miércoles, 13 de mayo de 2020

Los partidos no se conservan en el gobierno si no tienen las manos limpias de interés, y la raíz en la verdad




Orlando Guevara Núñez


Corría el último mes de 1886 cuando José Martí escribió un artículo, publicado por el diario argentino La Nación,  el 26 de enero del año  siguiente, en el cual analizaba la política de los dos partidos que en Estados Unidos se turnaban el poder: el Demócrata y el Republicano. En ese momento, los primeros tenían el gobierno. 
Y desentraña la esencia de ambos partidos, cuando afirma: “Hoy, sobre todo, no podría ninguno de los dos partidos rivales definir su política en un programa fijo: porque la verdad es que cada uno de ellos está fraccionado en bandos enemigos, juntos solo por la necesidad de apoyarse mutuamente para mantener  o asaltar el poder”
Y sobre cada uno, señala Martí sus ambiciones, su deshonestidad, su indiferencia ante los problemas de la nación. Sobre el Demócrata, en ese momento en el poder, explica cómo ha incumplido todo cuanto prometió para escalar el mando. Y define a ambos en un solo concepto: “Destruir sí pueden; pero no construir”
Y comenta el desencanto de la opinión pública,  la semejanza de espíritu y hábito entre los políticos de oficio, sean republicanos o demócratas.
Afirma Martí que la política en Estados Unidos está distribuida entre dos partidos gastados, descompuestos en bandos sostenidos por celos personales y diferencia de ideas. Menciona a un partido naciente: Partido del Trabajo Unido, con el respaldo de los gremios de trabajadores, practicante de la democracia y de la paz.
Demócratas y republicanos se disputan el poder, lo alcanzan, incumplen lo prometido, se turnan el gobierno. Es por eso la afirmación inicial de Martí: Los partidos no se conservan en el gobierno si no tienen las manos limpias de interés, y la raíz en la verdad

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