sábado, 5 de noviembre de 2016

Lo que Obama no tuvo en cuenta en su directiva sobre Cuba



.Orlando Guevara Núñez

La directiva del presidente de los Estados Unidos, Barack  Obama, sobre la normalización de las relaciones con Cuba, es algo así como un canto de sirenas que esconde tras de sí, disfrazados con engañosas  melodías, los aullidos de lobos  que buscan hipnotizar a su presa para después devorarla. Solo que Cuba no tiene vocación de Caperucita Roja. Y Obama no ha tenido en cuenta esa realidad.
Obama define  las razones de su llamado cambio de política hacia nuestro país, es decir, “emprender un nuevo rumbo respecto a Cuba, poniendo fin a una política desactualizada que fracasó en hacer avanzar los intereses de Estados Unidos, en apoyar las reformas y en mejorar la vida del pueblo cubano en la Isla durante varias décadas”.
La cuestión está clara: hay que cambiar para “otro rumbo” que garantice los intereses de Estados Unidos en Cuba. Y los cubanos sabemos muy bien cuáles han sido y son esos intereses: destruir a la Revolución cubana. Y el lamento imperial consiste en que el bloqueo no pudo lograr ese objetivo, ni tampoco las agresiones, ni las amenazas, ni los intentos de aislamiento, ni las calumnias, ni sus leyes criminales como la Torricelli, Helms-Burton y la de Ajuste Cubano.
El objetivo proclamado por Obama no puede ser más engañoso. De solo ojear estas breves líneas, puede descubrirse la falsedad: “(…) ayudar al pueblo cubano a lograr un futuro mejor e incentivar el desarrollo de un socio en la región que sea capaz de trabajar con Estados Unidos para enfrentar desafíos regionales tales como el cambio climático, enfermedades y el tráfico ilícito”.
La hipocresía no resiste el análisis. La mejor ayuda de Obama al pueblo cubano consistiría, sencillamente, en la eliminación del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto a nuestro país desde el mismo nacimiento de la Revolución. Pero la ayuda a la que él se refiere es otra: la ayuda a regresar al sistema capitalista. Para contar con otro “socio” al estilo de los derechistas que hoy en Argentina y Brasil, entregan las conquistas del pueblo a los explotadores, o de los que en Venezuela, Bolivia, Ecuador y otros países, tratan de imponer el modelo neoliberal, es decir, el modelo deseado por el imperio para Cuba.
Lo principal para el imperialismo norteamericano es provocar en Cuba una subversión interna que, apoyada por ellos, desmonte el sistema socialista. Su egocentrismo los conduce al complejo de querer emular con Dios en eso de aspirar a que el hombre sea a su imagen y semejanza.
Quiere Obama que Cuba tenga un gobierno que coopere con Estados Unidos frente a las enfermedades, pero durante más de medio siglo nuestro país no ha podido, ni puede, comprar en ese país medicinas indispensables para salvar una vida o aliviar un mal. Por otra parte, millones de norteamericanos son cada año amputados, pero no pueden utilizar la medicina cubana efectiva contra ese flagelo, porque el bloqueo se lo impide. Eso sucede también con otros adelantos científicos cubanos.
Habla el presidente norteamericano sobre el combate al tráfico ilegal, pero en el mismo documento plantea que no habrá modificación en la criminal Ley de Ajuste Cubano. En realidad, como lo demuestran las medidas positivas, pero insuficientes, de Obama en relación con el bloqueo, lo que hacen, en buen decir cubano, es “acercar las brasas a su fogón”, beneficiando más a los intereses imperiales que al pueblo cubano.
Quienes conozcan la realidad cubana y lean los planteamientos de Obama en su directiva presidencial, se darán cuenta de lo engañoso del documento en muchos de sus pronunciamientos. Faltan ya pocas horas para las elecciones en los Estados Unidos y, como se ha dicho, quien asuma la presidencia tendrá la opción de dar continuidad o tirar al basurero de la historia esta directiva.
Obama tuvo el mérito de haber reconocido públicamente el fracaso del bloqueo e incluso  de llevar al Congreso la petición de su levantamiento. Pero, indudablemente, ha hecho muy poco de lo mucho que pudo hacer, desde el punto de vista personal, para contribuir a desmantelar esa medida que sigue siendo un baldón para la moral de su gobierno.
El pueblo cubano ha reaccionado con vigor e indignación ante este documento injerencista. Y la posición expresada por obreros, campesinos, estudiantes, organizaciones de masas y sociales, a todo lo largo y ancho del país, está bien definida: apoyamos el diálogo, las negociaciones, pero no admitiremos nunca injerencias, ni imposiciones, ni irrespetos a una soberanía que ganó nuestro pueblo no en urnas amañadas, ni en un golpe de estado, sino con las armas en las manos, a costa de más de 20 mil vidas perdidas.
Esta es y seguirá siendo, la Revolución patriótica, democrática y socialista de los humildes, por los humildes y para los humildes. Y por esa Revolución estamos dispuestos a dar hasta nuestra propia vida. Palabra de pueblo.  Esa realidad no fue tenida en cuenta por Obama al redactar su directiva.

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