.Orlando Guevara Núñez
El
día esperado de la partida hacia Angola, llegó de sorpresa. Y no fue la salida
de todos, sino de un pequeño grupo del cual me tocó formar parte. Los demás
compañeros seguirían esperando.
Esa noche todos
dormimos muy poco, por dos razones. La primera, porque al existir ya una gran
amistad entre quienes salíamos y los que
se quedaban, nos acostamos muy tarde, conversando sobre diversos temas y la
posibilidad - no sabíamos si cercana o remota - de encontrarnos en el
cumplimiento de la misión. En segundo lugar - que al quedar solos pasaba a ser
el primero - el pensamiento en nuestros seres queridos, en todo lo que
dejábamos atrás.
La
salida se anunció para la mañana siguiente. Y como era el primer grupo, alguien
planteó la idea de hacer una despedida. La iniciativa cobró fuerzas y fue
apoyada por la jefatura. Para esa misma noche, a las ocho, quedó fijado el
encuentro de todos los combatientes.
Ese
día, algunos compañeros me pidieron que hablara en nombre de los que salíamos.
Y lo acepté. Ya había disertado en
algunas ocasiones sobre temas políticos y también había recitado una poesía que
según criterios, había gustado. Tal vez por esto último, me sugirieron que
escribiera otra poesía que sirviera de despedida. No era tan fácil hacerlo,
pero esa fue la decisión.
Cuando
llegó la hora de la actividad, todos los combatientes se reunieron en un local
del campamento. La solemnidad impresionaba mucho. Hubo otras poesías y números
musicales, hasta que llegó mi turno. Y con el acompañamiento casi improvisado
de una guitarra tocada por un santiaguero de apellido Deroncelé, comenzó la
declamación de la poesía que trató de reflejar lo que sentía un soldado
internacionalista cubano al salir de su Patria y que aún guardo en mi memoria.
I
Adiós, mi
pueblo cubano,
voy a
distantes riberas
donde
despreciables fieras
están
hiriendo a un hermano.
Sabrá allí
mi obrera mano
-mano
internacionalista-
dar al
monstruo imperialista
la merecida
lección
que en la arena de Girón
¡le dio Cuba
Socialista!
l
I
Voy allá, donde aún retumba
clara como
un manantial
la voz de
Amílcar Cabral
y de Patricio Lumumba.
Voy allá a
cavar la tumba
de
traidores y egoístas,
mercenarios y racistas
que a Angola quieren quitar
su derecho
a eliminar
los yugos
colonialistas.
III
Voy al continente
hermano
desde donde
siglos antes
cargas
negras, humillantes,
nos trajo
el bárbaro hispano.
Voy junto
al pueblo angolano
cuyo ideal
combatiente
es el faro
reluciente
que guía
con heroísmo
la lucha
contra el racismo
del África
independiente.
IV
Me voy,
Patria, y cumplo así
con el ideal
martiano
de que el
ataque a un hermano
es un
ataque hacia mí.
Me voy y al estar allí,
si el enemigo, iracundo,
dice con
odio profundo
que yo no
soy africano,
¡Le diré que soy
cubano
y ciudadano del mundo!
V
Voy a ese pueblo glorioso
contribuyendo a que vibre
el grito de ¡Angola libre
del
enemigo oprobioso!
Voy al
pueblo victorioso
que pelea
tramo a tramo
como
acudiendo al reclamo
de unos
versos de Martí
que al
final dicen así:
¡Sin Patria,
pero sin amo!
VI
Sin Patria porque no había
patria del
pueblo angolano;
la patria
era del tirano
colonial que la
oprimía.
Sin amo,
porque existía
una
generación brava
que a
morir dispuesta estaba
y a ver a Angola en el mar
¡hundida antes
que aceptar
tener una Patria esclava!
VII
Me voy
allá, Patria mía,
y al
traspasar tus orillas
no mojarán
mis mejillas
lágrimas de cobardía.
Pero no lo
negaría
-y que eso
a nadie le asombre-
si
recordando tu nombre
en nostálgicos
momentos
se une a
mis pensamientos
una
lágrima de hombre.
VIII
No es delito, pienso y digo,
esa
lágrima verter;
¡delito es verla
caer
cobarde
ante el enemigo!
Yo he
visto a un soldado amigo
sus
lágrimas derramar
cuando lo
fue a licenciar
el jefe de
la Unidad
debido a
una enfermedad
que le impedía marchar.
IX
Me voy,
Patria, y dejo en ti
- con mucho cuidado y celo-
la obra
que con mi desvelo
y mi
sudor construí.
Y dejo
más, dejo aquí
a mi esposa que es obrera,
dejo a
una niña pionera
-jefa de
Destacamento-
¡formada en el
pensamiento
de Tania la Guerrillera!
X
También un hijo dejé
que aunque todavía es pequeño,
dice que tiene el empeño
de ser un
día como el Che.
Anoche
mucho pensé
en mis
padres, mis hermanos,
pensé en
todos los cubanos
que en
fábricas y en trincheras
¡defienden nuestras
banderas
con
trajes de milicianos!
XI
Dejo en ti, suelo querido,
a lo más puro y más fiel,
¡Te
dejo, Patria, a Fidel
y a nuestro heroico Partido!
Dejo en ti a un pueblo aguerrido,
combativo y vigilante,
que
no será vacilante
al cumplir cualquier tarea
que en su Patria, o donde sea,
le asigne su Comandante
XII
Pero hay,
Patria mía, otra cosa
que conmigo llevaré
y en mi pecho guardaré
como una reliquia hermosa.
Llevo allá la victoriosa
frase que todos sabemos
y por la cual pelearemos
con la convicción más digna
llevo la inmortal consigna
¡Patria o Muerte! ¡Venceremos!
Y
aquel ¡Venceremos! fue repetido por
todos con los puños en alto. Esa noche hubo aplausos, gritos de victoria,
abrazos y hubo también lágrimas de revolucionaria emoción. Al otro día
partimos. Era el 6 de febrero de 1976.
Esa
poesía la escucharon y cantaron después muchos combatientes. En el barco que
nos fuimos - el Sierra Maestra -
quedó grabada como parte de su historia combativa. Y sobre ella guardo gratos y
tristes recuerdos.
Nunca
la firmé ni le puse nombre. Sin embargo,
la vi o escuché en no pocos lugares con el título de Mi
adiós a Cuba. Una noche, en un festival cultural en la sede de la Misión
Militar Cubana en Angola, un combatiente la recitó y fue premiado, sin saber
que el autor estaba allí. Dijo que había sido escrita por un compañero cuyo
nombre no sabía, ni tenía la certeza de que aún estuviera en tierra angolana.
Otra ocasión, en un acto solemne donde un grupo de compañeros recibimos la
condición de Vanguardia FAR, en ese hermano país, vibraron las notas de nuestro
Himno Nacional. Y después, antes de sentarnos, pusieron una grabación de la
poesía. En ambos casos, preferí el anonimato. La emoción fue mi premio.
Aún
estando en Angola, supe de casos de personas que se atribuyeron la autoría de
esa composición poética. Muchos la enviaron a Cuba. Y familiares cubanos se la
remitían a otros allá.
Los
dos casos más tristes fueron el día que desde una provincia vecina de Santiago
de Cuba, recibí un periódico con esa poesía, acompañada de una entrevista a su
“autor”. Compañeros que la conocieron desde el día en que nació, denunciaron el
fraude, confesado luego por su responsable.
Otra vez, en un órgano nacional, se publicó un fragmento, atribuido a un
compañero que cayó en Angola, al ser encontrada en su mochila. Por la fecha de
su muerte, me alienta saber que no fue suya la apropiación indebida.
Por
encima de las alegrías y tristezas, sin embargo, está la satisfacción de saber
que muchos combatientes y sus familiares la conocieron. Y eso basta para la
disposición de compartir la autoría con tantos como hayan sentido suya aquella
poesía que surgió en circunstancias tan sublimes.
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