.Orlando
Guevara Núñez
Las cenizas
de Miguel Deulofeu Ramos, fallecido el 16 de octubre pasado en la capital
cubana, están ya en el cementerio de Santa Ifigenia. Ese fue su deseo: el
regreso a su raíz. Conservo una carta suya, del 7 de febrero de 2005, donde me
explicaba el contenido de otra enviada a la máxima dirección política de la
provincia, en la cual está contenida la pretensión. No imaginé, sin embargo,
ser testigo de ese momento triste.
El homenaje
póstumo tuvo como escenario un lugar simbólico de la Revolución en Santiago de
Cuba: la otrora Escuela Normal para Maestros de Oriente, fragua de
revolucionarios de la talla de Frank País, de Pepito Tey. Y de otros muchos. En
ese recinto, Miguel Deulofeu forjó el carácter que definiría su vida. Por eso
estuvo entre los jóvenes maestros seleccionados por el héroe de la lucha
clandestina para fundar la Sección de Propaganda que, desde finales de 1954
hasta el triunfo de la Revolución, condujo la labor de orientación, primero con los boletines
informativos, y finalmente, a través del periódico Sierra Maestra.
El martes 3
de diciembre, en esa escuela se escucharon de nuevo las notas del himno Hozanna, el
que llama a cantar sin demora, porque ”llegó la hora de levantar la
voz”. Y frente a la tiranía la voz fue levantada y se convirtió en ideas, y las
ideas en acciones patrióticas que cimentaron el triunfo de la Revolución.
El homenaje
fue sencillo. Una definición de Carlos Sarabia Hernández, integrante del mismo
grupo de maestros escogidos por Frank para la labor de propaganda, retrató la
dimensión de Miguel Deulofeu Ramos: “Perteneció a la legión de patriotas que
contribuyeron a que Santiago de Cuba fuera Ciudad Héroe”. Y al referirse a él
como fundador de la prensa clandestina dijo que el periódico Sierra Maestra
surgió en las penumbras de la clandestinidad, pero irradiando luz.
Allí estaba
una representación de las personas que
él quiso y por ellas fue querido. Sus hijos, sus familiares santiagueros, los
fundadores de Sierra Maestra durante
la guerra, luchadores clandestinos,
compañeros de magisterio, vecinos, la Asociación de Combatientes de la
Revolución Cubana y un grupo de jóvenes
del Ministerio del Interior, al cual él
dedicó varios años de servicio, y donde alcanzó los grados de Teniente Coronel
y la condición de fundador de los Órganos de la Seguridad del Estado. El alumnado
del actual centro formador de maestros, se sumó al tributo de respeto.
¡Volvió junto
a nosotros!, expresó conmovida una
combatiente. Su hija, Evarina, agradeció el homenaje y habló del infinito amor
de su padre por esta ciudad y por el pueblo santiaguero. Hay razones entonces para afirmar que el último
Responsable de Propaganda del Movimiento Revolucionario 26 de Julio en Oriente,
el combatiente del 30 de noviembre de 1956, el fundador del Partido Comunista de Cuba, el ardiente constructor y defensor de nuestra
obra, estará siempre entre nosotros.
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