Ramón Guevara Montano (Monguín) era un joven campesino. Juntos crecimos en una zona rural de Niquero. Juntos compartimos sueños. Juntos fundamos la Asociación de Jóvenes Rebeldes, él como presidente y yo como organizador de la Brigada Juvenil de Trabajo Revolucionario en nuestro barrio. Un día, siendo aún muy joven, fue llamado a un curso militar. Dejamos de vernos durante un tiempo.

Nos encontramos de nuevo a fines de 1963. Fue en Cauto Embarcadero, luego de la tragedia del huracán Flora. Para esa fecha, me desempeñaba como secretario general del Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba en ese lugar. Monguín fue como uno de los instructores de las FAR que apoyaron allí el trabajo de reconstrucción.

La última vez que nos vimos fue en Baracoa. Yo formaba parte de una comisión integrada por el Partido, las FAR y el Minint, cuya misión era un estudio sociopolítico  de las montañas de Oriente. Monguín, con el grado de teniente, era el político de la división de las FAR en esa región montañosa, Esa vez  conversamos largamente. Lejos estábamos de pensar que sería ese nuestro último encuentro. Nos tomamos una foto juntos, que no llegó a mis manos. Con tristeza conservo una que nunca desee tener: la de su cadáver.

El 17 de abril de 1970 una infiltración organizada, entrenada, armada y financiada por el Gobierno de los Estados Unidos y la mafia contrarrevolucionaria de Miami, desembarcó por Punta del Silencio, desembocadura del río Yumurí, a unos 32 kilómetros al Este de la ciudad de Baracoa. Eran 13 mercenarios bien armados. Un buque yanqui los trasladó hasta las cercanías del lugar. Un camarógrafo se encargaría de tomar imágenes para ser difundidas en Estados Unidos, como prueba falsa de una insurrección en Cuba.

Lo intrincado del paraje de la infiltración, no impidió que los mercenarios fueran detectados, perseguidos  y  capturado por  fuerzas de las FAR, del Ministerio del Interior y las Milicias Serranas. Pero  de nuevo el dolor y el luto fue sembrado por los mercenarios en varios hogares cubanos.

Durante esa operación Monguín perdió la vida. Tenía solo 28 años de edad. Seis fueron los combatientes revolucionarios caídos. El Monguín de La otra guerra, cayó dejando engendrado un hijo;  el otro Monguín, esperaba la oportunidad para casarse. Su novia, Julieta, no se recuperó nunca de aquel golpe. Y murió viviendo sola. No tenía más familia en Cuba, pues era una joven mexicana que antes del triunfo de la Revolución vino a este país, se incorporó a la lucha revolucionaria y luego del triunfo se estableció aquí definitivamente. Andrés y María Luisa, los progenitores de Monguín, sufrieron una pérdida irreparable.

Luis de la Rosa Callamo, descendiente de una familia campesina de la zona de Cueto, Mayarí, pertenecía a la Brigada de la Frontera. Fue ascendido, también póstumamente, a sargento de tercera.

El resto de los caídos durante las operaciones de aniquilamiento de la banda mercenaria, eran milicianos de Baracoa, quienes con prontitud se habían presentado a sus unidades al conocer sobre la infiltración.

José A. Sánchez Marzo, contaba con solo 24 años de edad. De extracción campesina, dejó una hija de 11 meses de nacida, y a su esposa esperando otro alumbramiento. Ovidio Hernández Matos, también de 24 años, campesino devenido carpintero. Con su muerte, dos niños quedaron huérfanos. Evodino Marzo Marzo era padre de cuatro niños, campesino y barbero. El enemigo tronchó su vida cuando había vivido solo 33 años.

Los restos de los  caídos fueron velados en el pequeño poblado de La Máquina, cercano a la zona de operaciones. Durante la velada solemne para rendirles postrer tributo, el Comandante en Jefe Fidel Castro realizó ante sus cuerpos inertes una guardia de honor, y en el entierro expresó:

“En breves minutos se les dará sepultura a esos compañeros. Han caído en el cumplimiento del deber. Las balas pueden tronchar vidas, las balas enemigas y traicioneras pueden atravesar el pecho, pueden atravesar la frente, pueden atravesar la carne, pueden atravesar los huesos, pueden atravesar el corazón, pueden atravesar a un hombre, pero lo que no podrán jamás esas balas criminales será inmolar las ideas, tronchar la causa, atravesar la bandera y la justicia que esos hombres defendieron con su cuerpo. Los hombres podemos caer, pero las ideas que defendemos no caerán jamás”.

Allí estaba también presente el entonces Ministro de las FAR, Comandante Raúl Castro. Por orden suya, Ramón Guevara Montano recibió el ascenso póstumo a Primer Teniente de las FAR.

Así, el Monguín de La otra guerra, hijo del miliciano Mongo, y el Monguín hijo de Andrés y María Luisa, son víctimas de una misma guerra, la iniciada por el gobierno imperialista de los Estados Unidos contra Cuba, desde que triunfó la Revolución, y   todavía no ha terminado.

 

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