miércoles, 27 de febrero de 2019

Un ¡SI! que agiganta la dimensión de su grandeza




.Orlando Guevara Núñez

La Constitución aprobada el pasado 24 de febrero por más del 85 por ciento de los votantes en el referendo, tiene una peculiar característica: beneficia por igual a quienes la rubricaron con el SI y a los que la desconocieron con el NO.  Porque ese documento reafirma el presente y garantiza el futuro de todos los cubanos, sin distinción alguna.
No es nuestra Constitución un documento para defender derechos de grupos, ni de sectores, ni de intereses particulares, como es costumbre y norma en otras muchas latitudes del mundo. Es un documento contentivo de los derechos y deberes de todo un pueblo.
Desde el mismo proceso de discusión, se puso de manifiesto la diversidad de  opiniones sobre el Proyecto. Y esa diversidad fue respetada y tenida en cuenta. Improbable, eso es entendible, habría  sido lograr un texto con el pleno apoyo de todos.
La grandeza del pueblo cubano en la votación, estuvo en  su conciencia política, en su expresión de unidad, en su dignidad como nación, en su decisión de suscribir su historia de lucha, su presente y su futuro.
De nada valieron campañas desde el exterior, ni a través de las redes sociales, de los enemigos de la Revolución y el socialismo. De nada sirvieron los mensajes subversivos a través de los móviles, ni los serviles llamados, desde  púlpitos donde las voces desconocen el verdadero sentido de la palabra pueblo, para hacer fracasar el ¡SI! por nuestra Constitución.
Afortunadamente, el pueblo cubano – la obra más sublime creada por la Revolución- no solo ha construido su obra más hermosa –la Revolución-, sino que ha sabido defenderla y ha escogido el honroso camino de engrandecerla y perpetuarla.
No considero un error afirmar que quienes votamos por el ¡SI!, refrendamos no solo la mejoría y garantía de nuestro presente y nuestro futuro,  aprobamos también esos beneficios para quienes expresaron una opinión contraria. Y sé que muchos están conscientes de esa verdad.
Nuestra Constitución está aprobada. Ahora queda aplicarla, cumplirla. Aquí, en ella, está plasmado el sueño martiano de que la ley primera de la república sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre. Y también su aspiración de una república con todos y para el bien de todos.
La Revolución, desde sus cimientos, ha tenido raíces de pueblo. Y los cubanos hemos aprendido  a distinguir,  tanto en lo interno como en lo externo, entre amigos y enemigos. Hoy adquiere mayor dimensión  e importancia esa capacidad, cuando quienes odian nuestra obra y pretenden destruirla, se empeñan en socavar el indestructible  pilar que la sostiene: la unidad.
En este caso,  reconozco plena vigencia a otro pensamiento martiano:
“Para los fieles, vengan tarde o temprano, guarda Cuba todo su amor. Para los incapaces de amarla y servirla, basta con el olvido”.
De esta forma nuestro ¡SI!  incrementa la dimensión de su grandeza.

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