domingo, 31 de julio de 2022

¡Antes que cejar en el empeño de hacer libre y próspera a la patria, se unirá el mar del Sur al mar del Norte, y nacerá una serpiente de un huevo de águila!


Orlando Guevara Núñez

Es éste un pensamiento muy conocido en Cuba. Expresión de la voluntad inclaudicable de lucha y de esperanza en la victoria. Está contenido en uno de los documentos más extensos que he leído, escritos por José Martí. Abarca diez y nueve páginas en sus Obras Completas

Se trata  de un discurso  leído en la reunión de emigrados cubanos, en Stecck Hall, Nueva York, el 24 de enero de 1880.   Fue un fervoroso llamado a la lucha por la independencia. Habló sobre el patriotismo, sobre las distintas posiciones ante la guerra. Se refirió al dolor del exilio, al sacrificio necesario dentro y fuera del país. Evocó el recuerdo de los héroes, el compromiso con ellos y el deber de todo verdadero cubano con su patria.

Mencionó  los males de la Cuba colonizada y los deberes de prepararse no solo para hacer la independencia, sino también para conducirla luego, en beneficio del pueblo.

Muchos de los pensamientos expresados ese día por Martí, forman parte de la doctrina política y militar de la Revolución cubana aún antes del triunfo del 1ro. de enero de 1959.

Martí inicia ese discurso con una afirmación  también muy difundida en Cuba: El deber debe cumplirse sencilla y naturalmente. A los patriotas les dice: “No es hombre honrado el que desee para su pueblo una generación de hipócritas y de egoístas. Seamos honrados cueste lo que cueste. Después seremos ricos”.

Les señaló  que “Sólo  las virtudes producen en los pueblos un bienestar constante y serio”. Y que: “Esta no es sólo la revolución de la cólera. Es la revolución de la reflexión”.

Un aforismo de Martí, muy  difundido también en Cuba, forma parte de ese discurso: “Debe hacerse en cada momento, lo que en cada momento es necesario”. Y otro corroborado  por la historia:” Ignoran los déspotas que el pueblo, la masa adolorida, es el verdadero jefe de las revoluciones”.

El valor de esta intervención de José Martí ante los emigrados cubanos en Nueva York, se enriquece con un pensamiento que desde niños aprendimos en las escuelas y entendimos más su alcance después del triunfo de 1959: “Los grandes derechos no se compran con lágrimas, sino con sangre”.

Desentraña el Apóstol las falsedades de España en relación con las promesas, incumplidas, a raíz del Pacto del Zanjón, relacionadas con las  elecciones libres, la libertad para los esclavos, la exoneración de tributos, prosperidad para los campos, devolución  de rentas, entre otras.

Y para los indecisos, a los cuales invita a sumarse a la lucha, escribe Martí en ese memorable discurso: “Las piedras del Morro son sobrado fuertes para que las derritamos con lamentos y sobrado flojas para que resistan largo tiempo a nuestras balas”.

A los emigrados allí reunidos les dice estas conmovedoras palabras:  “Nosotros no queremos resignarnos a tener siempre el corazón hinchado con lágrimas, y el nudoso bordón siempre en la mano, y llenos  los pies siempre del polvo del camino”.

La reflexión estuvo dentro del propósito de Martí, invitación al pensamiento. Faltarían aún 15 años para el inicio de la guerra necesaria.

 

En nuestra América no puede haber Caínes. ¡Nuestra América es una!


Orlando Guevara Núñez

El concepto de una sola América fue sostenido por José Martí en toda su prédica revolucionaria. El vislumbró desde muy temprano esa necesaria unidad, y alertó sobre los peligros que amenazaban con la división entre sus pueblos, y sobre el acecho del naciente imperialismo norteamericano, sediento de expansión y dominio sobre ellos.

En más de una ocasión criticó las divisiones internas entre pueblos hermanos, lo que, indudablemente, los conducía a la vulnerabilidad, tanto en lo político como en lo económico.

Fue bajo ese prisma que escribió, el 3 de mayo de 1890, en Nueva York, un artículo titulado Congreso de Washington, publicado el siguiente 15 de junio en el diario argentino La Nación.  En ese evento se discutía la aprobación de un proyecto  que autorizaba  el derecho de conquista de un pueblo sobre otro, bajo el amparo de “sentirse ofendido”.

Argentina, Bolivia, México,  Colombia, Perú, Paraguay, Brasil,  a favor de eliminar el derecho de un pueblo sobre otro. Y todos convenían en la firma del acuerdo. Pero Estados Unidos se negó a firmar el proyecto mediante el cual se eliminaba para siempre el derecho de conquista, Y ante la presión de los pueblos, propuso que la censura fuera por un término de 20 años.

En ese momento la unidad se impone. Martí enfatiza la forma en que los pueblos de América dijeron ¡Sí!  al  proyecto. Chile se abstuvo. Y un solo ¡No!, el del gobierno de los Estados Unidos. Sería este gobierno, a la larga, el mayor violador de este acuerdo de los pueblos de América.

Martí evaluaba así aquel evento: “Ya se van aleccionados y silenciosos, los delegados que vinieron de los pueblos de América a tratar, por el convite de Washington, sobre las cosas americanas. Ya  vuelven a Centro América los de los cinco países, más centroamericanos de lo que vinieron, porque al venir se veían de soslayo unos a otros, y ahora se van juntos como si comprendieran que este modo de andar les va mejor”.

Y al final, como insistiendo en el valor de la unidad, expresa nuestro Héroe Nacional: “La conferencia vota. ¿Por qué era un pueblo de nuestra América, de nuestra familia de pueblos, el único que salió de la conferencia con la cabeza baja?

 

sábado, 30 de julio de 2022

El Día de los Mártires es también el día de la ciudad mártir de Cuba

DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN LA CONMEMORACION DEL ANIVERSARIO DE LA Calda DE FRANK PAIS, EFECTUADA EN EL INSTITUTO DE LA SEGUNDA ENSEÑANZA, SANTIAGO DE CUBA, EL 30 DE JULIO DE 1959.

Fragmentos

 

 

Aquí, en estas calles de Santiago de Cuba, cayeron los primeros combatientes revolucionarios.  En estas calles de Santiago de Cuba se perpetraron los primeros actos de salvaje represión contra los revolucionarios y contra la población civil.  En este cementerio de Santiago de Cuba y en los alrededores de Santiago de Cuba, fueron sepultados los hombres que constituyeron la primera legión de mártires combatiendo contra la tiranía (APLAUSOS).

Por eso es lógico que el 30 de julio se venga a conmemorar a Santiago de Cuba y que los 30 de julio se conmemoren principalmente en Santiago de Cuba, porque el Día de los Mártires es también el día de la ciudad mártir de Cuba (APLAUSOS); de la ciudad que a lo largo de la historia, desde la lucha por la independencia, ha demostrado la más extraordinaria dote de patriotismo, la ciudad entusiasta, la ciudad que ha estado a la cabeza, junto con las demás ciudades de la provincia.  Porque es justo que hablemos también de la provincia, porque esta provincia ha estado a la cabeza del patriotismo, esta provincia ha estado a la cabeza del civismo y esta provincia ha estado siempre a la cabeza del sacrificio (APLAUSOS).

Ahí, en ese cementerio glorioso de Santiago de Cuba, yacen los restos de nuestro apóstol Martí (APLAUSOS), con los restos de los revolucionarios de todas las generaciones que en número tan elevado se han sacrificado por la patria.

Por eso, porque los mártires que estamos recordando fueron nuestros compañeros, es que el 30 de julio tiene que ser un día de meditación.

En otras fechas pasadas, cuando se conmemoraba un día como este, el primer sentimiento que nos invadía el pecho era la idea de que los ideales por los cuales habían caído aquellos hombres no se habían cumplido en nuestra patria, que los mártires de nuestras revoluciones habían sido más de una vez traicionados, que los sacrificios, si bien no habían sido en vano —porque no hay sacrificio en vano, no hay muerte gloriosa en vano—, no habían rendido sin embargo los mejores frutos para nuestra patria.  (…)

 

Hay que venir aquí todos los años a avivar y a atizar esa llama moral.  Hay que venir todos los años a hablar claro.  Hay que venir todos los años a reprochar cualquier desviación revolucionaria.  Hay que venir todos los años a reprochar cualquier adormecimiento del espíritu revolucionario no solo en el pueblo sino de todos los hombres que estén al frente de la Revolución.  Porque si algo no queremos —y bueno es decirlo aquí, en este primer aniversario de la muerte de Frank País y de Daniel, símbolo de toda la generación que se sacrificó—, bueno es decir aquí que lo que no queremos es que nadie pueda decir el día de mañana que nuestro pueblo se ha olvidado de sus muertos (APLAUSOS), que los sobrevivientes de esta lucha se han olvidado de sus compañeros caídos.  Lo que no queremos que se repita nunca más, lo que no queremos siquiera pensar, lo que no podemos siquiera imaginar, es que estos compañeros, que con tanta veneración, que con tanto cariño, que con tan profundo respeto y que con tan puro sentimiento de lealtad venimos a recordar aquí, sean alguna vez olvidados. (…)

 

Aquí, en nuestro suelo, están enterrados nuestros muertos.  Y hoy, que los que los asesinaron ya no están aquí; hoy, cuando los asesinos huyeron cobardemente; hoy, cuando esos mismos asesinos, aliados a todos los intereses, se preparan para volver a implantar aquí el terror, el luto y la humillación de ayer; hoy, cuando esos mismos asesinos se empeñan en movilizar cuantos enemigos sea posible para volver a implantar el terror sangriento que costó tantas vidas vencer, ¡hoy debemos decir y debemos proclamar y debemos jurar que esta tierra y esta Revolución las defenderemos hasta la última gota de sangre!  (APLAUSOS.)  Que esta tierra y esta Revolución no volverán a arrebatárnosla, porque aquí no solo están sembradas las esperanzas de nuestro pueblo.  Aquí, en esta tierra, en la entraña de esta tierra, están enterrados los restos de nuestros muertos.  Y si les arrancaron a ellos la vida, y si el precio del triunfo fue las vidas que les arrancaron, las vidas podían arrancárselas, ¡pero las ideas y el ideal por el cual cayeron no podrán arrancarlos!  ¡El recuerdo no podrán arrancarlo!  (APLAUSOS.)

Pudieron arrancarles la vida, ¡pero no podrán arrancarnos los huesos de nuestros muertos!  (APLAUSOS.)  Porque los verdaderos revolucionarios —¡los verdaderos revolucionarios!—, los que fuimos sus compañeros en las montañas, los que fuimos sus compañeros en las casas, los que fuimos sus compañeros en la mesa, estamos prestos a ser también sus compañeros en las tumbas.

 

 

 

30 de julio: Torrente de sangre bravía

     Orlando Guevara Núñez

La fecha del 30 de julio, sintetiza en Cuba el homenaje a todos los mártires de la lucha libertaria que se reinició con el asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, el 26 de julio de 1953. Se escogió ese día por la caída, en 1957, del héroe de la lucha clandestina, Frank País García, y junto a él su compañero Raúl Pujol.

Pero el 30 de julio se reafirma como símbolo de nuestro martirologio, al marcar la caída en combate de otros valerosos revolucionarios cubanos, en distintas épocas y latitudes de Cuba e incluso más allá de sus fronteras.

En esa fecha de 1896, cayó en el campo de batalla, en Quivicàn, territorio habanero, el general del Ejército Libertador Cubano Juan Bruno Zayas Alfonso. Había nacido el 8 de junio de 1867 en El Cerro, La Habana y tenía al caer 29 años de edad, siendo entonces el general más joven de las huestes mambisas.

Médico de profesión, al graduarse decidió ejercer la medicina en una zona rural de Las Villas. En abril de 1895 se alzó en armas al frente de un grupo de patriotas y combatió al mando del Mayor General Serafín Sánchez, pasando luego a la jefatura de una Brigada para realizar la invasión de Oriente hacia Occidente. Para entonces, su jefe era el Generalísimo Máximo Gómez Báez. El 22 de enero de 1896, entró a Mantua, Pinar del Río, al frente de la vanguardia de la Columna Invasora.

Su corta vida le dio tiempo para escalar un sitial honroso en la historia patria. En Santiago de Cuba, un hospital –el Clínico Quirúrgico- se honra con su nombre.

Exactamente un año después de la caída de Frank – el 30 de julio de 1958- cayó en combate en El Jobal, Sierra Maestra, el Comandante del Ejército Rebelde René Ramos Latour (Daniel) quien había sustituido al jefe clandestino en la jefatura nacional de Acción del Movimiento Revolucionario 26 de Julio.

Tenía 26 años de edad cuando cayó, siendo jefe de una Columna guerrillera, mientras enfrentaba a las fuerzas de la tiranía que desarrollaban una ofensiva sobre las posiciones rebeldes. Había nacido el 12 de mayo de 1932, en el poblado de Antilla, actual provincia de Holguín y a los 8 años de edad vino a residir en Santiago de Cuba.

Desde el golpe de estado batistiano de marzo de 1952, comenzó a buscar las vías para hacer Revolución. Participó en las luchas estudiantiles y siendo trabajador de la niquelífera Nicaro, ingresó al Movimiento Revolucionario 26 de Julio.

En marzo de 1957, ya fogueado en la lucha clandestina, integra el primer refuerzo enviado por Frank País a la Sierra Maestra, con el grado de primer teniente y poco después, el 12 de mayo, baja al llano en misión encomendada por Fidel Castro y ya con el grado de capitán. Se dedica al envío de armas y otros pertrechos al Ejército Rebelde.

En el libro Columna 19 José Tey, se afirma que el 28 de junio del propio año 1957, Ramos Latour es nombrado Comandante y surge su nombre de Guerra: Comandante Daniel, asignado, en opinión de sus hermanos, por Frank País.

Recibe la misión de los preparativos para la apertura de un segundo frente guerrillero en la Sierra Cristal, operación que no llega a materializarse por una delación, con la consiguiente detención de muchos compañeros y la pérdida de armas.

Durante la huelga de abril de 1958, Ramos Latour dirigió las acciones armadas de las Milicias del 26 de Julio, idea de Frank que él había ejecutado, en la ciudad de Santiago de Cuba y seguidamente se alzó al mando de la Columna 9 José Tey, que pasaría luego al II Frente Oriental Frank País con igual nombre, pero con el número 19.  Regresó de nuevo a la clandestinidad hasta que, por decisión del alto mando rebelde, pasó definitivamente a la Sierra Maestra, como Comandante de una columna.

Una  carta que refleja la dimensión humana y revolucionaria del Comandante Daniel, es la enviada a su pequeña hija, fechada el 28 de junio de 1957. Comienza escribiendo:

“Mi querida hijita: Arribas hoy a tu primer aniversario sin sentir en tus tiernas y rosadas mejillas, el dulce beso paternal que encierra mi entrañable amor por ti (…)  Indigno sería este padre tuyo si después de contraer la enorme responsabilidad de haberte traído al mundo en una patria esclava, no se hubiera lanzado a las montañas, a los campos y a las calles de Cuba, a conquistar para ti y para tu pueblo la libertad que como todo ser humano necesitas para desarrollarte y disfrutar plenamente de la vida en una sociedad organizada con amor, donde se respeten tus derechos y se te exija sólo el fiel cumplimiento de tus deberes (…) Espérame, hijita mía, que a la vuelta de muy poco tiempo habré de entregar a ti y a tu pueblo el mejor de todos los presentes: una patria libre, soberana e independiente”.

La muerte tronchó a Daniel el placer de abrazar y besar a su hija. Pero contribuyó a legarle la patria libre, soberana e independiente que añoró.

Sobre los dolorosos momentos de su caída, apuntaría el combatiente Fernando Vecino Alegret, protagonista de la acción: “El momento era de sumo dolor. Hombres cuyos rostros eran endurecidos por el marco de largas barbas, hombres que habían soportado estoicamente el hambre, el frío, el sueño y la sed, lloraban.(…)  Se despidió el duelo con frases salidas de lo más profundo del ser. Llegó ya de noche la caja rústica. Su cuerpo vestido de verde olivo y con el brazalete. El cortejo partió rumbo al corazón de la manigua (…) Por fin lo enterramos con nuestras propias manos, mientras, a modo de despedida, se hace una descarga en seco. Después nos alejamos, conscientes de que en El Hormiguero queda enterrado un pedazo de nuestro propio corazón. (…) Atravesamos el camino de Arroyones, rumbo a las montañas, buscando a Fidel como buscando al Sol. La guerra prosigue”.

El 30 de julio de 1967, diez años después de la caída de Frank País, murió en combate otro revolucionario cubano: el capitán José María Martínez Tamayo (Papi). Su caída se produjo en Bolivia, cuando formaba parte de la guerrilla internacionalista del Comandante Ernesto Che Guevara.

Nacido el 30 de marzo de 1936, tenía 31 años en el momento de su caída. De familia humilde y trabajador del campo, fue combatiente del Segundo Frente Oriental Frank País durante la guerra revolucionaria y tercero al mando en la guerrilla del Che en El Congo, desde donde partió hacia Bolivia, siendo el primero en llegar a ese país para la preparación de la nueva gesta.

El Che lo calificó como un extraordinario combatiente y sobre su muerte dijo que era otra pérdida sensible por su calidad.

Conmovedores fueron los momentos de la muerte y sepultura del héroe. Así lo describiría el también combatiente internacionalista Leonardo Tamayo, en entrevista concedida a la periodista Elsa Blaker: “Estaba tan tranquilo que pensé no moriría, pero el médico opinaba lo contrario. El Che preguntaba a cada rato cómo estaba. A eso de las ocho de la noche, 12 horas después de ser herido, pidió café y el Che ordenó colárselo; cuando se le dio, dijo que estaba caliente y lo puso a enfriar sobre la arena.

“Preguntó por su hermano. Olo lo había puesto de guardia y como es lógico el Che lo reprendió por ello y mandó a buscarlo. Ambos hermanos se unieron en la playa del río. René puso la cabeza de Papi sobre sus piernas. Papi se quitó el reloj y se lo entregó diciéndole que se lo diera a Jorgito, su hijo mayor; “Ayúdalo porque es fuerte con la abuela”, le pidió.

A René le dijo: “Mi hermano, que Fernando (nombre que tenía el Che en ese momento) nunca tenga que llamarte la atención y si te toca caer, hazlo como los hombres, combatiendo”.

René Martínez Tamayo, su hermano, en el momento de la despedida final, juró  continuar con honor la lucha. Y el día 8 de octubre de ese mismo año, cayó en combate, tratando de proteger la vida del Comandante Ernesto Che Guevara.

Así, la sangre de Juan Bruno Zayas, de Frank País García, Raúl Pujol Arencibia, René Ramos Latour y José María Martínez Tamayo, se une en una misma fecha, formando un torrente que irriga de patriotismo las venas de nuestro pueblo. Del mismo pueblo que cada 30 de julio sintetiza en ese día el perenne  tributo de recordación y respeto.