martes, 29 de noviembre de 2016

Fidel durante la Caravana de la Victoria. Fragmentos de su discurso en Camagüey, el 4 de enero de 1959





“Esos tanques son del pueblo; se los hemos arrebatado a la tiranía para dárselos al pueblo.  Y por eso esta mañana tuvimos la singular satisfacción de ver que a nuestro tanque el pueblo le tiraba flores.  Y no es un tanque, son 16 tanques:  los tanques que mandaron para perseguir a los rebeldes, y los rebeldes van ahora para La Habana con los tanques”.
“Pero hay algo más extraordinario todavía:  los soldados que mandaron para Oriente a perseguir a los rebeldes, ahora van para La Habana junto con los rebeldes (APLAUSOS); las fragatas que mandaron a Oriente para destruir a cañonazos a nuestras tropas, van ahora para La Habana con los rebeldes (APLAUSOS); los aviones que antes desde este mismo Camagüey partían a bombardear la Sierra Maestra, están aquí ahora, a la disposición...  (ININTELIGIBLE)...  (APLAUSOS)
“Para demostrarles a los campesinos que la guerra se acabó de verdad, que ya no hay nada más que temer —por lo menos de algún enemigo interno—; para demostrarles a los campesinos de la Sierra Maestra que estos aviones son suyos (APLAUSOS), vamos a mandar los aviones a lanzar regalos a los campesinos de la Sierra Maestra.  Y créanme que será para mí un motivo de gran satisfacción, porque una mañana en el alto de la Sierra dije:  algún día esos aviones vendrán aquí, pero a tirar medicinas y a tirar regalos para los campesinos.  Y voy a cumplir mi palabra (APLAUSOS)”.
“Lo que les quiero decir es que los tanques, los cañones, los aviones, las fragatas, los fusiles, las ametralladoras, todo, está en manos del pueblo (APLAUSOS)”.
“La guerra se acabó ayer y ya estamos trabajando, trabajando más que cuando no había paz; la paz para nosotros es trabajo triplicado, es lucha triplicada.  Y estaremos luchando, mientras nos quede una gota de energía estaremos en pie y no descansaremos y no dormiremos”.
“Cuando hoy atravesaba las calles de Camagüey, donde encontraba tantas caras emocionadas, tantos brazos que se alzaban, cuando parecía que todo era una alegría inmensa en los rostros, yo pensaba en otras cosas.  Yo decía:  cada hombre y cada mujer y cada joven y cada anciano, cada niño, parecía ser feliz.  Cualquiera diría que aquella gente no tenía problemas, que aquella gente no tenía preocupaciones.  Sin embargo, yo decía:  detrás de cada rostro que se alegra, cuántas preocupaciones habrá (APLAUSOS).  ¿Cuántos de aquellos hombres y mujeres que caminaban, que rebosaban de júbilo, cuántos tendrían trabajo, cuántos tendrían un centavo en el bolsillo, cuántos podrían tener la seguridad de que si enfermaba un hijo o un hermano iba a tener con qué comprarle la medicina?  ¿Cuántos tendrían un techo decoroso donde vivir?  ¿Cuántos tendrían la seguridad de poder comer al otro día?  Y estaba seguro de que detrás de aquellos rostros, de que aquel hombre o mujer, cuando pasara el instante y volviera a su casa, volverían a su mente el cúmulo inmenso de preocupaciones de cada hombre o mujer humilde”.
“Sería un demagogo y un embustero si dijera aquí que todos los problemas se van a resolver y se van a resolver enseguida.  No.  Cuando nosotros llegamos a Playa de las Coloradas en el Granma, no creíamos que todo se iba a resolver y se iba a resolver enseguida.  Sabíamos que había que luchar mucho, sabíamos que grandes fuerzas se oponían a nosotros, que grandes intereses se oponían a nosotros, que grandes creencias se oponían a nosotros.  Se decían muchas cosas:  que aquello no podía triunfar; que no había hambre, y que cuando no había hambre las revoluciones no prosperaban; que no teníamos el ejército; que contra un ejército no se podía hacer una revolución; que las revoluciones se hacían con el ejército o sin el ejército, pero no contra el ejército.  Y lo peor es que aquí había que luchar no solo contra los fusiles, sino también contra las creencias; contra las creencias, que a veces son peores que los fusiles, ¡peores son que los fusiles!  Pues bien:  la dictadura acaba de caer y, sin embargo, ustedes y nosotros acabamos de llegar a la Playa de las Coloradas, porque en la paz nos queda mucho por luchar.  Nada lo recibimos en balde, todo lo que obtendremos tendrá que ser con el sudor de nuestra frente”.
“Decía que surgirían los envidiosos, los que no pueden tolerar el acierto de otros, los que creen que todo les hace sombra.  Vendrán los calumniadores, vendrán a dividir a nuestro pueblo hoy reunido, vendrán a debilitarlo, a destruirle la fe en los hombres que lo están dirigiendo.  Lucharemos contra eso”.
“Dura y difícil será la empresa de los que pretendan separarnos y alejarnos a nosotros de nuestro pueblo, porque cuando no se vive más que para un solo propósito, cuando no se vive más que con una sola intención, cuando no se descansa, cuando no se duerme, cuando no hay tregua en el trabajo y en la lucha por servir honradamente una causa, no hay fuerza que pueda separar a un hombre de su pueblo Y el pueblo tendrá en nosotros eso:  servidores, y no quien trate de servirse del pueblo”.

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