jueves, 31 de marzo de 2022

No hay tirano que afronte a un pueblo en pie


Orlando Guevara Núñez

A estas palabras, agregó Martí  otras que encierran una verdad  inobjetable: “Los pueblos dormidos, invitan a sentarse sobre su lomo, y a probar el látigo y la espuela en sus  ijares”. Estos pensamientos están contenidos en un amplio artículo, fechado en Nueva York, el 19 de enero de 1883, y publicado en el diario argentino La Nación, el 18 de marzo de igual año. 

El análisis corresponde a cómo fueron las festividades de fin de año en esa ciudad. Expresa que hubo diferencias en relación con otros años. Que antes, todas las puertas estaban abiertas y ahora muchas se cerraron. Y ofrece un criterio sobre los cambios en esa sociedad. “El ansia de la fortuna bebe en flor, como abeja venenosa, las mieles de la vida. Ni al corazón mismo se le abren las puertas hasta que no se tienen vencidas ya las de la fortuna. En los nuevos ancianos hay como el descontento de haber vivido; en los nuevos jóvenes, como el miedo de no vivir bastante”.

Menciona personalidades fallecidas, aconteceres coincidentes con el fin de año. Pero apunta que en ese pueblo no hay tiempo para contar los muertos, ni el muerto les parece árbol arrancado del jardín, y  que la vida es demasiado exigente para que la memoria sea bastante fiel.  Se refiere, y caracteriza, a otras ciudades de los Estados Unidos.

De forma especial se refiere a un político, Benjamín Butler, gobernador de Boston. Fue republicano y luego demócrata, al cual los diarios lo señalan como posible candidato a la presidencia de la República.

 De este hombre  dice que “sabe ver y verá ahora que el país está descontento de los audaces, pródigos y soberbios republicanos, y que los demócratas que pudieran sucederles, no se dan prisa a acreditarse de desinteresados, modestos, compactos y probos; y que la República, fatigada acaso de tanto logrero, buscador de oficio, cómplice de contratistas, e instrumento de politicastros, que son plaga que roe uno y otro partido, tiende la vita colérica en busca de nueva aurora”

Opina que Butler está a lo que nace y se pone a que le den de lleno los rayos de la nueva luz. En este contexto, expresa otro pensamiento: “Todo hombre nace rey; la labor está en hallar en sí los útiles con que se hace el trono”.

Ofrece juicios sobre el poder. Dice que La libertad  ha de ser práctica constante para que no degenere en una formula banal. “El mismo campo que cría la era, cría las ortigas, Sostiene, sobre la base de las sociedades analizadas,  que todo poder amplia y prolongadamente ejercido, degenera en casta. Con la casta vienen los intereses, las altas posiciones, los miedos de perderlas, las intrigas para sostenerlas. Las castas se entrebuscan, y se hombrean unas a otras”.

Hace Martí un análisis de las rivalidades entre el partido Demócrata y el Republicano. Llega a la conclusión de que mutuamente se atacan, pero cada uno es portador de los vicios que corroen al  otro. Casi al final del artículo, vierte otro criterio que retrata la realidad de los Estados Unidos en la época analizada: “Tal va estando ya la virtud, que es necesario ponerla del lado del interés para que venza”. Aún  hoy, para esa nación, el análisis martiano tiene vigencia.

 

El primer deber de un hombre de estos días es ser un hombre de su tiempo


 

Orlando Guevara Núñez

Este criterio martiano fue expuesto al Ministro de Relaciones Exteriores de Guatemala, Joaquín Dacal, en carta firmada el 11 de abril de 1877, en ese mismo país.

Está Martí respondiendo al diplomático, quien le había solicitado opinión sobre el Código Nuevo, legislado en Guatemala. Le comunica su desagrado por tratar sobre cosas pasadas, pues la vida debe ser diaria, movible, útil. Es cuando afirma que el primer deber de un hombre de estos días es ser un hombre de su tiempo. Se refiere a la inconveniencia de aplicar teorías ajenas, sino descubrir las propias. Le plantea no estorbar  a su país con abstracciones, sino inquirir la manera de hacer prácticas las útiles. No está enjuiciando al Código, sino el valor de lo que él pueda aportar.

Con mucha modestia le afirma: “Si de algo serví antes de ahora, ya no me acuerdo: lo que yo quiero es servir más”. Luego le dice que recibió ese documento, lo leyó detenidamente, le envía algunas opiniones y le asegura que no será la última vez que escriba sobre ese tema. Y cumplió, pues lo hizo. Afirma que nunca manchará con palabras, actos, ni escritos la paz del pueblo que lo acoja. Explica que fue allí a  comunicar lo poco que sabía y a aprender lo mucho que no sabía. Y a ahogar sus penas por no estar combatiendo en los campos cubanos

Le dice que tiene vedada la injerencia en la política activa de los países donde vive, y que hay una  gran política universal “y esa sí es la mía y la haré: la de las nuevas doctrinas”. 

miércoles, 30 de marzo de 2022

Más bandolero es quien roba honras que quien roba bolsas


Orlando Guevara Núñez

En este pensamiento martiano queda claro un concepto: el valor de la honra es superior al valor del dinero. Y es severo  en el criterio sobre quienes actúan de forma opuesta a ese principio.

Lo argumenta: “Ciertas palabras se deben reservar fríamente  para marcar en el anca con ellas a los malvados que pretenden salvarse de los deberes del sacrificio necesario, o remendar la vanidad malherida, con calumnias de que suelen, con superior decoro, retraerse los salteadores de caminos”.

Junto al pensamiento citado, otro. “Más bandolero es aún quien roba honras útiles a la patria que quien roba honras privadas” “El más punible de los delitos es aquel que lastima, o trata de oscurecer, una fama o una pureza útil a la patria”.

Tanto hiere a Martí la conducta condenada, que vierte otro  criterio; “Acaso es el único delito que justifique, por la extensión del mal, la pena de muerte: el de deshonrar, o perturbar, las fuerzas útiles al rescate y purificación del pueblo en que nacimos. Estas palabras están contenidas en un artículo titulado Un bandolero, publicado en el periódico Patria, el 24 de noviembre de 1894  Está desmintiendo a un individuo que en La Habana difundió la patraña de que “el señor Martí lo fue a ver a Saratoga, y a pedirle dinero para la Revolución, que el señor Martí recibió de él la oferta de unos cientos de pesos, y le respondió que persona de su  caudal no debía dar cientos, sino miles; que airado el señor Martí, con su negativa, levantó la vista, anunciándole que le había de pesar”.

Afirma nuestro Apóstol  que es falso el testimonio, que ni  él, ni el Partido Revolucionario Cubano han pedido dinero a nadie. El hombre miente, dijo.

 

Es bueno el que ama, y él solo es bueno: y el que no ama, no lo es

 


Orlando Guevara Núñez

En uno de sus varios discursos ante cubanos emigrados, esta vez en Hardman Hall, en Nueva York, el 31 de enero de 1893,   pronunció Martí estas palabras. Se  refiriere  a quienes aman o no a la patria, a su libertad.

Abordó el tema sobre las elecciones que en Cuba proyectaba el poder colonial español, con el fin de contrarrestar la revolución que se veía venir. Y censuraba a quienes se sumaban a aquella farsa y propalaban el miedo a esa revolución, única vía para la independencia del país.

Fustigó  al autonomismo “que ha dejado ya probada su ineficacia”  y  reafirma la posición del Partido Revolucionario Cubano sobre la necesidad y posibilidad de la guerra bien preparada, con los cubanos sinceros dispuestos a hacerla. Pero no desecha a los cubanos que aún no comparten esas convicciones. Les sigue llamando hermanos. Y califica el temor a la muerte solo porque sería la causa de cesar en el servicio al país.

El párrafo final de su discurso, sintetiza un principio: (…) “El Partido Revolucionario Cubano, constituido para ordenar las fuerzas abandonadas de la revolución inevitable y conveniente, que enfrenando la indignación que pudiera alzar en él la sumisión excesiva e inútil de sus compatriotas o la conformidad inactiva con la tiranía que se censura, cumple, y continuará cumpliendo, con su deber de preparar la guerra en un país que va a ella por todas las vías, y que un partido impotente para contenerla abandona a su capricho y sus furias”

Fallecen dos grandes de la medicina santiaguera


 

.Orlando Guevara Núñez

 

 

El doctor Juan Amado Díaz Sarduy y la doctora Melba Puzo Hansen, fallecieron aquí en la semana que concluye. Ambos Hijos Ilustres de Santiago de Cuba, condición otorgada por la Asamblea Municipal del Poder Popular. Los dos integrantes del Grupo de Las Ardillas, nombre adoptado por los alrededor de 200 médicos egresados  en diciembre de 1960.

 

Dr. Juan Amado Díaz Sarduy. Nacido en Cienfuegos, el 3 de noviembre de 1933. Fue director del Hospital Rural de La Pimienta, donde hizo sus pos graduación. Dr. en Ciencias Médicas. Profesor Titular, Consultante y de Mérito de la Universidad de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba. Especialista de 2do. Grado en imagenología. Jefe del Grupo Provincial de esta especialidad durante más de 30 años. Fundador del Partido Comunista de Cuba. Laboró en el Hospital Provincial Saturnino Lora.

 

Dra. Melba Puzo Hansen. Santiago de Cuba la vio nacer el 9 de octubre de 1925. Especialista de 1er. Grado en Pediatría. Profesora Instructora. Se ha consagrado, al pie de las camas de los niños enfermos por diarreas, a su esmerada atención, salvando así miles de vidas infantiles. Ha tenido una destacada participación en las organizaciones del Sindicato y del Partido en su centro. Vanguardia Nacional durante varios años. Única representante femenina en el Grupo de Las Ardillas residente en esta ciudad. Se mantuvo trabajando en su especialidad en el Hospital Infantil Sur (La Colonia).

 

Sarduy  y Melba formaron parte, junto a su grupo, de los primeros médicos que en Cuba entregaron al Comandante en Jefe, Fidel Castro, su compromiso de renunciar al ejercicio de la medicina privada y marchar hacia las montañas cubanas pare llevar hasta ellas los servicios de salud. No preguntaron cuánto iban  ganar en salario. Desempeñaron también un papel importante en el desarrollo de la docencia médica, labor en la cual nació la Escuela de Medicina santiaguera, convertida hoy en el Instituto Superior  de Ciencias Médicas.

 

La historia revolucionaria, de consagración y sacrificio de estos profesionales de la salud, no caben en una nota periodística. Cuando se despidieron de la Universidad, expresaron un deseo: “Que cuando pasados los años nos reunamos, de entre esa mezcla de sacrificios y angustias, alegrías y sorpresas que nuestra profesión conlleva, sobresalga la satisfacción del deber cumplido”.

Hoy, al despedirse físicamente Sarduy y Melba hicieron sobresalir su satisfacción por el deber cumplido. Y pueden agregar otra: la satisfacción por el cariño, el respeto y la eterna gratitud de su pueblo que los recordará como paradigmas de nuestro glorioso ejército de las batas blancas.