.Orlando Guevara Núñez
La Constitución aprobada el pasado 24 de febrero por más
del 85 por ciento de los votantes en el referendo, tiene una peculiar
característica: beneficia por igual a quienes la rubricaron con el SI y a los
que la desconocieron con el NO. Porque
ese documento reafirma el presente y garantiza el futuro de todos los cubanos,
sin distinción alguna.
No es nuestra Constitución un documento para defender
derechos de grupos, ni de sectores, ni de intereses particulares, como es
costumbre y norma en otras muchas latitudes del mundo. Es un documento
contentivo de los derechos y deberes de todo un pueblo.
Desde el mismo proceso de discusión, se puso de
manifiesto la diversidad de opiniones
sobre el Proyecto. Y esa diversidad fue respetada y tenida en cuenta.
Improbable, eso es entendible, habría
sido lograr un texto con el pleno apoyo de todos.
La grandeza del pueblo cubano en la votación, estuvo
en su conciencia política, en su
expresión de unidad, en su dignidad como nación, en su decisión de suscribir su
historia de lucha, su presente y su futuro.
De nada valieron campañas desde el exterior, ni a través
de las redes sociales, de los enemigos de la Revolución y el socialismo. De
nada sirvieron los mensajes subversivos a través de los móviles, ni los
serviles llamados, desde púlpitos donde
las voces desconocen el verdadero sentido de la palabra pueblo, para hacer
fracasar el ¡SI! por nuestra Constitución.
Afortunadamente, el pueblo cubano – la obra más sublime
creada por la Revolución- no solo ha construido su obra más hermosa –la
Revolución-, sino que ha sabido defenderla y ha escogido el honroso camino de
engrandecerla y perpetuarla.
No considero un error afirmar que quienes votamos por el
¡SI!, refrendamos no solo la mejoría y garantía de nuestro presente y nuestro
futuro, aprobamos también esos
beneficios para quienes expresaron una opinión contraria. Y sé que muchos están
conscientes de esa verdad.
Nuestra Constitución está aprobada. Ahora queda
aplicarla, cumplirla. Aquí, en ella, está plasmado el sueño martiano de que la
ley primera de la república sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del
hombre. Y también su aspiración de una república con todos y para el bien de
todos.
La Revolución, desde sus cimientos, ha tenido raíces de
pueblo. Y los cubanos hemos aprendido a
distinguir, tanto en lo interno como en
lo externo, entre amigos y enemigos. Hoy adquiere mayor dimensión e importancia esa capacidad, cuando quienes
odian nuestra obra y pretenden destruirla, se empeñan en socavar el
indestructible pilar que la sostiene: la
unidad.
En este caso,
reconozco plena vigencia a otro pensamiento martiano:
“Para los fieles, vengan tarde o temprano, guarda Cuba
todo su amor. Para los incapaces de amarla y servirla, basta con el olvido”.
De esta forma nuestro ¡SI! incrementa la dimensión de su grandeza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario