martes, 21 de enero de 2020

Trump y Pompeo, ¿dementes, estúpidos, cínicos?






.Orlando Guevara Núñez

Es realmente lamentable – y peligroso- que los destinos de una nación tan poderosa como Estados Unidos, estén en manos de personas que uno, al momento de caracterizarlas, dude si son dementes, estúpidos o cínicos. Y más peligroso aún, cuando esas personas, con entera irresponsabilidad,  ponen en juego los destinos del mundo.
Los propios medios de esa nación imperial, destacan las miles de mentiras dichas públicamente por el presidente Trump. Él mismo se jacta de su “proeza” al haber asesinado al jefe militar iraní. Dicta sanciones violatorias de las más elementales normas internacionales contra naciones y personas. Profiere ofensas y amenazas. Y para colmo, se auto proclama como el elegido por Dios para gobernar en el planeta que habitamos.
Pero Pompeo no se queda atrás. Con la mayor desfachatez del mundo, emula con Trump en decir mentiras, en proferir amenazas, en promover acciones represivas contra quienes se opongan a  los intereses del imperio. Recientemente, señaló a Cuba, Venezuela y Nicaragua como dictaduras. Y de ahí partió hacia Colombia para fraguar nuevos planes contra la revolución bolivariana.
Para las fanfarronerías y acciones terroristas de estos dos engendros políticos, las únicas fronteras son las que les imponen la dignidad y resolución de los pueblos libres. Ellos saben que una confrontación hoy, a escala universal, no sería como otras en las que los muertos y la destrucción las han puesto los agredidos, reservando para los agresores el dominio y el saqueo.
Otro hecho lamentable es que el pueblo de los Estados Unidos no reaccione ante tantas payasadas de sus máximos dirigentes. ¿Tendrá que esperar esa reacción  a que le comiencen a llegar cadáveres de los cientos de miles de soldados  que tiene su país dispersos en decenas de naciones  para afianzar su política de dominio y explotación?
¿Dementes, estúpidos, cínicos?  Es difícil escoger uno de estos calificativos. Trump y Pompeo merecen los tres. Y otros muchos no menos despreciables.

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