.Orlando Guevara Núñez
El 19 de diciembre de 1958,
el Comandante en Jefe Fidel Castro tuvo un día muy triste. Ese día, el dolor
tantas veces sentido ante la muerte de un compañero querido, se repitió, compartiendo espacio con una victoria rebelde,
la liberación de la importante plaza de Jiguaní.
En su libro De la Sierra Maestra a Santiago de Cuba, la
contraofensiva estratégica, en
esa fecha, escribiría el máximo jefe guerrillero:
“El día 19 en la mañana cuando prácticamente había terminado la
acción de ataque a Jiguaní, cayó en combate el capitán Ignacio Pérez, a quien
había designado al frente de las fuerzas rebeldes para esa misión, Aún
consternado, le escribo a su padre, el veterano guerrillero Crescencio Pérez”
He aquí la carta;
Querido Crescencio:
Me acaban de informar la
muerte de Ignacio. Con una pena infinita en mi corazón le escribo estas amargas
líneas. Sé que era el hijo que usted más quería; y en verdad que se merecía
todo su cariño y el nuestro. Siempre lo cuidé cuanto pude, como hago con todos
los compañeros que más riesgos han corrido por el tiempo que llevan en la lucha. Murió de un
obús de mortero, combatiendo una tropa que iba en retirada. Recogimos su
cadáver y le daremos honrosa sepultura. Duele que haya muerto precisamente
cuando el triunfo está a la vista y cuando él estaba resultando ser uno de
nuestros oficiales más competentes y de mi mayor confianza. Su nombre figurará
en la lista de los comandantes de nuestro glorioso Ejército y nunca lo olvidaremos. Le diré solo que
Ignacio era para todos nosotros un hermano y tal es el dolor que sentimos en
este momento.
Fidel Castro
A esa misiva respondió el padre herido en lo más profundo de sus
sentimientos:
Comandante Fidel:
Su mensaje de hoy me produce
el más profundo dolor de mi vida, mi existencia ya no será más que dolor,
agonía y deber; nuestra revolución me ha arrancado lo más preciado de mi
existencia, solo me alienta la fe. Su sangre, como la de tantos valiosos
compañeros caídos en aras de nuestro
ideal, no será derramada en vano.
Reciba un abrazo fraternal
Crescencio Pérez M.
El 19 de diciembre de 1958, se produjo uno de los combates más
cruentos entre el Ejército Rebelde y las fuerzas de la agonizante dictadura
batistiana. El escenario fue San José del Retiro, aledaño al poblado de
Jiguaní, justamente entre Bayamo y Contramaestre, a orillas de la Carretera
Central, que une a Santiago de Cuba con la capital del país.
Fue una acción combinada de las tropas rebeldes del Primer
y Tercer Frentes Orientales, dirigidos por el
Comandante en Jefe Fidel Castro y el Comandante Juan Almeida Bosque. El también
Comandante Guillermo García Frías, jefe del cerco, ataque y toma de Jiguaní,
describiría así ese jirón de la ofensiva final revolucionaria:
“En San José del Retiro tuvo lugar uno de los más encarnizados y
difíciles combates que sostuvieron las tropas bajo mi mando. No fue una lucha
de posiciones; se combatió sobre la marcha y en ocasiones cuerpo a cuerpo
contra una gran fuerza a la que acompañaba un nutrido grupo de civiles e
inclusive soldados vestidos como simples ciudadanos, lo que generó confusión y
provocó que tuviéramos más bajas que de costumbre. Pero el pueblo de Jiguaní quedó
liberado para siempre”.
La misión rebelde, explicó también Guillermo García, comenzó el
día 10 de diciembre y debía impedir que las fuerzas enemigas estacionadas en
Jiguaní huyeran hacia Bayamo y que desde esa ciudad salieran refuerzos hacia
Maffo, donde ese mismo día comenzaría el cerco y hostigamiento a la fortaleza
ubicada en ese lugar, casi pegado a Contramaestre.
Por la parte rebelde el combate dejó 12 muertos y tres heridos,
mientras que el enemigo sufrió más de 30 muertos y 67 prisioneros, además de la
pérdida de más de 70 armas largas.
Ignacio Pérez Zamora era ya jefe de una célula clandestina del
Movimiento Revolucionario 26 de Julio cuando el 2 de diciembre de 1956 el
Granma llegó a las cercanías de Playa Las Coloradas, distante a unos
17 kilómetros del oriental poblado de
Niquero. Estuvo entre los campesinos que salvaron la Revolución en esos días. Y
formó parte de los tres que condujeron a Fidel Castro hasta la finca de Cinco
Palmas, Purial de Vicana, donde el 18 de diciembre se produciría el encuentro
del máximo jefe rebelde con su hermano Raúl y otros expedicionarios.
El 11 de enero de 1957, se produce la incorporación de Ignacio a
las filas de la guerrilla. En lo adelante, comenzaría a tejer su historia como
combatiente, en acciones como La Plata, Llanos del Infierno y El Uvero. Su arrojo y capacidad lo elevarían al
sitial honroso de jefe de la vanguardia de la Columna Nro. 1 José Martí, al
mando del Fidel, cuando Camilo Cienfuegos fue designado para la Columna 4,
dirigida por el Comandante Ernesto Che Guevara.
Vendría entonces su participación en los combates de Palma Mocha,
Pino del Agua (uno y dos) y Salto de Nagua, hasta ser llamado por el Comandante
en Jefe para reforzar las posiciones rebeldes en la Sierra Maestra ante la
llamada Ofensiva de Verano, lanzada por el ejército batistiano. Combatiría
entonces en El Jigüe, Vegas de Jibacoa, Las Mercedes y se integra luego a la
contraofensiva del Ejército Rebelde que daría el golpe final a la tiranía.
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