.Orlando Guevara Núñez
Nuestro Héroe Nacional, José Martí, nos legó la enseñanza
de que no estriba el amor patrio en afianzar la libertad, sino en labrar un
pueblo en que la libertad se afiance. Y hemos vivido, en estos 61 años, un
proceso único, de influencia mutua, porque el pueblo hizo la
Revolución y la Revolución hizo al pueblo donde la libertad está afianzada.
Esta ha sido, sin dudas, la mayor proeza cubana de los
siglos XX y XXI: Haber hecho una Revolución profunda y haberla sabido defender
frente a obstáculos que parecían insalvables.
El triunfo de la Revolución cubana, cambió no solo el
destino de nuestro pueblo; marcó un hito en la lucha por la segunda
independencia de los pueblos de nuestra América, también vislumbrada por el
Apóstol cubano.
La historia tiene a veces fechas coincidentes. El 1ro.
de enero de 1899, se instauró en Cuba el Gobierno interventor
norteamericano. Cuba pasaría de colonia de España, a neocolonia de los Estados
Unidos. Exactamente 60 años después, Cuba, con su Revolución victoriosa, rompió
las cadenas imperiales y se convirtió en el primer país verdaderamente libre de
América.
No fue un camino fácil. Se necesitó, en primer
lugar, destruir todo el andamiaje que sostenía al sistema opresor: sus
estructuras y funciones de gobierno, sus instituciones armadas y la existencia
de numerosos partidos políticos que solo conseguían fragmentar la
unidad del pueblo. En pocas palabras: destruyó el sistema
capitalista para construir el socialismo.
En poco tiempo, la Revolución devolvió al pueblo lo que
le había sido robado. Fueron erradicados los monopolios explotadores, los
latifundios, los casatenientes. La salud y la educación pasaron a ser
patrimonio de todos los cubanos, gratis. Así, comenzamos a ser, en
nuestro preterido Continente, el único pueblo sin obreros y campesinos
explotados, sin analfabetos, sin niños carentes de maestros y escuelas,
ni maestros sin aulas.
Cuba eliminó el desempleo, desarrolló un vasto plan de
construcción de viviendas en la ciudad y en el campo, disminuyó los alquileres,
y hoy la inmensa mayoría de las familias son dueñas del inmueble que viven, o
pagan alquileres ínfimos. El desahucio de viviendas y tierra, forman parte de
un pasado que jamás podrá ser presente.
Hemos logrado el sueño martiano de tener un país con
todos y para el bien de todos. Sin discriminación por el color de la piel, por
filiación religiosa, por posición social, por sexo, ni por otro motivo.
El acceso, como derecho de todos, al deporte, a la
cultura, a la seguridad y asistencia social, está garantizado. Ningún cubano
queda desvalido. Y a todos la Revolución les dio el bien más
preciado: la libertad y la dignidad plenas.
Pero por esa libertad y esa dignidad, el pueblo cubano ha
tenido que pagar un alto precio. Bloqueo criminal que hoy se recrudece;
agresiones mercenarias como la de Playa Girón, amenaza de exterminio nuclear,
como el de la Crisis de Octubre; lucha contra casi 300 bandas mercenarias
formadas, entrenadas, armadas y dirigidas por la CIA y las organizaciones
contrarrevolucionarias radicadas en los Estados Unidos. Fue cuando
nuestro pueblo se transformó en ejército y nuestro Ejército se transformó
en pueblo.
Sabotajes a nuestras principales industrias; acciones
terroristas que han costado la vida a más de 3 mil cubanos; guerra bacteriológica
contra nuestra población, animales y plantaciones agrícolas;
internacionalización del bloqueo, intentos de aislamiento. La mentira apoyando
siempre al crimen.
En los primeros 30 años de existencia, Cuba, en dos
ocasiones, como consecuencia de esta criminal política, quedó prácticamente sin
tener a quien venderle ni a quien comprarle. Pero el pueblo resistió, luchó y
fue capaz de salir adelante, como se lo pidió Fidel. Ningún otro pueblo, sin la
formación del nuestro, sin nuestra unidad y convicciones, habría podido
sobrevivir. Ni habría podido vencer.
En su demencial postura contra Cuba, los actuales
gobernantes yanquis pretenden presentar ante el mundo al socialismo como un
sistema fracasado. Y es precisamente Cuba el más claro ejemplo de la superioridad
del socialismo sobre el capitalismo.
Hoy, de cada 100 cubanos, más de 75 no habían nacido
cuando triunfó la Revolución. No saben lo que es vivir en un país sin bloqueo.
No hay actividad en su vida sin sufrir el efecto de esa guerra. Pero aquí están
formando parte de un pueblo dispuesto al mayor sacrificio para seguir siendo lo
que somos y no regresar jamás a lo que fuimos.
Este es el pueblo que no ha dejado de crecer en estos 61
años. Un pueblo martiano, fidelista, socialista, internacionalista y antiimperialista.
Fiel a su historia, a sus mártires, a su Partido Comunista y a su Gobierno
Revolucionario.
Nuestro temple está forjado por heroicidades de todos los
días, grandes y pequeñas. Individuales y colectivas. Internas, como la
resistencia frente a las agresiones, y adversidades. Externas, como la de
los cientos de miles de cubanos que marcharon a otras latitudes del mundo
a defender y preservar la independencia de pueblos hermanos. O la de los
también decenas de miles de médicos y otros profesionales de la salud que
han marchado a otras tierras a salvar vidas, aliviar males o prevenirlos. Y la
de los tantos maestros que han ayudado a salir de la ignorancia a millones de
personas en diversos países.
Un pueblo capaz de dar no lo que le sobra, sino de
compartir lo que tiene, aunque a veces, de lo que da, tenga poco. Por eso Cuba
cuenta con la solidaridad de la mayor parte del mundo.
Este es el pueblo que sigue aquí de pie y avanzando.
Él es síntesis del grito de ¡Independencia o Muerte! de nuestros
mambises; del ¡Libertad o Muerte! del Ejército Rebelde y los luchadores
clandestinos; del ¡Patria o Muerte!, del ¡Venceremos! y del ¡Socialismo o
Muerte!, proclamados por nuestro Fidel; del ¡Sí se puede!, de Raúl; del ¡Hasta
la victoria siempre! del Che. Y del ¡Somos Cuba! ¡Somos continuidad!
de Díaz-Canel.
Ahora, a la distancia de 61 años, nuestro pueblo
seguirá haciendo crecer a la Revolución. La Revolución seguirá haciendo crecer
a nuestro pueblo. Y en este pueblo, la libertad se seguirá afianzando por
siempre.
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