Orlando Guevara Núñez
La historia tiene a veces hechos que convergen en una misma fecha y, más que casualidad, parecen la expresión de un nexo histórico. Ese es el caso del 2 de diciembre de 1956. Ese día marca el desembarco del Granma, en Los Cayuelos, casi al lado de Playa Las Coloradas en Niquero, con 82 expedicionarios a bordo, bajo el mando de Fidel Castro, para reiniciar la lucha armada por la libertad de Cuba.
Venían estos patriotas en una pequeña embarcación que, al igual que el Granma, fue castigada por el mal tiempo. Habían salido desde Jamaica y pensaban llegar a un lugar situado entre los ríos Júcaro y Jatibonico, en la región camagüeyana, pero fueron desviados por esas condiciones meteorológicas desfavorables.
Me llamó la atención que en el Granma, vinieron cuatro extranjeros: Ernesto Guevara de la Serna (El Che), de Argentina; Angel Alfonso Guillén Zelaya, de México; Gino Donne, italiano; y Ramón Mejìas del Castillo (Pichirilo), dominicano, quien en 1965 cayera combatiendo por la libertad de su país. En El Roncador, venían cuatro marinos griegos.
Pero el hecho que más une a estos dos acontecimientos, es el objetivo común de luchar por la independencia y estar dispuestos los expedicionarios a ofrendar su vida por la misma causa, primero frente al colonialismo español y luego contra la dictadura proimperialista de Fulgencio Batista.
Ambos grupos de expedicionarios fueron atacados desde el primer momento. Los de El Roncador fueron apresados por un buque español y conducidos a Manzanillo, desde donde fueron trasladados hacia Santiago de Cuba, siendo cuatro de ellos, además de Ramón Leocadio, fusilados en la explanada de El Morro, el 7 de marzo de 1885, aunque algunas fuentes citan otras fechas de igual mes.
En el cementerio de Niquero, en los primeros días del desembarco, fueron sepultados 16 expedicionarios del Granma, sólo tres de ellos caídos en combate, y el resto asesinados.
Entre los fusilados en Santiago de Cuba, estuvo el jefe de la expedición de El Roncador. Ramón Leocadio Bonachea, quien había nacido en la ciudad de Santa Clara, el 9 de diciembre de 1845. Se alzó en armas contra España en febrero de 1869 en ese territorio. Estuvo entre los jefes militares cubanos que no aceptaron el Pacto del Zanjón, acuerdo que ponía fin a la guerra iniciada en el 10 de octubre de 1868 por Carlos Manuel de Céspedes, sin alcanzar los dos objetivos básicos: la independencia de Cuba y la abolición de la esclavitud.
Se negó a deponer las armas y protagonizó, junto a un grupo de sus hombres, el hecho conocido en la historia como la Protesta de Hornos de Cal o Protesta de El Jarao, en la propia región villareña, el 15 de abril de 1879.
Solo después de más de un año, luego de combatir con escasos recursos en territorios de Las Villas y de Camagüey, decidió acogerse al exilio, haciendo constar que no se trataba de una capitulación, ni de abandonar la actitud hostil contra España. Partió entonces hacia Jamaica. Aceptó una propuesta de los generales Calixto García y Carlos Rolof, en nombre del Comité Revolucionario Cubano, para encabezar el movimiento revolucionario de Sancti Spíritus, Morón y Ciego de Ávila cuando estallara una nueva gesta independentista.
Ramón Leocadio Bonachea, el tenaz y hombre patriota, como lo calificara José Martí, abonó con su sangre generosa la independencia y la libertad de Cuba.
Por donde mismo llegó El Roncador, llegó 72 años después el Granma. En esta ocasión, sobrevivieron muchos de los expedicionarios, entre ellos su jefe principal, Fidel Castro Ruz, quien llevó a la victoria las ansias libertarias de varias generaciones de cubanos, a través de una Revolución que él definió como una sola: la iniciada por Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868, y que nuestro pueblo lleva hacia adelante victoriosamente.
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