. Orlando Guevara Núñez
El Ejército Rebelde, bajo el mando del Comandante en Jefe Fidel Castro, profesó siempre un profundo respeto hacia los enemigos vencidos. Y mucho más hacia los heridos. Esa práctica se mantuvo aún cuando el ejército de la tiranía hacia todo lo contrario, torturando salvajemente y asesinando a los combatientes revolucionarios que caían en su poder.
Así sucedió en La Plata, el 17 de enero de 1957 y en El Uvero, el 28 de mayo de igual año, cuando terminados esos combates victoriosos para los guerrilleros, los heridos enemigos fueron curados, aún con las pocas medicinas disponibles, y los prisioneros fueron respetados hasta su liberación.
El Che, en su doble condición de guerrillero y de médico, fue un ejemplo en ese principio inviolable.
Una confirmación de esa verdad fue lo acontecido en el primer combate de Pino del Agua, Sierra Maestra, el 17 de septiembre de 1957. El propio Che relata aquel episodio.
Cuando en un camión varios soldados emprendían la huída, fueron atacados por los guerrilleros bajo su mando. Uno de los soldados, herido, quedó en poder de los rebeldes. En ese momento, uno de los hombres del Che, remato al herido. Se vengaba así del ejército de la tiranía que había aniquilado a su familia.
La reacción del ya Comandante Che Guevara fue violenta. Reprendió con fuerza al soldado rebelde, reafirmando los principios que regían la conducta del Ejército Rebelde. El combatiente se disculpó. Y resulta que otro soldado batistiano, también herido, que se ocultaba cerca de allí, salió de su escondite y a los combatientes rebeldes les gritaba: “No me mate, no me mate, el Che dice que no se matan los prisioneros”.
Este soldado recibió asistencia médica y fue respetado y atendido hasta ser liberado.
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