miércoles, 13 de febrero de 2019

La OEA, otra vez despreciable instrumento yanqui contra los pueblos de América



. Orlando Guevara Núñez
Hoy, cuando asistimos a uno de los capítulos más bochornosos para la OEA en toda su historia, su traición y  condena a la hermana República Bolivariana de Venezuela, vienen a nuestra mente aquellos días de finales de agosto de 1960, cuando se reunieron en Costa Rica los cancilleres de América Latina para cumplir el mandato norteamericano de condenar a Cuba.
A aquella amañada convocatoria asistieron los representantes de los gobiernos oligárquicos de este continente, a aprobar lo ya aprobado y dictado por el imperio agresor. Y como respuesta a la ilegalidad y la insolencia, el pueblo de Cuba se constituyó en Asamblea General, en la entonces Plaza Cívica, hoy Plaza de la Revolución “José Martí”, de la capital cubana, el 2 de septiembre del mismo año.
En su discurso de ese día, el Comandante en Jefe Fidel Castro
“Ya que dicen que somos nosotros los que nos estamos apartando de la familia norteamericana, nosotros les estamos diciendo que no, que los que se han apartado de la familia norteamericana, es decir, la familia latinoamericana, para asociarse al imperio yanqui  explotador son los que fueron allí a Costa Rica, esos sí se están apartando de la familia latinoamericana, ¡nosotros no!  Al contrario, nosotros queremos que nuestra familia, los pueblos de América Latina, se reúnan y digan la última palabra, porque esa sí es nuestra familia, ¡los pueblos de América Latina sí son nuestra familia! 
Como los  lamebotas que en aquella ocasión acudieron a Costa Rica, contra Cuba, otros  se han sumado  ahora a la farsa de lima, contra Venezuela. El mismo vergonzoso papel de la OEA, bajo el designio norteamericano.
“Pero – explicaba Fidel-  ¿qué ocurre?, ¿qué hizo el imperio?  Nos quita nuestra cuota azucarera y, entonces, la reparte entre todos esos gobiernos que tenían que condenar la acción.  Es decir que nosotros fuimos el país víctima; el gobierno norteamericano nos quita nuestra cuota y, antes de ir a discutir allí, la reparte entre los jueces.  ¿Qué ha hecho el gobierno de Estados Unidos?  ¡Un acto de soborno!; fue a ofrecerles a los jueces la parte que nos había quitado de nuestra cuota.  Pero, además, otra cosa: mientras se está discutiendo en Costa Rica, acuerdan un crédito de 600 millones de dólares para repartir entre los gobiernos, es decir, entre las oligarquías de América Latina.  ¿Cómo es posible que, en medio de una conferencia, un gobierno que se respete a sí mismo y respete a los demás, vaya allí con un crédito de 600 millones de dólares, ofreciéndoselo a los países que están discutiendo?  ¿Cómo puede concebirse que esa sea una política moral?  Es una política inmoral la política del gobierno de Estados Unidos, que le quita a Cuba su cuota y la reparte entre las oligarquías, adopta un crédito de 600 millones de dólares en medio de la conferencia y lo reparte a las oligarquías, pero con eso, con eso podrán comprar a las oligarquías, ¡pero con eso no podrán comprar a los pueblos!; si no, ¡que vayan y les pregunten a los pueblos!      Que vayan y les pregunten a los pueblos, para que vean que los pueblos van a hacer igual que nosotros, que les van a decir: “No, no, lo que queremos es que las minas sean de nosotros, y que el petróleo sea de nosotros, y que las industrias sean de nosotros, y que los monopolios se vayan para su casa, que no necesitamos sus dólares.”  ¡Eso es lo que les van a decir los pueblos!
Curiosidad histórica. En aquel momento, para avalar su criterio, Fidel mencionó a Venezuela, el país en aquel momento cómplice de la OEA y ahora agredido por ella. Y estableció la diferencia entre gobierno y pueblo.
“Porque, ¿qué es lo que quiere el pueblo de Venezuela, que le den dólares?  ¡No, lo que quiere es que no le lleven los dólares de allí!, eso es lo que quiere, que no le lleven su petróleo, que no estén agotando sus recursos naturales; lo que quiere el pueblo de Venezuela es que le devuelvan su petróleo, sus minas y sus recursos naturales, para ellos desarrollar sus recursos naturales y progresar; eso es lo que quiere el pueblo de Venezuela.  Y eso es lo que quieren los pueblos”.
“A pesar de las formidables razones, de la extraordinaria fuerza moral de Cuba – continuó Fidel-  aquellos cancilleres, aunque avergonzados muchos de ellos, firmaron la declaración.  No todos, porque el canciller Arcaya, de Venezuela, desoyendo, se negó a acatar la directriz gubernamental; porque aunque la delegación de Venezuela firmó, siguiendo instrucciones del gobierno de Venezuela, el canciller Arcaya, representando el sentimiento de ese heroico pueblo de Venezuela, de ese heroico pueblo de Venezuela que hace una semana que está en la calle protestando contra la Declaración de Costa Rica, el canciller Arcaya se negó a firmar él la declaración.
Véase como, ante la ofensa de la OEA a Cuba, el pueblo venezolano expresó su solidaridad con el nuestro. Hoy, ante la nueva maniobra de la OEA, el pueblo cubano se solidariza con ese hermano pueblo.
La denuncia de Fidel fue contundente. Y una acusación con visión de futuro.
“¿Eso fue una victoria del imperialismo?  No, lo que fue una victoria pero pírrica del imperialismo.  Las victorias pírricas son esas en que se pierde más de lo que se gana.  Vamos a ver ahora qué van a decir de esta asamblea democrática, y cómo van a atreverse ahora a decir que el pueblo esté obligado a acatar una resolución que no es democrática; se les va a acabar el cuentecito de la democracia.  Hasta aquí han podido estar hablando del cuentecito de la democracia en Estados Unidos, porque desde aquí, desde aquí, desde ahora en adelante, los que hablamos de democracia somos nosotros que reunimos al pueblo y discutimos con el pueblo los problemas.  Y los que tengan que andar con leyes de excepción, leyes represivas, persiguiendo allí con las fuerzas represivas en la calle al pueblo, encarcelando a los ciudadanos, que no hablen de democracia; el que no pueda reunir al pueblo y consultar al pueblo, y contar con el pueblo para que el pueblo decida sobre los destinos del país, que no venga con el cuentecito de la democracia, ¡que ese cuento está muy viejo!
En aquel momento histórico, el pueblo cubano dio una decisiva lección de verdadera democracia. La misma lección que está dando hoy el pueblo de Venezuela.
Y no se equivocó Fidel aquel histórico 2 de septiembre de 1960, ocasión en que, como respuesta a la nombrada Declaración de Costa Rica, el pueblo cubano aprobó la Declaración de La Habana:
“Y no nos queda ninguna duda de que la patria vencerá.  No nos queda ninguna duda, porque sabemos el terreno que estamos pisando, porque, además, no es la batalla de un grupo de hombres, es la batalla de un pueblo entero y nunca un pueblo entero ha perdido ninguna batalla; ¡es una batalla con razón, una batalla por la justicia, una batalla por el bien de nuestros compatriotas, una batalla por el bien de nuestros semejantes, una batalla por el bien del hombre, una batalla por el bien de la humanidad, y nunca un pueblo entero que ha luchado por tan noble causa ha perdido la batalla”
Los pueblos de Cuba y Venezuela, le siguen ganando la batalla a la OEA y al imperio norteamericano.

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