. Orlando
Guevara Núñez
Hoy, cuando
asistimos a uno de los capítulos más bochornosos para la OEA en toda su historia,
su traición y condena a la hermana
República Bolivariana de Venezuela, vienen a nuestra mente aquellos días de
finales de agosto de 1960, cuando se reunieron en Costa Rica los cancilleres de
América Latina para cumplir el mandato norteamericano de condenar a Cuba.
A aquella
amañada convocatoria asistieron los representantes de los gobiernos
oligárquicos de este continente, a aprobar lo ya aprobado y dictado por el
imperio agresor. Y como respuesta a la ilegalidad y la insolencia, el pueblo de
Cuba se constituyó en Asamblea General, en la entonces Plaza Cívica, hoy Plaza
de la Revolución “José Martí”, de la capital cubana, el 2 de septiembre del
mismo año.
En su
discurso de ese día, el Comandante en Jefe Fidel Castro
“Ya que dicen
que somos nosotros los que nos estamos apartando de la familia norteamericana,
nosotros les estamos diciendo que no, que los que se han apartado de la familia
norteamericana, es decir, la familia latinoamericana, para asociarse al imperio
yanqui explotador son los que fueron
allí a Costa Rica, esos sí se están apartando de la familia latinoamericana,
¡nosotros no! Al contrario, nosotros
queremos que nuestra familia, los pueblos de América Latina, se reúnan y digan
la última palabra, porque esa sí es nuestra familia, ¡los pueblos de América
Latina sí son nuestra familia!
Como los lamebotas que en aquella ocasión acudieron a
Costa Rica, contra Cuba, otros se han
sumado ahora a la farsa de lima, contra
Venezuela. El mismo vergonzoso papel de la OEA, bajo el designio
norteamericano.
“Pero –
explicaba Fidel- ¿qué ocurre?, ¿qué hizo
el imperio? Nos quita nuestra cuota
azucarera y, entonces, la reparte entre todos esos gobiernos que tenían que
condenar la acción. Es decir que
nosotros fuimos el país víctima; el gobierno norteamericano nos quita nuestra
cuota y, antes de ir a discutir allí, la reparte entre los jueces. ¿Qué ha hecho el gobierno de Estados Unidos? ¡Un acto de soborno!; fue a ofrecerles a los
jueces la parte que nos había quitado de nuestra cuota. Pero, además, otra cosa: mientras se está
discutiendo en Costa Rica, acuerdan un crédito de 600 millones de dólares para
repartir entre los gobiernos, es decir, entre las oligarquías de América
Latina. ¿Cómo es posible que, en medio
de una conferencia, un gobierno que se respete a sí mismo y respete a los
demás, vaya allí con un crédito de 600 millones de dólares, ofreciéndoselo a
los países que están discutiendo? ¿Cómo
puede concebirse que esa sea una política moral? Es una política inmoral la política del
gobierno de Estados Unidos, que le quita a Cuba su cuota y la reparte entre las
oligarquías, adopta un crédito de 600 millones de dólares en medio de la
conferencia y lo reparte a las oligarquías, pero con eso, con eso podrán
comprar a las oligarquías, ¡pero con eso no podrán comprar a los pueblos!; si
no, ¡que vayan y les pregunten a los pueblos! Que vayan y les pregunten a los pueblos,
para que vean que los pueblos van a hacer igual que nosotros, que les van a
decir: “No, no, lo que queremos es que las minas sean de nosotros, y que el
petróleo sea de nosotros, y que las industrias sean de nosotros, y que los
monopolios se vayan para su casa, que no necesitamos sus dólares.” ¡Eso es lo que les van a decir los pueblos!
Curiosidad
histórica. En aquel momento, para avalar su criterio, Fidel mencionó a
Venezuela, el país en aquel momento cómplice de la OEA y ahora agredido por
ella. Y estableció la diferencia entre gobierno y pueblo.
“Porque, ¿qué
es lo que quiere el pueblo de Venezuela, que le den dólares? ¡No, lo que quiere es que no le lleven los
dólares de allí!, eso es lo que quiere, que no le lleven su petróleo, que no
estén agotando sus recursos naturales; lo que quiere el pueblo de Venezuela es
que le devuelvan su petróleo, sus minas y sus recursos naturales, para ellos
desarrollar sus recursos naturales y progresar; eso es lo que quiere el pueblo
de Venezuela. Y eso es lo que quieren
los pueblos”.
“A pesar de las formidables razones, de la extraordinaria
fuerza moral de Cuba – continuó Fidel- aquellos cancilleres, aunque avergonzados
muchos de ellos, firmaron la declaración.
No todos, porque el canciller Arcaya, de Venezuela, desoyendo, se negó a
acatar la directriz gubernamental; porque aunque la delegación de Venezuela
firmó, siguiendo instrucciones del gobierno de Venezuela, el canciller Arcaya,
representando el sentimiento de ese heroico pueblo de Venezuela, de ese heroico
pueblo de Venezuela que hace una semana que está en la calle protestando contra
la Declaración de Costa Rica, el canciller Arcaya se negó a firmar él la
declaración.
Véase como,
ante la ofensa de la OEA a Cuba, el pueblo venezolano expresó su solidaridad
con el nuestro. Hoy, ante la nueva maniobra de la OEA, el pueblo cubano se
solidariza con ese hermano pueblo.
La denuncia
de Fidel fue contundente. Y una acusación con visión de futuro.
“¿Eso fue una
victoria del imperialismo? No, lo que
fue una victoria pero pírrica del imperialismo.
Las victorias pírricas son esas en que se pierde más de lo que se
gana. Vamos a ver ahora qué van a decir
de esta asamblea democrática, y cómo van a atreverse ahora a decir que el
pueblo esté obligado a acatar una resolución que no es democrática; se les va a
acabar el cuentecito de la democracia. Hasta aquí han podido estar hablando del cuentecito de la democracia en Estados Unidos, porque desde
aquí, desde aquí, desde ahora en adelante, los que hablamos de democracia somos
nosotros que reunimos al pueblo y discutimos con el pueblo los problemas. Y los que tengan que andar con leyes de
excepción, leyes represivas, persiguiendo allí con las fuerzas represivas en la
calle al pueblo, encarcelando a los ciudadanos, que no hablen de democracia; el
que no pueda reunir al pueblo y consultar al pueblo, y contar con el pueblo
para que el pueblo decida sobre los destinos del país, que no venga con el cuentecito de la democracia, ¡que ese cuento está muy
viejo!
En aquel
momento histórico, el pueblo cubano dio una decisiva lección de verdadera
democracia. La misma lección que está dando hoy el pueblo de Venezuela.
Y no se
equivocó Fidel aquel histórico 2 de septiembre de 1960, ocasión en que, como
respuesta a la nombrada Declaración de Costa Rica, el pueblo cubano aprobó la
Declaración de La Habana:
“Y no nos
queda ninguna duda de que la patria vencerá.
No nos queda ninguna duda, porque sabemos el terreno que estamos
pisando, porque, además, no es la batalla de un grupo de hombres, es la batalla
de un pueblo entero y nunca un pueblo entero ha perdido ninguna batalla; ¡es
una batalla con razón, una batalla por la justicia, una batalla por el bien de
nuestros compatriotas, una batalla por el bien de nuestros semejantes, una
batalla por el bien del hombre, una batalla por el bien de la humanidad, y
nunca un pueblo entero que ha luchado por tan noble causa ha perdido la batalla”
Los pueblos de Cuba y Venezuela, le siguen ganando la batalla a la OEA y al imperio norteamericano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario