.Orlando
Guevara Núñez
El
27 de diciembre de 1958, la ciudad de Palma Soriano, asediada desde el día 23,
fue tomada por asalto. El Ejército Rebelde obtenía una de las victorias más
significativas de la guerra revolucionaria en el último mes de vida de la
tiranía batistiana.
Hasta
ese momento, a lo largo de la Carretera Central – entre Santiago de Cuba y
Bayamo- sólo Palma Soriano y Maffo –donde se combatía desde el día 20 de
diciembre- permanecían en poder del ejército de la dictadura.
La
ciudad palmera quedaba dentro de un cerco de fuego que aprisionaba al
central azucarero, al cuartel, a la Jefatura de Policía y a los edificios que
rodeaban el Parque Central. Palma Soriano estaba convertida en un amplio campo
de batalla. Los rebeldes combatían desde los patios y portales. Dominaban las
calles. Los soldados y los asesinos a sueldo: esbirros, masferreristas y
chivatos (delatores) se escudaban en cualquier parte, acorralados, sin
salvación posible.
Bombardeos
y ametrallamiento de aviones trataban de intimidar a los rebeldes y atemorizar
a la población y colaboradores que se sumaban a la ofensiva guerrillera. En
medio de esa lucha sin tregua, una batería de morteros dispara sobre el cuartel
y silencia una ametralladora 50. El asedio y la audacia pudieron más que la
resistencia enemiga y sobrevino la rendición.
Cuando
todas las posiciones militares habían cedido y capitulado, un reducto
continuaba ofreciendo resistencia. Un oficial de la tiranía se había
posesionado, con los soldados a su mando, de un almacén convertido en refugio y
trinchera. Las fuerzas rebeldes convergen en este último objetivo, en pos del
golpe final.
Por
primera vez las tropas del Primer, Segundo y Tercer Frentes, al mando de
Fidel, Raúl y Almeida, combaten juntas, bajo las órdenes del Comandante en
Jefe. Los balcones, azoteas y tejados se transforman en sitios de combate. La
obstinada resistencia enemiga amaina. La rendición incondicional detiene las
acciones y Palma Soriano, tomada por asalto, gana su libertad.
En la toma de este plaza cayeron
los combatientes rebeldes capitán Miguel Calvo Antolín, el Teniente Raúl Moreno
Blanco y los soldados Juan José Verdecia, Rafael Carro
Pérez, y Ramón Rodríguez y Ricardo.
Los
más de 350 soldados y oficiales que habían dominado a la ciudad, se inclinaban
ante el empuje de las fuerzas insurrectas. Su derrota era total. Y el saldo no
podía ser peor para ellos. Aparte de los muertos, más de 250 prisioneros,
mientras que la cifra de armas ocupadas ascendía a 357. La tiranía contaba
ahora con una fortaleza menos. Desde entonces y para siempre, Palma Soriano
nacía como baluarte de la libertad.
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