Orlando Guevara Núñez
Este pensamiento de José Martí es demostrativo de cómo penetró en la esencia de los monopolios capitalistas – en su etapa naciente- y las trágicas consecuencias para los trabajadores y los desposeídos. Y ese análisis está contenido en un artículo escrito el 5 de septiembre de 1884 y publicado por el diario La Nación, de Buenos Aires, Argentina, el 26 de octubre de ese año.
La importancia de los trabajadores encabeza el artículo. Señala que los artesanos de Estados Unidos decidieron celebrar, el primer lunes de cada septiembre, una fiesta por todos los trabajadores de la nación. “Los que edifican el mundo, quieren enseñarse una vez al año en él: así, ante el espectáculo solemne, se decidirán a obrar en justicia los abusadores, y entrarán en miedo los déspotas: mal le irá al que quiera sentarse sobre todos esos hombres”.
Y una afirmación corrobora su posición ante los poderosos y los trabajadores. “Gusanos me parecen todos esos despreciadores de los pobres”. Refiriéndose al día festivo, plantea que este año no fue lo esperado, pues los dueños de fábricas no habían asentido la demanda de los obreros, ni muchos de ellos pudieron asistir, por no perder el día de salario. Sin embargo, unos veinte mil hombres y mujeres acudieron a la celebración pública.
Pero Martí está viendo más allá del valor de aquel espectáculo. Por eso escribe: “Cuesta trabajo reprimir las ideas cuando el sol esplende, los trabajadores marchan, y el mundo se hincha. Parece que se ve en el aire una bandera nueva, y se la sigue”.
Describe el paso de diversos sectores obreros. Y explica cómo empresas múltiples se han centralizado en compañías de un mismo género e imponen precios caprichosos, resultado de combinaciones y falseamientos perversos, lo cual afecta el comercio. En esa competencia, los más sucumben. “Todo aquello que se pueda emprender- dice- está en manos de corporaciones invencibles, formadas por la asociación de capitales desocupados a cuyo influjo y resistencia no puede esperar sobreponerse el humilde industrial que empeña la batalla con su energía inútil y unos cuantos millares de pesos. El monopolio es un gigante negro. El rayo tiene suspendido sobre su cabeza. Los truenos le están zumbando en los oídos. Debajo de los pies le arden volcanes”.
Con estas palabras, está nuestro Apóstol prediciendo las contradicciones que se engendran junto al nacimiento de los monopolios. Y agrega que “La tiranía, acorralada en lo político, reaparece en lo comercial. Este país industrial, tiene un tirano industrial”.
Con su sagacidad política y periodística, Martí anota un hecho de la procesión. Dice que un capitalista empina una magnífica cometa con dos palabras escritas: carne y harina. Y en contraste, un trabajador empina una desdichada cometilla, con letras flacas y hambrientas con una palabra: salarios. Y concluye que, por más que el trabajador tira, los salarios no llegan al precio de la carne y de la harina.
Lamenta que entre quienes marchan, hay niños que trabajan “del alba a la puesta” y han empezado a dar fruto, contra la ley de la Naturaleza, antes de abrirse en flor. También le duele la escena de que los cigarreros, desde un carro, arrojan puñados de cigarros que los niños se arrastran por el suelo para recogerlos.” ¡Nada debiera hacerse, ni en procesión ni en chanza, que haga que un niño se arrastre por tierra!”.
Así nuestro José Martí saludó el júbilo de los trabajadores ese día, pero puso al descubierto las contradicciones entre ricos y pobres, entre el capital monopolista y los pequeños productores y trabajadores.
Póngase asunto a este otro concepto martiano observando aquella procesión de trabajadores en Estados Unidos: “Cuando las castas privilegiadas y sus órganos, que aquí hay aquellas y éstos como en todas partes, les niegan lo que en humanidad les pertenece, y por ley será suyo algún día, ¿cómo no ha de ser que se exasperen los trabajadores y soliciten de vez en cuando más de lo que es justo?
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