.Orlando Guevara Núñez
El presidente de
los Estados Unidos reafirmó su disposición de utilizar la opción de una
invasión a Venezuela, para conseguir su aberrante obsesión de
derrocar al presidente Nicolás Maduro. En su prepotencia, se piensa
dueño de los destinos del mundo. Y
parece querer disputarle al propio
Dios el don de la omnipotencia.
¿Sus armas principales?
La mentira, la complicidad de los grandes medios de prensa y de
gobiernos serviles, capaces de vender su dignidad, sin importarles el
desprestigio ni la bajeza moral de sus
actos. Su único objetivo es volver a
Venezuela al pasado de oprobios,
cuando los gobiernos de turno,
traicionando al pueblo, entregaban sus riquezas a los monopolios, al tiempo que
su soberanía estaba condicionada por la embajada yanqui en ese país.
Pocas veces se escuchan, en el ámbito de las relaciones
internacionales, tantas ofensas, tantas amenazas y provocaciones, como las
utilizadas por el presidente norteamericano. Y está demostrado que su
bravuconería tiene un solo valladar efectivo: la respuesta digna de los
ofendidos y agredidos.
Eso lo sabemos bien los cubanos. Un día como hoy, 3 de
febrero de 1962, el entonces presidente Kennedy firmó el bloqueo contra Cuba.
Su objetivo confeso fue derrocar a la Revolución, matar a nuestro pueblo de
hambre y enfermedades, o rendirlo por cobardía.
Y aquí estamos. Porque hemos sido capaces de defendernos
en todos los terrenos. Nos rebajaron la cuota azucarera, principal renglón
económico del país, y se les
nacionalizaron 36 centrales azucareros: suspendieron totalmente la cuota,
fueron nacionalizados todos los centrales.
Nos suspendieron la venta de petróleo, se compró a la entonces Unión Soviética; se
negaron a refinarlo, fueron nacionalizadas las refinerías. Crearon, armaron,
financiaron y dirigieron casi 300 bandas mercenarias, el gobierno
revolucionario armó al pueblo miliciano, el que fue capaz de exterminarlas.
Nos bloquearon todas las piezas de repuesto y materias
primas, fueron nacionalizadas todas las industrias, y nuestro pueblo fue capaz de
sobrevivir, inventando, innovando, demostrando que los capitalistas no pueden
vivir sin los obreros, pero los obreros sí pueden vivir sin los capitalistas.
Organizaron la invasión mercenaria de Playa Girón, con el
deliberado propósito de crear una cabeza de playa, formar un gobierno y pedir
la ayuda norteamericana, y duraron menos de 72 horas. Nos amenazaron con el
exterminio nuclear en octubre de 1962, y el pueblo entero, junto a Fidel,
preservó su vida porque fue capaz de arriesgarla.
No somos un pueblo guerrerista, pero hemos asumido el
pensamiento martiano de que los grandes derechos no se compran con lágrimas,
sino con sangre, y el legado fidelista de que nacimos en un país libre que nos
legaron nuestros padres, y primero se hundirá la Isla en el mar antes que
consintamos en ser esclavos de nadie.
Los hechos demuestran
que Trump y su pandilla llevan su prepotencia hasta el punto en que
saben que una agresión suya no tendría como respuesta la impunidad. Y que el
precio de una aventura descabellada sería
para ellos impagable. Para nadie es un secreto que la real amenaza para la seguridad de los Estados
Unidos no proviene de Cuba, ni de Venezuela, ni de China, ni de Rusia, ni de
Irán, por citar solo algunos ejemplos. El verdadero peligro está en la irresponsabilidad
de su propio gobierno, a punto varias veces de provocar conflictos de los
cuales no saldrían ilesos ni el agresor ni el agredido.
Hoy el principal punto de tensión es Venezuela. Centra el
imperio su propaganda en eliminar de la presidencia a Nicolás Maduro. Valga
para los imperialistas la sentencia martiana: de que ignoran los déspotas
que el pueblo es el verdadero jefe de las revoluciones.
Ese pueblo venezolano, chavista, con su verdadero
presidente, Nicolás Maduro Moros, está escribiendo su hermosa historia y sabrá
escribir, si el enemigo lo impone, la historia de una nueva derrota del imperio
yanqui en América.
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