martes, 3 de julio de 2018

Santiago de Cuba vista por la heroína Vilma Espín Guillois





 .Orlando Guevara Núñez
Cuando se hable del heroísmo de Santiago de Cuba, el nombre de Vilma Espín Guillois será siempre imprescindible. Ella fue protagonista del heroísmo de los días más difíciles. Heroína de la clandestinidad y del Ejército Rebelde. Heroína de la República de Cuba. La Vilma de Santiago y de toda Cuba.
En el libro Una Revolución que comienza, de la Editorial Oriente,Vilma dejó plasmadas algunas de sus vivencias sobre Santiago de Cuba.
La caída de Frank País.
“Bueno, esa tarde fue tremenda para todos nosotros. Inmediatamente llamamos a la mamá de Frank y a su novia América Domitro para que fueran enseguida a reclamar el cadáver”.
“Frank estaba tirado en medio de la calle y todo el pueblo se fue arremolinando allí, se pusieron cordones. Había una situación popular tremenda. Frank muerto, y Santiago de Cuba estaba hirviendo. Esa misma tarde, los dueños de los almacenes y la gente de la Resistencia Cívica empezaron una huelga; los patronos y los obreros, todo el mundo. Ahí si es verdad que todo el mundo se puso de acuerdo, y empezaron a cerrar”.
Por fin me pusieron a Rosario al teléfono. Entonces yo le dije: “Usted tiene que ir y fajarse de cualquier manera, con los dientes, de cualquier manera para que le entreguen el cadáver de Frank”. Y ella, que es una mujer de un temple tremendo, arrancó para allá con una fuerza enorme”.

“Ya lo habían llevado para el necrocomio cuando ella llegó, porque en los primeros momentos la gente quería llegar hasta el cadáver y hubo forcejeos con los guardias. Es que la reacción popular fue espontánea, muy poderosa, y desde ese momento se paró la ciudad, la gente se dedicó a ir donde estaba Frank. Entonces ellos entregaron el cadáver. Actuaron inteligentemente en ese momento: lo que hicieron fue replegar todas las fuerzas y acuartelarlas, mientras la gente se aglomeraba alrededor de la casa de América, que fue donde se tendió”.
Allí se le puso el uniforme, porque Frank tenía dos vocaciones bien marcadas, pero yo diría que la primera era la militar y la segunda, la de maestro. Yo insistí en que le pusieran el uniforme y la boina sobre el pecho, porque a él le gustaba la boina y la usaba desde antes, y que le pusieran una rosa blanca sobre la boina y el brazalete del 26. Además, los grados de tres estrellas correspondientes al plan de los nuevos grados que él estaba elaborando para mandárselo a Fidel”.
El entierro fue una manifestación de todo el pueblo. Los centros de trabajo estaban cerrados, no había fuerzas públicas por ninguna parte y la ciudad entera estaba tomada por el pueblo. La gente que no iba en el entierro, tiraba flores a su paso, y hubo caso de gente de la Marina que esperaron el entierro y se cuadraban cuando pasaba; fueron los que participaron, menos de dos meses después, en la acción de Cienfuegos (esto lo supe luego)…”
En carta  a Léster Rodríguez, sobre la muerte de Frank, Vilma escribe:
“El día 31 fue el día más extraordinario de cuantos han conocido en esta etapa de la historia de Cuba, aún así, ni siquiera tuvo el consuelo de poder ver cuanto ocurrió. Sabes que ese día vino el Embajador Smith; aún antes de lo de Frank ya se tenía preparada una demostración de las mujeres santiagueras; imagínate tú lo enardecidas que estaban todas con lo que acababa de ocurrir, ese día la mujer santiaguera escribió una página admirable de coraje. Fueron golpeadas, vejadas, les pusieron las mangueras de los carros de bomberos y no se movieron”.
“Según se llevaban un grupo de mujeres por un lado del parque, aparecía otro por el otro extremo. A las doce del día había 50 mujeres presas en el Palacio Provincial y el embajador estaba asqueado e indignado con la represión policíaca. Toda la preocupación de las presas ensopadas y golpeadas era que las soltaran a tiempo para ir al entierro. Esta fue la más imponente y colosal demostración de duelo que se ha visto en Cuba. Por la tarde no abrió ningún comercio para que todo el mundo pudiera ir al entierro. La ciudad entera se quedó vacía mientras se acumulaban más de 20 cuadras de gente en apretada masa desde la casa de América. Procuramos que el entierro de Pujol se uniera, sabes que él fue formidable, según me dicen, trató de cubrir a Frank con su cuerpo”.
“Todo ese imponente desfile de la ciudadanía santiaguera bajó Heredia hasta San Pedro y de ahí al cementerio. Martí estaba abarrotada  de gente que se unió luego, de los balcones caían flores al paso del cortejo. Se procuró que fueran solamente cantando el Himno Nacional, pero de vez en cuando salía un grito de rebeldía apoyado por todo el pueblo. Los viva y los  ¡abajo! Pudieron contenerse un poco al principio, pero luego se desbordaron”.
“Las autoridades tuvieron el buen tino de acuartelar sus tropas, aquella multitud no hubiera temido a nada; a la vista de un uniforme hubieran destrozado al que lo llevara. Se izaron banderas del 26 en el cementerio.  (…)”
 “Ese día Frank ganó la más grande de sus batallas, con sus estrellas de coronel, me hice la idea de que sonreía”.                
Sobre  otro  momento trágico para  los revolucionarios santiagueros,  la muerte de Pepito Tey, Tony Alomá y Otto Parellada, el 30 de noviembre de 1956, Vilma  ofrece su testimonio sobre lo acontecido  cuando se velaba el cadáver de Pepito.  Recogido en el libro José Tey Saint-Blancard, su última cita de honor, de Yolanda Portuondo López, pág. 304,  citando como fuente al diario  Juventud Rebelde, de 30 de noviembre de 1966.
“Al día siguiente se efectuó el entierro de Pepito Tey, que fue al doblar de nuestra casa de San Jerónimo. Fuimos hasta allí Haydée, Armando y yo. Todavía estaban los guardias haciendo disparos, pues el pánico los invadía. Recuerdo que uno de ellos, trepado en un camión, se orinó en los pantalones a la vista de todos. No sabían qué hacer. Mucha gente concurrió al velorio. Había de todas las procedencias: comerciantes, obreros, gente acomodada, gente humilde. Los soldados estaban frente a la puerta de la funeraria provocando. En cierto momento pasó un soldado y disparó una ráfaga de ametralladora contra el entierro. El público se lanzó al suelo y el féretro salió rodando en el correcorre. Tuve que sacar de allí a la mamá de Pepito. La soldadesca trató de entrar al velorio y se produjo un momento emocionante. La gente que estaba allí, en casi su totalidad, eran  gente pacífica, gente del pueblo. Pero cuando los militares se movieron hacia la entrada, los hombres que se hallaban en el vestíbulo, calladamente, como respondiendo a un impulso interior, formaron un semicírculo y se quedaron aguardando con los puños cerrados. Un sargento se dio cuenta de que iba a haber pelea y decidió llamar por teléfono para pedir instrucciones. Entonces le dieron órdenes de no dejar entrar más público al velorio.
Armando, Haydée y yo nos situamos en la escalinata de la funeraria y al pasar  el féretro saludamos militarmente. Los soldados estaban tan nerviosos que no hicieron caso de aquello


 Vilma Espín Guillois.  Heroína de la lucha clandestina y guerrillera. Fue coordinadora del Movimiento Revolucionario 26 de Julio en Oriente y combatiente del Segundo Frente Oriental Frank País. Falleció el 18 de junio de 2007.

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