.Orlando Guevara Núñez
Los valores morales en los combatientes del Ejército Rebelde
fueron puntales de la victoria alcanzada sobre la tiranía batistiana. Muchos
ejemplos se conocen sobre su altruismo, entrega total a la causa revolucionaria
y el sacrificio de miles de hombres y mujeres -la mayoría jóvenes- que dejaron
atrás sus hogares, a sus seres queridos, y marcharon a las montañas o actuaron
en la lucha clandestina, arriesgando cada minuto su propia vida.
No los impulsaba ningún interés material. Al contrario,
dejaban a su familia sin poder aportarle recurso alguno, porque nada obtenían
por esa consagración a la lucha, a no ser los riesgos, e incluso la represalia
de los esbirros batistianos.
Revisando algunos textos sobre el día de la victoria de
enero, encontré una anécdota narrada por el Comandante de la Revolución Juan
Almeida Bosque, en su libro La Sierra Maestra y más allá.
Cuando los combatientes rebeldes que estaban en el central
Palma, supieron la noticia de que el tirano Batista había huido del país,
expresaron su júbilo con un tiroteo que duró como media hora. Explica Almeida
que cuando parecía haber llegado a su término, el tiroteo comenzaba de nuevo.
La reacción del Comandante en Jefe Fidel Castro no se hizo
esperar. Desperdiciar parque era un grave delito, porque de ese recurso
dependía el Ejército Rebelde para continuar la lucha. Desde la preparación del
asalto al Cuartel Moncada y luego en la guerra, sabía lo que costaba conseguir
un arma o cada bala. Por eso no perdonaba el despilfarro y mucho menos
malgastarlas.
"Que me traigan al culpable, el que empezó esa
balacera. Anda, Almeida, que lo busquen para fusilarlo".
Continúa narrando Almeida que una hora después, escoltado
por dos que lo sujetaban por cada brazo, trajeron al combatiente, a quien
describió como "gordito, trabado, de mediana estatura, de veinte o
veintitrés años de edad, de cara redonda, ojos pardos, nariz aguileña, cabello
largo por los hombros y barba copiosa; la parte que se le ve del rostro está
pálida".
Alguien le dice al máximo jefe rebelde que el soldado
pertenece a la tropa de Almeida. Y de inmediato surge una orden tajante:
"Que lo fusilen, porque es un crimen el derroche de
parque que se originó por el disparo que hizo este señor, cuando más lo
necesitamos para la ofensiva final y por su culpa botan el parque así".
El propio Almeida intercede a favor del combatiente,
argumentando que no se puede demostrar que sea culpable, cuando fueron cientos
los que dispararon. Celia Sánchez y Guerra Matos se suman a esa opinión.
Ante el debate, afirma Almeida que el muchacho "sigue
cambiando de color como el camaleón".
Pero Fidel analiza los argumentos y cambia su dictamen: “Que
lo pelen al rape y le afeiten la barba”.
Y es entonces que el combatiente interviene para protestar,
"con respeto, pero con firmeza": "Prefiero, Comandante, que me
fusilen, porque este cabello y esta barba es lo más digno que traigo de la
Sierra".
El fin de ese episodio lo resume Almeida con muy pocas
palabras: "Fidel, conmovido, deja que se marche".
No hay comentarios:
Publicar un comentario