. Orlando Guevara Núñez
En la madrugada del 25 de
noviembre de 1956, Fidel Castro, con 81 hombres, partía hacia Cuba en el yate
Granma, para reiniciar la lucha armada contra la tiranía de Fulgencio Batista.
Desde el exilio en México, a donde había llegado el 7 de julio de 1955, el joven jefe revolucionario cubano había
anunciado públicamente que regresaría a su país para derrocar al dictador.
“En el 56 seremos libres o
seremos mártires”, había afirmado. Muchos, acostumbrados a pugnas entre
politiqueros que se disputaban el poder para lucrarlo a espaldas del pueblo, no
creyeron en esa palabra empeñada. Pero esta vez sería distinto. Y tras una
intensa labor de unidad de fuerzas, de preparación militar y adquisición de
armas, se logró preparar la expedición.
Así, desde Tuxpan, México,
salió el yate que navegó hacia la historia cubana. “Si salgo, llego; si llego,
entro; si entro, triunfo”. Así lo había anunciado Fidel, basando su optimismo
en la confianza de que el pueblo se sumaría a la lucha.
En una nave marítima con
capacidad para unas 25 personas, hicieron espacio 82 hombres. El Granma tuvo
que salir enfrentado a condiciones meteorológicas adversas.
El expedicionario Juan
Almeida Bosque, quien venía como capitán y jefe del pelotón del centro,
recordaría así aquella madrugada de la salida: “Emocionante, en silencio,
lloviznando, con frío. El yate se puso en marcha despacio. Solo se oía el ruido
del motor en baja y del agua del río al chocar con la proa del Granma. Recuerdo
a Fidel inquieto, mirando por el parabrisas del yate. Ya mar afuera, pudieron
encenderse las luces y entre vivas cantamos el Himno Nacional y la Marcha del
26 de Julio”.
Otro de los expedicionarios
Faustino Pérez Hernández, capitán y jefe
de Estado Mayor de la expedición, quien alcanzaría, al igual que Almeida, los
grados de Comandante del Ejército Rebelde, describiría así la salida del
Granma: “Todas las luces apagadas, un solo motor andando a bajas revoluciones,
todos agachados, unos sobre otros. El timonel busca el centro del amplio canal
que forma el Tuxpan hacia su desembocadura. Avanza. A un lado y otro, la ciudad
dormía. Como media hora para dejar el río, quizá otra media hora para dejar el
puerto. Nadie nos había visto y ya entrábamos en el ansiado golfo. Todos
comprendimos que aquel silencio ya no era necesario. Y se rompió de pronto al
unísono, como si hubiera estado convenido. ¡Nunca ha sido más bello el Himno
Nacional!
Un testimonio que ilustra
aquellos momentos de la salida y los primeros días de la travesía, lo dejó
escrito el Comandante Ernesto Che Guevara, quien, con el grado de teniente
fuera el jefe de Sanidad del Granma: “Salimos, con las luces apagadas, del
puerto de Tuxpan, en medio de un hacinamiento infernal de materiales de toda
clase y de hombres. Teníamos muy mal tiempo y, aunque la navegación estaba
prohibida, el estuario del río se mantenía tranquilo. Cruzamos la boca del
puerto yucateco, y a poco más, se encendieron las luces. Empezamos la búsqueda
frenética de los antihistamínicos contra el mareo, que no aparecían; se
cantaron los Himnos nacional cubano y del 26 de Julio, quizás durante cinco
minutos en total, y después el barco entero presentaba un aspecto ridículamente
trágico: hombres con la angustia reflejada en el rostro, agarrándose el
estómago. Unos con la cabeza metida dentro de un cubo y otros tumbados en las
más extrañas posiciones, inmóviles y con las ropas sucias por el vómito”.
Pero la inexperiencia como
navegantes no impidió la marcha del Granma. Y en la madrugada del 2 de
diciembre de 1956, la embarcación llegaba a Los Cayuelos, punto cercano a
Playas Las Coloradas, en Niquero, otrora provincia de Oriente. Hasta ese
momento, se había cumplido en parte el vaticinio de Fidel: había salido, había
llegado y había entrado a Cuba.
Comenzaría entonces una larga
lucha, en la cual 82 hombres se enfrentarían a un ejército integrado por más de
40 mil efectivos entrenados, bien armados y con todos los medios a su
disposición.
En los primeros 15 días
posteriores al desembarco murieron 21 de los 82 expedicionarios, entre ellos
tres caídos en combate y 18 asesinados luego de ser hechos prisioneros; otros
22 quedaban prisioneros del ejército batistiano; un total de 21 evadieron la
persecución, salieron de la zona de operaciones y escaparon, mientras que 18
quedaron incorporados a la lucha en la Sierra Maestra, encabezados por su
máximo jefe, Fidel Castro.
Vendría luego la lucha
guerrillera en la Sierra Maestra, el combate clandestino en las ciudades –la
ciudad de Santiago de Cuba se había alzado en armas el 30 de noviembre,
esperando el desembarco- hasta que la guerra se extendió a todo el país y
terminó el 1ro. de enero de 1959, con la derrota de la tiranía y el triunfo
definitivo de las armas rebeldes.
Con ese hecho histórico,
quedaba plenamente cumplido el pronóstico hecho por Fidel en México: había
salido, había llegado, había entrado y había triunfado.
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