.Orlando Guevara Núñez
Solo en una sociedad en descomposición, como lo es
el capitalismo, puede producirse el fenómeno de que sea electo un presidente
con tan pronunciados signos de racismo, prepotencia y altanería, capaz, de poner
al mundo al borde de un holocausto nuclear, como lo está haciendo ahora Donald
Trump en los Estados Unidos.
Esta es la potencia más agresora que ha conocido la
historia de la humanidad. La que más guerras, muertes y destrucción ha provocado después de la
Segunda Guerra Mundial.
El presidente de este imperio es solo una pieza de
un gobierno, el de los millonarios, que para
existir necesita de las guerras, de las agresiones, de las amenazas, del
despojo de los recursos de otras naciones. Solo una pieza, vale la reiteración,
pero tan decisiva que hace la función de detonante capaz de provocar el conflicto que podría ser el fin de la especie humana.
Leyes que afectan a otros muchos pueblos del mundo y
al propio pueblo de los Estados Unidos, son aprobadas por el Congreso de ese
país. No importan los derechos que haya que pisotear, lo que interesa es que
los ricos sean cada vez más ricos y el número de desposeídos crezca, porque sin
ellos no podría existir el capitalismo. Es una verdad comprobada que el
capitalismo no puede existir sin los que producen los bienes, y que éstos sí
pueden existir sin los capitalistas.
El imperialismo norteamericano está yendo mucho más
allá de la simple explotación del hombre por el hombre a través de la
apropiación de los resultados de su trabajo. En su afán de poder y de riquezas,
el águila imperial se abalanza sobre
otras naciones y se auto proclama con derecho a hacerlo.
Pero es esa la política que está llevando a ese
imperio no solo a ser objeto de la crítica, sino también a tener que enfrentar
la resistencia de los gobiernos y pueblos, incluso de algunos considerados como
aliados suyos. Esto demuestra que hoy,
ni en la economía, ni en la política, ni en el plano militar, esta potencia
está en condiciones de imponerse universalmente, aunque aún pueda ejercer
dominio sobre algunos gobiernos sumisos.
Así, las criticas a las amenazas, presiones y
chantajes, están llamadas a convertirse en acciones. Eso está pasando con la
reacción ante los reiterados disparates expresados por Donald Trump en casos
muy concretos como los de la península coreana, las relaciones económicas con
la Unión Europea, los acuerdos sobre el programa nuclear de Irán, el retroceso de las relaciones diplomáticas con Cuba, el
reconocimiento imperial de Jerusalén como capital israelí. Solo estos
ejemplos, entre otros muchos.
El gran conflicto estará más cerca a medida que
Estados Unidos incremente su política agresiva
y de despojo, y los pueblos se decidan a enfrentarlo. En la historia de la
humanidad, muchos imperios que parecían eternos han caído. El imperialismo
yanqui no será una excepción. Es a eso a lo que no se resignan Trump y su
gobierno. Lo que sí es evidente: la pieza que está siendo el actual presidente
yanqui en su sistema de gobierno, o es cambiada, o el proceso en su contra se
acelerará. El mal no es de un hombre, sino del sistema, pero los hombres
desempeñan un papel importante.
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