.Orlando
Guevara Núñez
Es conocido que en el juicio por los hechos del 26 de julio de 1953, Fidel Castro concluyó su
alegato de autodefensa con esta afirmación: ¡Condenadme, no importa, la
historia me absolverá! En aquel momento,
el tribunal lo condenó a 15 años de
prisión. Vinieron el encierro en la entonces Isla de Pinos, el exilio en
México, el desembarco del Granma, la lucha en la Sierra Maestra y la victoria
de la Revolución.
El programa
nacido de los disparos del Moncada, fue sobre cumplido desde los primeros años
de la Revolución. Y la historia no solo absolvió a Fidel, sino que lo elevó al
sitial más alto del patriotismo, de la dignidad y el decoro de su pueblo.
Pero a partir
de enero de 1959, comenzaría para el máximo líder de la Revolución cubana otra
guerra de superiores dimensiones, contra enemigos más poderosos. Solo que
ahora, la batalla revolucionaria estaría sostenida por todo un pueblo. Y el
propio Fidel, el 26 de julio de 1959, afirmaría:
“Esta no es
obra de un hombre sino la obra de un pueblo, no es el mérito de un hombre sino
el mérito de un pueblo, no es la gloria de un hombre sino la gloria de un
pueblo y, sobre todo, la gloria de los hombres que han caído por hacer posible
estos instantes de felicidad que Cuba vive”
“A los que
en nombre o invocando hipócritamente la palabra democracia nos calumnian,
podemos decirles: ¡Democracia es
esto! Democracia es el cumplimiento de
la voluntad de los pueblos. Democracia
es, como dijera Lincoln, el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.
Gobierno que no sea del pueblo, no es democracia. Gobierno que no sea por el pueblo, no es
democracia. Gobierno que no sea para el
pueblo, no es democracia”.
“Y para los
que no entiendan o no quieran entender, ese es el secreto de la fuerza tremenda
de la Revolución Cubana, que no está en haber derrocado a la tiranía sangrienta
que nos oprimía, porque pudo haberse derrocado a la tiranía y mantenerse en el
país las condiciones que hicieron posible esa tiranía; pudo haberse derrocado a
la tiranía y ocurrir un simple cambio de hombres en el gobierno; pudo haber
sido derrocada la tiranía y perpetuarse en la vida pública de nuestro país los
mismos vicios que estábamos padeciendo desde el inicio de la república; pudo
haberse derrocado a la tiranía para seguir en la politiquería. Mas no fue así. Se derrocó a la tiranía para hacer una
revolución; se derrocó a la tiranía no solo para librar al pueblo del crimen y
el asesinato y la tortura y la opresión, sino también para librar al pueblo de
la miseria, tan criminal y tan cruel como la tiranía derrocada”
“Ese es, a
los ojos de nuestros detractores y a los ojos de nuestros enemigos, el crimen
que hemos cometido: volver los ojos
hacia los olvidados de siempre, volver los ojos hacia quienes necesitaban de
nosotros, volver los ojos a los que realmente aquí necesitaban de una
revolución que los librase de tantos males y de tantos sufrimientos”“Con el
pueblo derrocamos a la tiranía, con el pueblo estamos gobernando y para el pueblo
estamos gobernando, por eso el pueblo está y estará junto a nosotros”
Ese histórico
26 de julio, ante las mentiras, las calumnias y amenazas del Norte revuelto y
brutal que nos desprecia, al decir de José Martí, en completo maridaje con la
contrarrevolución, los explotadores, los vende patrias y esbirros desalojados
del poder, afirmaría nuestro Comandante
en Jefe:
“En definitiva, puedo repetir otra vez con
absoluta certeza a los detractores de nuestra Revolución: “¡Condenadme,
no importa, la historia me absolverá!”
Ahora, a las
puertas del aniversario 65 del Moncada y el 60 del triunfo de la Revolución,
está demostrado que la historia ha vuelto
a absolver a Fidel. Las mentiras y calumnias fueron derrotadas, los intentos de
aislamiento, las agresiones, sucumbieron ante las victorias del pueblo. Y Fidel
sigue siendo el eterno Comandante en Jefe de la Revolución cubana. Y su
estatura ha crecido más allá de nuestras fronteras. Y el prestigio de Cuba está
multiplicado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario