sábado, 10 de octubre de 2020

Pecan los pueblos cuando se azuzan el odio, y cuando olvidan el honor

 


Orlando Guevara Núñez

 


 

Con mucho sentimiento escribió Martí estas palabras. Aparecen en el periódico Patria  el 24 de noviembre de 1894.

El  escrito, que se inicia con ese pensamiento, es por el 27 de noviembre, en conmemoración de la muerte de los ocho estudiantes de medicina, fusilados por el ejército colonial español, en esa fecha de 1871.

Y a continuación plantea que  “La naturaleza humana, continuamente convidada a la flojedad y el acomodo por el dolor y sobresalto, que van con el sacrificio, y por el veneno sutil del gozo, necesita, de vez en cuando, que los esqueletos le llamen a la puerta, y que la conciencia salga de la noche”.

Está alertando sobre el peligro del olvido y de la indiferencia. Pero confía en que “ni es capaz de indignidad definitiva el alma del hombre, y el más venal y bajo de ellos ama las grandes horas  de rebelión y de recuerdo en que se ve, con la virtud de todos, como aliviado de su propia villanía”. Y estima que “esa es la razón, y ése es el poder social, de los días simbólicos. Recordar, es rehacerse”.

Se refirió a la cólera y vergüenza del país por aquel bárbaro crimen, y al tributo que se les rendirá en muchos escenarios, al tiempo que muchos hombres huirán del monumento a los jóvenes erigido “con el paso alado del miedo: los que no osan mirar su crimen faz a faz, ni honrar a los muertos, con los labios que les sirven para celebrar y robustecer a los matadores”.

Apuntó también que en la Florida, se agruparán los cubanos silenciosos, a oir al hombre leal  que con hazaña más duradera que la vida, arrancó a los matadores la confesión del crimen y el respeto a las víctimas sacrificadas. Se está refiriendo, sin duda, a su hermano de lucha, Fermín Valdés Domínguez.

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