Orlando Guevara Núñez
La guerra fue siempre en Martí un recurso necesario para, una vez
alcanzada la victoria, construir una república de paz, de trabajo creador y de
concordia de los habitantes de la nación cubana. En este caso, utilizó como vía
de expresión un artículo, publicado en el periódico Patria, el 19 de marzo de 1892, titulado La agitación autonomista.
Se está refiriendo a una
declaración del Partido Autonomista en Cuba, frente a las provocaciones del
ministro de las colonias españolas. Y los autonomistas llegan a la amenaza de
renunciar al ejercicio de esa expresión política, única autorizada en el país.
Afirma Martí que” el
patriotismo purifica y sublima a los hombres, y por una ley natural, suele en
las horas críticas lucir con fuego intenso en aquellos a quienes estimula el
arrepentimiento de los años culpables de patriotismo cómodo; o en los que
enojados de su crédula e inútil fe, ponen en la doctrina nueva el justo deseo
de castigar a quienes los defraudaron; o en los que en el bautizo del
patriotismo puro anhelan lavar sus culpas grandes”
En su argumentado análisis
plantea nuestro Apóstol que la continuación de la revolución no pueden ser la
continuación de los métodos y el espíritu de la autonomía, porque ésta no nació
en Cuba como hija de la revolución, sino contra ella. Expone que si la
revolución tuviese por objeto mudar de manos el poder, o cambiar las formas más
que las esencias, caería la obra en
quienes por profesión, intereses o
simpatía están en Cuba abocados al
poder. Y alerta sobre el peligro de perder la Revolución.
Es cuando expresa que la
guerra se ha de hacer para evitar las guerras. Expone la incapacidad del
autonomismo para asumir una revolución de verdad. No obstante, alberga la
esperanza de que a la hora de la verdad, juntos estén, en el propósito de crear
una república, los confesos de la política pacífica y los preparadores de la
guerra inevitable. Pero define Martí
que “Con fuerzas revolucionarias, criadas en la guerra y mantenidas en la fe de
ellas por la inutilidad y el oprobio de la paz, solo puede hacerse la política
de la revolución”. Y que no hay, en honra, el derecho de emplear las fuerzas de
la revolución para oponerse a ella.
El párrafo final del
artículo es de esperanza y optimismo: “Pero de esta agitación involuntaria del
partido autonomista resultan dos lecciones que el partido no podrá desoír y
saludará con júbilo la patria. Una es la prueba evidente de que el país
conserva el alma heroica que prefiere los peligros del valor a las vergüenzas
de la paz; y otra es la certidumbre de que en la hora gloriosa de la protesta
se juntarán, sin reparos ni iras, todos los que hayan lavado su corazón en el
bautismo del sacrificio”.