sábado, 21 de julio de 2018

La Batalla de El Jigüe Antesala de la contraofensiva rebelde





. Orlando Guevara Núñez
Entre los días del 11 al 21 de julio de 1958, la Sierra Maestra fue escenario de la batalla de El Jigüe, acción victoriosa del Ejército Rebelde contra  las tropas de la tiranía batistiana. A partir de entonces, todo  quedaba listo para que, luego de otra acción triunfante, en Las Mercedes, el 6 de agosto, quedara totalmente derrotada la ofensiva de la dictadura, y comenzara la contraofensiva rebelde, que culminaría con el triunfo de la Revolución.
Envalentonada por el fracaso de la Huelga del  9 de abril de 1958, el ejército batistiano había lanzado una operación de unos diez mil hombres, respaldados por tanques, aviones, artillería y la Marina de Guerra, con el fin de eliminar, en la Sierra Maestra, al principal mando rebelde, bajo la jefatura de Fidel, e integrado por unos 300 combatientes.
En El Jigüe, comunidad serrana enclavada en el hoy municipio de Guamá, se había establecido uno de los batallones élites de la tiranía, como parte de su estrategia de cercar y aniquilar a las fuerzas rebeldes. Pero, una vez más, la estrategia guerrillera se impuso, y derrotó a una tropa superior en número, y en cantidad y calidad de las armas.
Desde el 10 de junio habían desembarcado las fuerzas enemigas en un lugar cercano, con el objetivo inmediato de establecerse en El Jigüe y operar para el rescate de prisioneros en manos rebeldes. Pero no contaban con el ataque rebelde, el hostigamiento constante y el arrojo de una pequeña tropa que los combatiría hasta derrotarlos.
El 11 de julio se escenifica el primer ataque contra el Batallón 18, de Infantería, con un objetivo concreto: causarle heridos y obligar al mando enemigo a bajar  a la costa a curarlos, lo que sería aprovechado para emboscarlos, causarles bajas y ocuparles armas. Los pequeños grupos rebeldes tendieron un férreo cerco al enemigo. El enemigo quedaba sin posibilidad de abastecimientos, de evacuar heridos, y de retirada.
Como parte de la estrategia rebelde, se instalaron amplificadores que exhortaban a la rendición, se escuchaban canciones de moda en aquella época y otras revolucionarias interpretadas por el Quinteto Rebelde. El día y la noche del 15 de julio, el enemigo fue constantemente “bombardeado”  por la amplificación rebelde. Este factor contribuyó a minar el ánimo y la moral del enemigo.
Se le decía a los sitiados que, si se rendían, solo serían ocupadas las armas y no sus pertenencias personales. Que los heridos serían entregados a la Cruz Roja y que, mientras tanto, serían atendidos por capacitados médicos rebeldes. Que todos, soldados, clases y oficiales serían puestos en libertad en un término no mayor de 15 días. Se les aseguraba que todos recibirían cigarros, alimentos y lo que de inmediato necesitaran.
Como garantía, se les ofrecía también que ningún prisionero sería interrogado, maltratado ni humillado de palabras o de obra, y que recibirían trato humano y generoso, como los anteriores. A todos se les ofrecía enviar noticias sobre ellos a la familia. Y se les indicaba, si aceptaban estas condiciones, enviar un hombre, con bandera blanca y diciendo en voz alta: ¡Parlamento! ¡Parlamento! También se exhortaba, en el plano individual, para los soldados que así lo quisiesen, presentarse a las tropas rebeldes.
Un dato curioso es que, en realidad, los rebeldes estaban cercados por las tropas de la dictadura que habían llegado por distintas vías a la Sierra Maestra. Pero ellos, a su vez, habían cercado a uno de los batallones insignias del ejército opresor.
Durante varios días se combatió duro, con valentía por ambas partes, como lo reconoció el máximo jefe rebelde que dirigía las acciones, Fidel Castro. El cerco se arreciaba cada día. El enemigo no podía moverse sin ser atacado y sufrir bajas. Los refuerzos que pidieron, sucumbieron ante el empuje guerrillero. El acceso a alimentos, agua y otras provisiones se hacían imposibles. O se rendían, o  perecían. Tal era la disyuntiva.
Esa era la situación del Batallón 18, apertrechado de morteros, ametralladoras, fusiles automáticos y abundante parque y avituallamiento. Y fue así como, el 20 de julio, los oficiales y soldados batistianos, vencidos y desmoralizados, comenzaron a deponer las armas. Al día siguiente, quedaba consumada la rendición. El enemigo había sufrido importantes bajas – 41 muertos y más de 200 prisioneros, entre ellos 30 heridos- al tiempo que les fueron ocupadas 249 armas.
Al finalizar la batalla, seis combatientes rebeldes habían perdido la vida, entre ellos el valeroso capitán Andrés Cuevas Heredia, caído el 19 de julio, ascendido póstumamente al grado de Comandante del Ejército Rebelde. Otros seis habían sido heridos.
Especialistas han afirmado que a partir de la Batalla del Jigüe, punto de partida para la contraofensiva rebelde, la guerra de guerrillas pasó a una guerra de columnas o posiciones hasta la victoria definitiva.
La estrategia trazada por el Comandante en Jefe Fidel Castro, había conducido, una vez más, a la victoria.

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