. Orlando Guevara Núñez
En su demencial odio hacia el
pueblo de Cuba, los gobiernos de los Estados Unidos, desde 1959 hasta la fecha,
han aplicado las más brutales medidas para pulverizar a la Revolución. Una de
éstas es el bloqueo que dura ya más de seis décadas y aunque reconocido su
fracaso, se mantiene e incrementa.
Este bloqueo no es, como sus
ejecutores han querido presentarlo ante el mundo, una simple negación del gobierno
de los Estados Unidos a negociar con Cuba. Ni es tampoco un embargo, pues Cuba
no tiene deuda alguna por la que pueda ser embargada. Es en la práctica, un
criminal acto de guerra.
El 17 de marzo de 1960, el
Consejo Nacional de Seguridad norteamericano aprobó el Programa de Presiones Económicas contra el Régimen de Castro. En
ese mismo momento quedó trazado el Programa
de Acción Encubierta contra Castro.
Las medidas militares, propagandísticas, el apoyo a la creación de una
oposición interna, junto a las presiones económicas y los sabotajes, convergían
en las criminales intenciones de destruir la Revolución a través de cualquier
medio y a cualquier precio.
Un documento oficial norteamericano,
en abril del propio 1960, revela las
sucias intenciones. “El único medio previsible para enajenar el apoyo interno
es a través del desencanto y el desaliento basados en la insatisfacción y las
dificultades económicas. Debe utilizarse prontamente cualquier medio concebible
para debilitar la vida económica de Cuba. Una línea de acción que tuviera el
mayor impacto es negarle dinero y suministros a Cuba para disminuir los
salarios reales y monetarios a fin de causar hambre, desesperación y el
derrocamiento del gobierno”.
Y no hubo medida pensada que
quedara sin ejecutar. El 3 de julio de 1960 se redujo la cuota azucarera y en
diciembre de igual año se eliminó totalmente para los tres primeros meses de
1961. La estrategia era clara, pues estaba ya concebida la invasión mercenaria
de Playa Girón que, según sus cálculos, barrería a la Revolución. Después de
eso, no haría falta bloqueo alguno. En su euforia, el 31 de marzo – 18 días
antes de esa agresión- se hacía definitiva la supresión de la cuota azucarera.
El 29 de septiembre de 1960
el gobierno norteamericano suspendió las operaciones de la planta de níquel de
Nicaro; el 30 de ese mismo mes “recomendó” a los ciudadanos norteamericanos
abstenerse de viajar a Cuba, “recomendación” que llega hasta nuestros días.
Comenzaron desde entonces las presiones para la eliminación de los créditos
bancarios.
El 19 de octubre de 1960 se decretó la prohibición de venta,
transferencia o contratación de cualquier barco norteamericano al gobierno de
Cuba o a ciudadanos cubanos y se presionó al gobierno de Canadá para que se
sumara al bloqueo anticubano.
Esa y otras medidas,
acordadas una semana antes en reunión de los subsecretarios de Estado y de
Comercio con el presidente, no escondieron sus intenciones más allá de
aparentes operaciones comerciales. Las proyecciones del plan fueron interpretadas
por ellos mismos: “Contribuirán al creciente descontento y malestar en la Isla,
apoyarán a los grupos de oposición que ahora están activos en Cuba y otros
lugares”. Esos “otros lugares” podrían haberse definido con solo un nombre más: Estados Unidos.
El 2 de mayo de 1961, en
reunión del Grupo de Trabajo del Buró de Inteligencia e Investigaciones del
Departamento de Estado y la Oficina Nacional de Estimados de la CIA, analizó hechos estimados y proyecciones sobre la política anticubana.
Todo giró alrededor de cómo
privar a Cuba del intercambio con el exterior, piezas de repuesto, materias
primas y hasta de técnicos y personal de dirección, así como hacer disminuir
los ingresos per cápita y los artículos de consumo, provocando el auge del
mercado negro.
Se discutió, además, sobre
una campaña de sabotajes “limitados” contra la industria y los servicios.
En el libro Bloqueo el asedio económico más prolongado
de la historia, su autor, Andrés Zaldívar Diéguez, cita algunas de las
medidas recomendadas por la CIA, en la reunión del 2 de mayo de 1961, para dañar la
economía cubana. “La CIA puntualizaba que en dichas acciones podían participar
los agentes encubiertos de que disponían en las seis provincias cubanas
entonces existentes, además de algunos que pueden ser infiltrados” y que
podrían realizar actos de sabotajes.
“Actos individuales de
sabotaje son posibles con relativamente pocos hombres y poca cantidad de
medios”, planteaba la CIA, asegurando también que existía una capacidad para
acciones marítimas que podía desembarcar y enterrar armas y realizar sabotajes
sub acuáticos de embarcaciones y otras operaciones. La CIA –se agrega en el
texto citado- disponía de una rama aérea (bombarderos B-26 y aeroplanos de
transporte C-46 y C-54) que podía utilizarse en golpes contra “objetivos
escogidos”, citando entre éstos refinerías, plantas eléctricas y plantas de
neumáticos que si resultaban exitosos, podían hacer el efecto de “sabotajes
extensivos”.
Fracasada la invasión
mercenaria de Playa Girón, hecha trizas en menos de 72 horas por el mismo
pueblo al que subestimaban y despreciaban, crecerían las agresiones económicas
y en otros campos.
Sólo entre diciembre de 1961
y enero de 1963, como consecuencia del llamado Proyecto Cuba, aprobado por el
gobierno de los Estados Unidos en el primer año mencionado, Cuba sufrió 5 780
acciones terroristas, entre éstas 716 sabotajes de envergadura en instalaciones
industriales.
Incendio de cañaverales,
bombardeo a centrales azucareros, ametrallamiento a industrias importantes,
asesinato de obreros y población civil, se sucedían a diario.
El bloqueo económico,
comercial y financiero de los Estados Unidos contra Cuba, ha sido acompañado
siempre por criminales actos de terrorismo que han costado al país no solo
pérdidas materiales, sino también de vidas.
El pueblo cubano, no obstante,
ha resistido. La esperada “desilusión” del pueblo, ha sido solo desilusión de
sus enemigos. No ha existido actividad, en todas las esferas de la sociedad
cubana, que ese bloqueo no se haya hecho sentir con fuerza. Haber resistido y
triunfado frente al embate
norteamericano es una proeza del pueblo cubano. A esa proeza –para
seguir creciendo- no le han faltado ni
faltarán nunca el heroísmo, la entrega ni la fidelidad de este pueblo heredero
del pensamiento martiano de que los grandes derechos no se compran con lágrimas,
sino con sangre, y de la enseñanza fidelista de que nacimos en un país libre que nos legaron
nuestros padres y primero se hundirá la Isla en el mar antes que consintamos en
ser esclavos de nadie.
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