Orlando Guevara Núñez
En un discurso hizo Martí esta afirmación. Fue el 19 de diciembre de 1889, en la Sociedad Literaria Hispanoamericana, con la asistencia de los delegados a la Conferencia Internacional Americana. El encuentro es de hermandad y de esperanzas.
El escenario es Estados Unidos. Y Martí puntualiza que allí han llegado unos por la tormenta, otros, por la leyenda y otros por el comercio, y otros por la determinación de escribir, en una tierra que no es libre todavía, la última estrofa del poema de 1810.
Pero al mismo tiempo confiesa que por ungida que esté la América en que nació Lincoln, “para nosotros, en el secreto de nuestro pecho, sin que nadie ose tachárnoslo ni no los pueda tener a mal, es más grande, porque es nuestra, y porque ha sido más infeliz, la América en que nació Juárez”.
Hace una descripción elocuente sobre el terror de la colonización española en América. Y evoca el recuerdo de Simón Bolívar, con su “cohorte de astros” ¡A caballo la América entera! Elogia la gran lucha libertaria. Hidalgo, San Martín, los Andes. El amor de los pueblos de América por su libertad es idea recalcada por Martí. Y afirma que solo perdura, y es para bien, la riqueza que se crea, y la libertad que se conquista, con las propias manos.
Por eso vivimos aquí-afirmó- orgullosos de nuestra América, para servirla y honrarla. No como siervos futuros ni como aldeanos deslumbrados, sino con la determinación y la capacidad para contribuir a que se le estime por sus mérito y se le respete por su sacrificio.
Y enfatiza un postulado: ¡Donde no se olvida y donde no hay muerte, llevamos a nuestra América, como luz y como hostia; y ni el interés corruptor, ni ciertas nuevas modas de fanatismo, podrán arrancárnosla de allí!
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