viernes, 19 de agosto de 2022

Alzar la frente es mucho más hermoso que bajarla

 


 Orlando Guevara Núñez

 A continuación de esta idea, escribió otra nuestro Apóstol: “golpear la vida es más hermoso que abatirse y tenderse en tierra por sus golpes”. Está hablando sobre una persona nombrada Manuel Acuña, poeta mexicano, de quien dice: ¡Lo hubiera querido yo tanto, si hubiese él vivido! Y continúa: “Yo le habría explicado qué diferencia hay entre las miserias imbéciles y las tristezas grandiosas; entre el desafío y el acobardamiento; entre la energía celeste y la decrepitud juvenil”.     El escrito está fechado en diciembre  6 de 1876 y publicado en periódico azteca El Federalista.

En tono de reproche, escribe sobre el poeta: “Los que se han hecho para asombrar al mundo, no deben equivocarse para juzgarlo; los grandes tienen el

deber  de adivinar la grandeza”. Y agrega: ¡Paz y perdón a aquel grande que faltó tan temprano a su deber!

Alega que el peso se ha hecho para llevarlo, el sacrificio para merecerlo y el derecho de verter luz no se adquiere sino consumiéndose en el fuego. Dice que el referido poeta estaba descontento de su obra y despechado contra sí.

Asevera Martí que Manuel Acuña estaba enfermo de dos tristes cosas: de pensamiento  y de vida, Lo calificó como un temperamento ambicioso e inactivo, deseador y perezoso, grande y débil. “Era un alma aristocrática, que se mecía apoyada en una atmósfera vulgar”

Por la descripción martiana, se deduce que este hombre murió por voluntad propia, pues apunta: “Disgustado de cuanto veía, no vio que se podían tender las miradas más allá”. Y se refiere a su" resolución solemne y criminal, olvidando que una cobardía no es un derecho". En otra parte señala “una forzada sepultura, equivocando la vía de la muerte, porque por la tierra no se va al cielo” (…)

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