domingo, 29 de julio de 2018

Frank País García: el ideal del héroe




.Orlando Guevara Núñez

Asombra el hecho de que hoy, transcurridos  casi 60  años del triunfo de la Revolución cubana, al hablar de uno de los principales dirigentes de la lucha contra la tiranía batistiana, digamos que él  tendría  ahora  83 años de edad. Y es que Frank País García, al caer asesinado en Santiago de Cuba, el 30 de julio de 1957, aún no había cumplido los 23 años.
En esta ciudad nació el 7 de diciembre de 1934. Exactamente 38 años después de la caída en combate de Antonio Maceo. Hermoso simbolismo de continuidad, porque si la muerte del Titán de Bronce  marca el homenaje a todos los caídos en las gestas independentistas cubanas del siglo XIX, la de Frank señala igual tributo a los mártires de la última etapa de la lucha insurreccional.
Tanta historia protagonizada  por este  joven, casi desborda el límite de su corta edad. El mismo 10 de marzo de 1952, ante el artero golpe militar batistiano, Frank se presenta, junto a un grupo de jóvenes, al Regimiento del Moncada. Indaga por la situación y pide armas para oponerse al golpe. Habla de marchar hacia Occidente, como lo había hecho Antonio Maceo. Ante la claudicación de los militares, se refiere al triste destino del país, al cual quienes le han jurado amor, respeto y honra, no eran ahora capaces de defenderlo.
Luchas estudiantiles. Manifestaciones y huelgas. Creación de organizaciones para encausar la resistencia y oposición, como  Decisión  Guiteras, Acción Revolucionaria Oriental y Acción Nacional Revolucionaria. Luego, su incorporación al Movimiento Revolucionario 26 de Julio, en el cual asumiría la jefatura de la lucha clandestina hasta  su muerte.
En numerosos artículos denuncia al tirano y llama al pueblo al combate.” ¡10 de marzo!  Derroche de fanfarronería, mientras cunde el miedo, la incertidumbre, el hambre, entre el pueblo de Cuba, y los ya acostumbrados tiros, golpes, detenciones, cárceles y arbitrariedades para los estudiantes por los muy fieles defensores del gobierno (…) ¡Centenario martiano lleno de dolor, sangre y tristeza!”, escribe.
A partir de  su segunda visita  a México, en octubre de 1956, cuando Fidel lo nombre Jefe Nacional de Acción del Movimiento Revolucionario 26 de Julio y se acuerda el respaldo  de Santiago de Cuba a la futura expedición,  crecería la responsabilidad de Frank en las grandes batallas por venir. Se organizan y actúan con mayor celeridad las células clandestinas. Se prepara y ejecuta, bajo su dirección personal, el alzamiento armado del 30 de noviembre de 1956 en Santiago de Cuba, con acciones en otros puntos del país, con el objetivo de atraer la atención de las fuerzas armadas batistianas y que éstas no pudieran concentrarse  contra  los expedicionarios del Granma, comandados por Fidel.
En los días posteriores, la capacidad organizativa de Frank País ganó nuevas dimensiones. La estructuración y misiones de las milicias clandestinas en todo el país. El respaldo a la lucha guerrillera en la Sierra Maestra, incluyendo la organización y envío del primer refuerzo, integrado por más de 50 combatientes, en marzo de 1957. El combate abierto a la tiranía en plena calle. El ajusticiamiento a los esbirros y delatores al servicio del régimen asesino.
Su madurez política es acelerada. En mayo de 1957, escribe en una de sus circulares a los combatientes, que “Surge en el Movimiento 26 de Julio un nuevo concepto, una nueva idea, que recoge las frustraciones cubanas desde 1902 hasta la fecha y trata de aprovechar las experiencias históricas para unirlas a las necesidades económicas, políticas y sociales de nuestra patria y darles las verdaderas soluciones”.
Y en esa misma circular deja bien claro el contenido de su pensamiento político, al afirmar. “Pero hay más, no sólo aspiramos a derrocar una dictadura que mancha nuestra historia de pueblo amante de la libertad, no sólo aspiramos a poner fin a la bancarrota económica, no sólo aspiramos a administrar y vivir honradamente, no sólo aspiramos a devolver la paz y seguridad al pueblo de Cuba, aspiramos y esto debe estar bien claro en todos los militantes del M-26-7, a encauzar a Cuba dentro de las corrientes políticas, económicas y sociales de nuestro siglo”.
Se refirió Frank a las aspiraciones de conmover a todos los sectores del país y al  fomento de planes para ponerlos a trabajar en beneficio de la Patria Nueva, así como a remover, derribar, destruir el sistema colonialista que aún impera, barrer con la burocracia, eliminar mecanismos superfluos, extraer los verdaderos valores e implantar  de acuerdo con las particularidades de nuestra idiosincrasia las modernas corrientes filosóficas que imperan actualmente en el mundo.
Su visión, lo condujo a la concepción de integrar a todo el pueblo a la lucha. A los obreros les prestó especial atención, identificando en ellos una fuerza decisiva para derrocar al tirano. Así fue Frank  hasta el día de su muerte. Aún siendo tan joven y sumido en la más férrea clandestinidad, el pueblo santiaguero lo conocía, lo admiraba y lo seguía.  El dolor ante su asesinato se convirtió en fuerza del pueblo que se lanzó a las calles, se declaró en una huelga espontánea, lo acompañó hasta el cementerio con flores, banderas cubanas y del 26 de Julio, con gritos de ¡Abajo Batista!, ¡Viva la Revolución!, ¡Viva Fidel!  Y tanta fue la rebeldía, que los esbirros, asustados, se encerraron en sus guaridas, temerosos hasta de su propio crimen.
Interpretando el sentimiento del pueblo ante ese episodio lacerante, el Comandante en Jefe Fidel Castro, en carta a Celia Sánchez Manduley, escribiría poco después unas sentidas líneas que retratan al héroe en toda su dimensión.
“No puedo expresarte la amargura, la indignación, el dolor infinito que nos embarga. ¡Qué bárbaros!, lo cazaron en la calle cobardemente, valiéndose de todas las ventajas de que disfrutan para perseguir a un luchador clandestino. ¡Qué monstruos! No saben la inteligencia, el carácter, la integridad que han asesinado. No sospecha siquiera el pueblo de Cuba quién era Frank País, lo que había en él de grande y prometedor. Duele verlo así, ultimado en plena madurez a pesar de su veintitrés años, cuando estaba dándole a la Revolución lo mejor de sí mismo”.
Ahora recordamos a Frank y lo vemos como él quiso, como  un eterno joven. Y rememorando su afirmación de que  “cuando quede un solo cubano que crea en esta Revolución, ese cubano seré yo”, se nos ocurre, como el homenaje más sentido a su memoria, reiterar nuestra convicción de que mientras quede un solo cubano con vida, esta Revolución no será destruida por nada ni por nadie.

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