.Orlando Guevara Núñez
Las recientes ofensas del presidente yanqui, Donald
Trump, contra los pueblos africanos, Haití, El Salvador y otros, son una clara
expresión de racismo y de pensamiento hitleriano. Pero estoy seguro de que el
pueblo por él representado no comparte esas cavernícolas ideas.
Por eso cabe afirmar que hablando esos disparates,
el magnate presidente está ofendiendo también al pueblo que lo eligió para el
cargo que ahora indignamente desempeña.
Nadie tiene derecho y menos hablando en nombre de un
país, a ofender de forma tan grosera a otros pueblos. Trump, evidentemente, ha
confundido al mundo con una empresa y –para colmo- de su propiedad.
No hay causa justa en el mundo que en su corta
trayectoria como presidente, no haya atacado con su estilo de bravucón de
barrio. Su lenguaje es el de la amenaza. Ha llegado a expresar su decisión de
acabar con el gobierno bolivariano de Venezuela. Ha expresado su intención de
barrer de la faz del planeta a Corea del Norte, mientras que otras naciones,
como Irán, Nicaragua y Bolivia han sufrido también sus embates.
Su insultante actuación en relación con la ONU como máximo organismo
internacional, su anunciado retiro de la UNESCO, su desprecio al esfuerzo de
todas las naciones por detener los devastadores perjuicios del cambio
climático, su política aventurera en la península
coreana, son evidencia de una concepción no solo equivocada, sino, además,
irracional que en nada se corresponde con una visión sobre los problemas
más candentes que hoy vive el planeta
que habitamos, donde las guerras y los desastres naturales amenazan la
existencia del ser humano como género.
En relación con Cuba, el presidente Trump ha actuado
con el mismo desatino, la misma ignorancia y con una cuota no menor de
prepotencia. Su propósito es borrar todo el avance logrado entre su país y el
nuestro durante el gobierno de Obama. En ese empeño, no ha vacilado en pisotear
los derechos de su propio pueblo, prohibiéndole viajar libremente a Cuba,
mintiéndole en relación con la seguridad para los turistas aquí.
Y, por complacer a un pequeño grupo de tramposos,
encabezados por Marcho Rubio, que ha hecho del odio contra Cuba en fabuloso
negocio al cual no está dispuesto a abandonar, lanzó al mundo la mentira sobre
los “ataques” cubanos a la salud al personal de su embajada en La Habana, pretexto
para reducir aquí sus diplomáticos y expulsar injustamente a representante
cubanos en la embajada en Estados Unidos.
La realidad, sin embargo, le demuestra a Trump está
dramáticamente solo en su descabellada política contra el heroico pueblo
cubano. La votación en la ONU se lo demostró, como igual hizo este foro en el
caso del traslado de su embajada en Israel para Jerusalén.
Pero Trump no es creativo ni siquiera para elaborar
mentiras, pues su inconsistencia hace que duren menos, como decimos los
cubanos, menos que un merengue en la puerta de un colegio.
Lo cierto es que por cada mentira, por cada amenaza,
se multiplican las voces que en el mundo lo llaman por su nombre: mentiroso y
se suman a las protestas ante su política imperial y chantajista.
Sabemos que millones de norteamericanos desaprueban
y rechazan la política de su gobierno sobre estos temas. Con razón, de forma reiterada,
las encuestas hablan de significativas bajas en la popularidad de su
presidente. Algún día, ese noble pueblo, se alzará también con la justicia.
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