domingo, 30 de noviembre de 2014

La victoria de Guisa Proa hacia Santiago



                                                      
 .Orlando Guevara Núñez

Durante los ùltimos meses de la guerra revolucionaria, los frentes guerrilleros al mando de Fidel, Raùl y Almeida habìan limpiado de fuerzas represivas la mayorìa de los escenarios rurales  de sus respectivos territorios. Los cuarteles, tomados o evacuados. La fuerza  apoyada por la aviación, la artillerìa, tanques y la Marina de Guerra, no era capaz de resistir el empuje rebelde.
La ofensiva de la tiranìa habìa fracasado. El enemigo, acción tras acción, fue desplazado hacia las ciudades, concentràndose en guarniciones como las de Guisa, Bayamo, Jiguanì, Maffo, Palma Soriano y Santiago de Cuba, en la parte Sur de la provincia de Oriente. Pero ni aún allí tendrían seguridad ni encontrarían tregua. Las fuerzas de los distintos frentes rebeldes convergerían desde ahora en los combates y estrecharían cada vez más el cerco del cual no podrían escapar las hordas batistianas.
Así, a mediados de noviembre de 1958, el Comandante en Jefe Fidel Castro se traslada, desde su zona de operaciones en la Sierra Maestra, hasta el territorio del Tercer Frente Oriental Dr. Mario Muñoz Monroy, con el propósito de dirigir personalmente la Batalla de Guisa. Es por esos días que el jefe de la Revolución sostiene reuniones con Almeida, para coordinar el asalto y rendición de las principales plazas militares de Oriente, así como también la Operación Santiago, último  escalón previsto en la zona oriental contra la tiranía ya tambaleante.
El 20 de noviembre de 1958, comenzó la crucial Batalla de Guisa que, luego de diez días de intensos combates, concluyó con la toma del poblado, ubicado a sólo doce kilómetros de la ciudad de Bayamo, y la rendición de la guarnición enemiga. Tropas del Primer y Tercer Frentes habían protagonizado  una de las más importantes victorias durante la guerra revolucionaria. Como coincidencia histórica, exactamente 61 años atrás -el 30 de noviembre de 1897- Guisa había sido  tomada por  tropas del Ejército Libertador Cubano al mando del Mayor General Calixto García Iñiguez.
En Guisa se combatió no sólo contra una posición militar. A ese escenario acudieron nueve refuerzos enemigos fuertemente apoyados por tanques pesados, artillerìa y la aviación. Todas las fuerzas batistianas con asentamiento en Bayamo, Manzanillo, Yara, Estrada Palma, Baire y otros sitios, habìan tomado parte en el frustrado intento de defender la guarnición atacada.
El 27 de noviembre, durante un violento combate frente a uno de los refuerzos enemigos, cayó el bravo capitán Braulio Coroneaux, quien hasta su último aliento cumplió la palabra que habìa empeñado con el Comandante en Jefe: ¡Por aquí no pasarán! Al morir, contaba con sólo 29 años de edad.
Las fuerzas batistianas no pudieron reponerse del descalabro militar y moral sufrido en Guisa. El parte rebelde daba cuenta sobre la dimensión de la derrota enemiga. La dictadura sufrió más de 200 bajas entre muertos y heridos. A las manos rebeldes pasaron un tanque de guerra T-17,  noventa y cuatro armas, entre fusiles y ametralladoras; dos morteros 60, un mortero 81, una bazuca, siete ametralladoras trípode calibre 30, además de 155 000 balas, 130 granadas de garand, 70 obuses de mortero 60 y 25 de 81; veinte cohetes de bazuca, 200 mochilas completas, 160 uniformes, 14 camiones de transporte, víveres y medicinas.
La victoria en la Batalla de Guisa enfilaba la proa rebelde hacia la capital oriental,
Santiago de Cuba. Para esa fecha, las fuerzas del Segundo  Frente Oriental Frank País, bajo el mando del  Comandante  Raúl Castro, en indetenible avance, cercaban, atacaban y derrotaban al ejército enemigo en su radio de acción de más de doce mil kilómetros cuadrados, estrechando el cerco a las ciudades de Guantánamo y Santiago de Cuba, a esta última en cooperación con el Tercer  Frente. Al caer Guisa en poder del Ejército Rebelde,  la dictadura de Fulgencio Batista, después de siete sangrientos años de opresión y crímenes, entraba en su último mes de vida. Hasta que la proa rebelde, con Fidel Castro al frente, penetró en la heroica Santiago de Cuba, el 1ro. de enero de 1959.




sábado, 29 de noviembre de 2014

30 de Noviembre de 1956 La rebeldía ganó dimensión de pueblo


. Orlando Guevara Núñez
Cuando el 26 de julio de 1953 se produjo el asalto al Cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, esta ciudad, por su historia, se había ganado el derecho a ser escenario del combate que marcó el inicio de la última etapa de lucha por la libertad e independencia de la nación cubana.
Así lo definiría el Comandante en Jefe Fidel Castro : (…)  “Primeramente por una especie de intuición política: siempre me pareció muy cívica, muy combativa, muy heroica. Después, cuando estudié la historia de Cuba, adquirí conciencia plena de lo que valía esta región del país y esta ciudad, y fue por ello, cuando los amargos y tristes días que siguieron al golpe de estado de 1952, que nosotros tuvimos la convicción de que si existía un escenario adecuado para iniciar la lucha  revolucionaria, ese escenario era Santiago de Cuba, y la historia lo confirmó en el apoyo al movimiento”.
Ese protagonismo santiaguero se repitió el 30 de noviembre de 1956, primer combate armado luego de las acciones del 26 de julio de 1953 en las ciudades de Santiago  de Cuba y Bayamo. Aquella acción figura entre los hechos más trascendentes  de los cubanos contra la tiranía batistiana. La entonces capital oriental, sede del inicio de la lucha armada, lo era ahora del reinicio hasta la victoria final.
El levantamiento insurreccional  de ese día, dirigido por el héroe de la lucha clandestina, Frank País García,  constituyó  la viril respuesta de la juventud santiaguera y del Oriente Indómito, organizada en el Movimiento Revolucionario 26 de Julio, al llamado del Moncada, expresado por Fidel en su alegato de autodefensa La Historia me absolverá.
 El 30 de noviembre de 1956 formó parte de la estrategia trazada por el máximo jefe de la Revolución para emprender la guerra revolucionaria de liberación, derrocar al gobierno ilegal de Fulgencio Batista y cambiar el sistema político del país. Así, la fecha se une a la del 2 de diciembre de igual  año- desembarco del yate Granma- como parte de un mismo plan e  iguales objetivos.
Puede afirmarse que la epopeya protagonizada por los combatientes y el pueblo santiaguero esa mañana, tuvo una repercusión inmediata.
Quedó demostrado que los revolucionarios estaban en condiciones de organizarse y de combatir con efectividad frente a las fuerzas del ejército opresor. Y que contaban con el respaldo popular.
La acción fortaleció la personalidad de Frank País como líder indiscutible de la lucha clandestina y de ella surgieron como símbolos los héroes Pepito Tey, Tony Alomà y Otto Parellada, el uniforme verde olivo y los brazaletes rojinegros del  Movimiento Revolucionario  26 de Julio.
Si  después del asalto  al Moncada la tiranía cometió brutales asesinatos, que no fueron más por la solidaridad del pueblo santiaguero protector de  muchos asaltantes, ahora los revolucionarios fueron apoyados, protegidos por la población,  al punto de que solo murieron los caídos en combate. La masacre no pudo repetirse.
El Movimiento Revolucionario 26 de Julio contó desde entonces con combatientes más fogueados, audaces y capaces, al tiempo que sus dirigentes clandestinos escalaban un nuevo peldaño en su desarrollo y aptitudes para una lucha que iría más allá del derrocamiento de un gobierno tiránico, para insertarse en los proyectos de las transformaciones sociales, políticas y económicas que reclamaba la nación cubana.
De forma inmediata, el alzamiento se propuso distraer fuerzas enemigas que no pudieran lanzarse contra los expedicionarios del Granma; pero al llegar el yate dos días después, ese factor fue adverso, pues muchos efectivos de la tiranía, procedentes de la capital del país, se encontraban ya en Santiago de Cuba, con un acceso más rápido al escenario del desembarco. Pero en los días que siguieron al arribo de Fidel a la costa oriental, muchos revolucionarios, en un plan organizado por Frank, le prestaron apoyo, salvaron muchas vidas y propiciaron la incorporación del jefe de la Revolución y varios de sus combatientes a la Sierra Maestra, desde donde continuarían  la lucha .
Desde los primeros momentos, los expedicionarios dirigidos por Fidel tuvieron un apoyo valioso de la jefatura clandestina en Santiago de Cuba, entre ellas el envío de medio centenar de combatientes, armas y otros pertrechos de mucha utilidad para la guerrilla en su etapa de supervivencia, adaptación y en el combate de El Uvero, el 28 de mayo de 1957.
A partir del 30 de noviembre, Fran País se consagró a la tarea de llevar a planos superiores la organización del Movimiento Revolucionario 26de Julio, estructurándolo en secciones de organización, obrera, sabotaje, tesorería y propaganda. Organizó, de igual forma, el trabajo de las milicias, del sector obrero y la lucha cívica en torno a la ayuda decidida a los combatientes de la Sierra Maestra.
El propio Frank País, al referirse al Alzamiento, lo consideró un éxito, no por sus resultados militares en el momento, sino por lo que significó para el posterior desarrollo de la lucha. Ahora, a  58 años de esa épica jornada, el significado del Levantamiento Armado de Santiago de Cuba se agiganta en el tiempo. Se cuenta entre los hechos que trascienden su fecha. La rebeldía santiaguera  y cubana ganó  ese día dimensión de pueblo.
 
                                         
                                        


Ciro Redondo García y Manuel (Piti) Fajardo dos héroes de la patria cubana.

.Orlando Guevara Núñez

El 29 de noviembre de 1957 marca la caída del capitán –ascendido póstumamente a comandante- Ciro Redondo García, durante el combate de Mar Verde del Turquino, en la Sierra Maestra.
Había nacido en Artemisa, el 9 de diciembre de 1931, en el seno de una familia humilde. Sobre la juventud y temprana integración de Ciro Redondo a la lucha revolucionaria, diría el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez durante el acto por el aniversario 50 de la caída del héroe, en su ciudad natal.
“Fue uno de los primeros artemiseños que, apenas ocurrido el infame golpe batistiano del 10 de marzo, se unió a las incipientes células que, de modo resuelto e independiente, organizamos algunos militantes de la Juventud Ortodoxa de este pueblo para enfrentarnos a la tiranía, quienes casi de inmediato hallaríamos en Fidel la guía y el plan revolucionario que estábamos buscando.
“Los que conocimos su seriedad, su disciplina, su valor, no tenemos duda de que Ciro, como lo fue en la guerra, habría sido igualmente un cuadro fundamental en cualquiera de los frentes de la Revolución y de la lucha contra el imperio, después del 1ro. de enero de 1959”.

Ciro había combatido en el asalto al Cuartel Moncada, el 26 de Julio de 1953 y luego sufrió prisión en la entonces Isla de Pinos –hoy Isla de la Juventud- junto a Fidel Castro y el resto de los moncadistas.
Durante el juicio, seguido en Santiago de Cuba a partir del 21 de septiembre de 1953 contra los asaltantes, las declaraciones de Ciro Redondo fueron categóricas: “Vine con la firme convicción de que nuestro ejemplo, en caso de que no triunfáramos, iba a ser beneficioso para Cuba (…) “Vine por voluntad propia, vine a acabar con Batista y si veinte veces tuviera la oportunidad, veinte veces lo haría”.
Había sido condenado a diez años de prisión. Amnistiado en  mayo de 1955, marchó al exilio en México, donde se unió de nuevo a Fidel y vino como expedicionario del Yate Granma, que desembarcó en las costas orientales el 2 de diciembre de 1956 para reiniciar la lucha armada por la libertad de la Patria.
Después del bautizo de fuego de los expedicionarios, en Alegría de Pío, el 5 de diciembre, éstos se dispersaron en diversos grupos. Ciro, con otros tres compañeros,  estuvo en el grupo de Raúl Castro y figuró entre los combatientes que se unieron a Fidel, el 18 de diciembre, en el lugar conocido por Cinco Palmas, momento en que el máximo jefe de la Revolución exclamó la histórica frase de  ¡Ahora sí ganamos la guerra!  Sumaban, en total, ocho hombres con siete fusiles…
Ciro Redondo combatió en La Plata, primera acción victoriosa del naciente Ejército Rebelde, el 17 de enero de 1957, y también en el combate de El Uvero, el 28 de mayo de ese mismo año, participando en otras importantes acciones en la Sierra Maestra.
El 29 de noviembre de 1957, mientras combatía tratando de cercar a la tropa del sanguinario Sánchez Mosquera y rechazar a los refuerzos que venían en auxilio de los enemigos, Ciro Redondo cayó mortalmente de un tiro en la frente, tal como lo testimonió el Che.
En homenaje a este valiente revolucionario, la Columna Invasora Nro. 8, que con el Che como jefe  extendió las acciones guerrilleras hacia el centro del país, llevó su nombre. El humilde trabajador, viajante, hijo del poblado de Artemisa, hoy se recuerda entre los héroes de la Revolución que inspiran los combates presentes, y su legado tiene vigencia para todos los tiempos.

Otro  29 de noviembre, el  de 1960, cayó combatiendo a las bandas mercenarias y terroristas organizadas, entrenadas y financiadas por la Agencia Central de Inteligencia y el gobierno de los Estados Unidos, en El Escambray, el Comandante Manuel Fajardo Rivero (Piti).
De  cuna natal en Manzanillo, se había graduado de médico en 1955 y allí trabajó junto a otro doctor inscripto en la historia revolucionaria cubana, el doctor René Vallejo, quien también alcanzara los grados de Comandante del Ejército Rebelde.
Uno de sus compañeros de lucha, el Comandante Eduardo Sardiñas Labrada (Lalo) lo recordó, en entrevista concedida al periódico Trabajadores, de la forma siguiente: “Lo conocí a finales de marzo de 1958, cuando él y René Vallejo abandonaron todo: negocio, familia, fama, posición económica y pasaron a la Sierra Maestra. Fidel los mantuvo junto a él, en el caso de Piti hasta el 23 de agosto, cuando al ascenderme a Comandante y confiarme la jefatura de la Columna 12 Simón Bolívar, lo nombró como mi segundo”.
Rememoró, además, que el joven combatiente, alternó también otras importantes responsabilidades, como las de la jefatura de Sanidad, Auditoría y Comunicaciones, a las que se sumó la recaudación de impuestos en la zona de operaciones de la Columna.
Participó en varios combates, como los de El Salto, Santo Domingo, San Ramón, El Jigüe, Cerro Pelado y Las Mercedes. Figuró entre los rebeldes que entraron victoriosos a Las Tunas, el 1ro. de enero de 1959. Allí se unió a la Caravana de la Libertad, que, con el Comandante en Jefe Fidel Castro iba rumbo a la capital cubana, donde llegó el día 8 de enero.
Asumió de nuevo su profesión, como director del hospital civil de Manzanillo y más tarde del Hospital Militar de Santiago de Cuba, cumpliendo luego misiones en la aplicación de la Ley de Reforma Agraria, del 17 de mayo de 1959, y, por orden de Fidel, recibe la misión de dirigir la construcción de la Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos, en El Caney de las Mercedes, junto a otras responsabilidades militares.
En 1960, Piti Fajardo es designado Jefe de Operaciones de la Lucha Contra Bandidos en El Escambray, lugar donde cayó enfrentando  a las bandas mercenarias.
“Combatiente con el bisturí en una mano y el fusil en la otra”, lo calificó el Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque.
Al caer, este extraordinario combatiente recién había cumplido los 30 años de edad.

jueves, 27 de noviembre de 2014

27 de noviembre de 1956: un histórico telegrama






.Orlando Guevara Núñez

Obra pedida agotada. Con esas tres palabras, texto firmado por Editorial Divulgación y dirigido a Arturo Duque de Estrada, llegó a Santiago de Cuba, procedente de México,  el aviso de la salida del yate Granma.
El calendario marcaba el 27 de noviembre de 1956. En realidad, el remitente del telegrama era Fidel Castro y el destinatario el joven revolucionario santiaguero Frank País García.
Ambos habían sostenido, en agosto y octubre de ese mismo año, dos reuniones en la hermana nación azteca, donde desde el 7 de julio de 1955 radicaba Fidel preparando la expedición que desembarcaría en tierras cubanas para reiniciar la lucha armada contra la tiranía de Fulgencio Batista.
En esos encuentros se había acordado que, para apoyar el desembarco y distraer las fuerzas de la dictadura e impedir que pudieran concentrarse las tropas contra los expedicionarios, se realizara un levantamiento armado en la ciudad de Santiago de Cuba.
El yate Granma, con 82  combatientes a bordo, encabezados por Fidel, había zarpado el día 25 de noviembre y se estimaba llegara a las costas orientales cubanas el 30 de igual mes, objetivo que no pudo lograrse por las malas condiciones del tiempo. El desembarco se produjo dos días después de la fecha prevista, el 2 de diciembre de 1956.
Se cumplía así la palabra empeñada públicamente por Fidel, al afirmar que “En el 56 seremos libres o seremos mártires”. Y la historia reafirmaría luego su predicción de que “Si salimos, llegamos; si llegamos, entramos; si entramos, triunfamos”.
El telegrama fue recibido por Arturo Duque de Estrada- cercano colaborador del jefe clandestino- en su domicilio, ubicado en San Fermín 358 y entregado a otro destacado revolucionario santiaguero: José Tey, quien lo hizo llegar a las manos de Frank País.
Faltaban exactamente tres días para concretar todos los detalles de la acción, pero bastaron para que las fuerzas revolucionarias fueran alistadas y cumplieran el compromiso contraído con el máximo jefe revolucionario.
Para esa fecha, Frank País había sido nombrado por Fidel como jefe de Acción y Sabotaje del Movimiento Revolucionario 26 de Julio en Cuba.
En la mañana del 30 de noviembre, la ciudad de Santiago fue escenario de un levantamiento armado que incluyó los ataques a la Estación de la Policía Nacional, la cual fue reducida a cenizas ante la imposibilidad de tomarla. Se atacó y tomó la Estación de la Policía Marítima y fueron realizadas  acciones en la ciudad y otros puntos del país. Una acción importante, el cerco al Cuartel Moncada y el lanzamiento de un mortero a esta instalación, falló por haber caído presos los responsables de la acción la noche del día 29.
Santiago de Cuba se levantó en armas el 30 de noviembre de 1956, cumpliendo así la palabra empeñada con la Revolución. A partir de entonces la lucha revolucionaria entró en una nueva fase de intenso quehacer que no cesaría hasta el triunfo del 1ro. de enero de 1959.