.Orlando Guevara Núñez
Cada vez que el presidente de los Estados Unidos
tiene una comparecencia pública, la expectativa no está en la importancia de lo
que dirá, sino en los disparates ya acostumbrados. Y en eso no falla.
La prepotencia, incultura, falta de respeto y de
educación, tuvo lugar en fecha reciente, con su ofensa discriminativa a los
pueblos de Haití y El Salvador. Habría que ver si este guapetón de barrio
tendría el valor de ofender de esa forma a esos pueblos, sin estar respaldado
por la fuerza que lo resguarda… hasta el día en que se encuentre con la horma
de su zapato.
Lo cierto es que cada una de sus desfachateces le
gana más repudio en muchas latitudes del mundo. Infeliz el pueblo que cuente
con un presidente que ha hecho de las ofensas, las amenazas, el irrespeto y el
chantaje una política de Estado.
La mentira es su arma preferida. Engaña a su propio
pueblo y crea enemigos imaginarios para justificar su política agresiva. Muchos
especialistas en los propios Estados Unidos, han objetado su capacidad mental
para gobernar a esa nación, a la cual ha puesto y pone en peligro de forma
reiterada.
Es de suponer que su propio equipo de gobierno
advierta el desenlace al cual puede llevar esa absurda política, incluyendo un
conflicto militar del cual no saldría nadie ileso, ni agredidos ni agresores.
Afortunadamente, el mundo de hoy es muy distinto al
de años atrás. Desde el término de la segunda guerra mundial, las agresiones de
los Estados Unidos han causado unos 20 millones de muertos a escala universal.
Pero esos muertos los han puesto otros. En una nueva conflagración, ese país
tendría que aportar también a esa dolorosa cuota. Y sería parte también parte
de la derrota.
Por ahora, de cada declaración, el presidente yanqui
sale más repudiado en el mundo.
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