jueves, 30 de junio de 2022

Terrible es, libertad, hablar de ti para quien no te tiene


Orlando Guevara Núñez

Con estas palabras inicia al Apóstol cubano un extenso artículo escrito el 29 de octubre de 1886, en Nueva York, y publicado el 1ro. de  enero del siguiente año  en el periódico argentino La Nación

Escribe  sobre la aceptación de los Estados Unidos, el día anterior, del regalo de La Estatua de la Libertad, hecho por el gobierno de Francia a este país, con razón del  4 de julio, independencia ganada  a  Inglaterra, con  sangre también aportada por franceses.

En ese contexto afirma Martí: “Del fango de las calles quisiera hacerse el miserable que vive sin libertad la vestidura que le asienta. Los que te tienen, oh libertad, no te conocen. Los que no te tienen no deben hablar de ti, sino conquistarte”.

El artículo describe el júbilo ese día en los Estados Unidos. Y ensalza el gesto francés de ayudar desinteresadamente a este pueblo a ganar su independencia frente a los ingleses. Y anota que de Lafayette, el héroe francés que ayudó en la contienda, hay también una estatua, pero igualmente donada por Francia. Dice que de él poca gente habla, ni saben de él, y asevera que “este pueblo- el de Estados Unidos, en que cada uno vive con fatiga para sí, ama poco, en    

realidad, a aquel otro pueblo que ha abonado con su sangre toda semilla humana”

Se refleja con forma emotiva el momento de develar la Estatua de la Libertad, de la cual afirma Martí que  “está hecha de todo el arte del universo, como está hecha la libertad de todos los padecimientos de los hombres”.

Unas palabras del presidente estadounidense, Cleveland, sobre la estatua, refleja Martí en su escrito: (…)  “en vez de asir en su mano los rayos del terror y de la muerte, levanta al cielo la luz que ilumina el camino de la emancipación del hombre”.

Quienes hayan conocido y sufrido el avasallamiento de innumerables gobiernos de los Estados Unidos contra los pueblos y contra los hombres, en diversas latitudes del mundo, se darán cuenta de la dimensión con que  han mancillado el honor que representó  y representa su Estatua de la Libertad.

 

La música es la más bella forma de lo bello


Orlando Guevara Núñez

Al hacer esta afirmación, está hablando Martí  sobre José Whit Laffite, violinista de origen cubano, nacido en Matanzas, Cuba, en 1836 y fallecido en París, Francia, en marzo de 1918. Padre de origen francés y madre mestiza cubana. El texto que contiene este pensamiento fue publicado en la Revista Universal, de México, el 25 de mayo de 1875  

Martí elogia la estatura del músico y de él dice: “Whit  no toca, subyuga: las notas resbalan en sus cuerdas, se quejan, se deslizan, lloran: suenan una tras otra como sonarían perlas cayendo.”

Hace otras definiciones sobre la música, como ésta: “La música es hombre escapado de sí mismo: es el ansia de lo límite surgido de lo limitado y de lo estrecho: es la armonía necesaria, anuncio de la armonía constante y venidera” Afirma que lo verdadero es lo que no termina: y la música está  perpetuamente palpitando en el espacio.

“Aquel violín -dice- se queja, se entusiasma, regaña, llora: ¡con qué lamentos  gime!  ¡con qué dolor tan hondo se desespera y estremece!”

Está comentando  una presentación de Whit en el Teatro Nacional de México, dos días antes. Y comenta: “Cuanto quepa de alabanza, White lo merece. Cuanto de arte quepa, White lo tiene”

Martí  expresa su satisfacción porque el violinista sea “hijo de mi patria muy amada”. “Yo me siento orgulloso –escribe-  con que mi patria sea la patria de este artista perfecto y eminente”.

 

miércoles, 29 de junio de 2022

Josué, Floro y Salvador: Nuestros fiscales supremos Josué, Floro y Salvador: Nuestros fiscales supremos

 

 Orlando Guevara Núñez

En junio de 1957, la rebeldía del pueblo santiaguero y de todo el territorio oriental se había multiplicado. Luego de los días azarosos y funestos del desembarco del Granma, se había producido el primer combate victorioso del naciente Ejército Rebelde en La Plata, el 17 de enero, y un mes después la entrevista concedida por Fidel en la Sierra Maestra al periodista norteamericano Herbert Matthews. Ambos acontecimientos desmentían la patraña gubernamental de que los rebeldes estaban aniquilados y de que la paz reinaba en esta combativa provincia.

El 28 de mayo de 1957, el combate de El Uvero había reafirmado la verdad que el régimen batistiano y los medios de prensa querían silenciar. Ese mismo día, los esbirros de la tiranía asesinaron a 16 expedicionarios del Corynthia, que habían desembarcado por la costa norte de Oriente para combatir contra Batista. El heroico asalto al Palacio Presidencial, el 13 de marzo de ese año, reafirmaba la rebeldía de los cubanos en todo el país.

En Santiago de Cuba el pueblo se enfrentaba valerosamente a las fuerzas militares opresoras y muchos de sus hijos eran perseguidos, torturados y asesinados en las calles. En ese propio junio,  Herbert Matthews,  escribía en el diario The New York  Time sus impresiones  sobre la capital oriental.

Esta es una ciudad en revolución contra el presidente Fulgencio Batista. Ninguna otra descripción podría señalar el hecho de que virtualmente todo hombre, mujer y niño en Santiago de Cuba, excepto la policía y las autoridades militares, están luchando al costo de lo que ellos pueden para derribar a la dictadura militar en La Habana. Lo que se aplica a Santiago puede aplicarse a toda la provincia de Oriente, al extremo oriental de la Isla, la más densamente poblada y la más fértil región de Cuba y que tradicionalmente ha sido la cuna de la lucha por la libertad”.

Era ésa la realidad que pretendían ocultar el dictador y sus cómplices, quienes se empeñaban en  hacer creer a la opinión pública que en Santiago de Cuba y Oriente había estabilidad política y tranquilidad ciudadana. Con ese engañoso objetivo, personeros batistianos, entre ellos el asesino Rolando Masferrer, organizaron ese 30 de junio un llamado “mitin de la paz” que tendría lugar en el Parque Céspedes, ubicado en el mismo corazón de la ciudad.

Pero los jóvenes del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, comandados por el héroe de la lucha clandestina, Frank País García, se aprestaron a demostrar lo contrario, con un audaz plan de acción. Una bomba de tiempo, colocada debajo de la tribuna, no llegó a explotar, fallando así el aviso para que tres pequeños grupos de revolucionarios salieran a la calle demostrando su presencia y  dispuestos al enfrentamiento con el enemigo. Faltó la señal, pero los jóvenes combatientes cumplieron la parte que les correspondía.

Entre los intrépidos muchachos estaban Josué País García, Floromiro Vistel Somodevilla y Salvador Pascual Salcedo. Impacientes por la ausencia de la explosión, Josué trató de comunicarse con Agustín Navarrete, responsabilizado con la acción, lo que no fue posible. Las palabras ofensivas y demagógicas de los personeros batistianos durante el mitin, enardecieron más a los jóvenes. “Estamos en esta tarde-dijo uno de los sicarios- librando en Santiago de Cuba la batalla por el futuro, por la tranquilidad, por la paz y el progreso de la nación. A la bomba, al petardo, oponemos el alma de nuestras mujeres, el pecho de nuestros hombres y la voluntad del pueblo, que quiere elecciones, que quiere paz, que quiere trabajo”.

Ante esa y otras ofensas, los tres jóvenes decidieron iniciar la operación. Salieron a la calle, ocuparon un auto de alquiler y caminaron hasta ser interceptados en la calzada de Martì y Crombet por un vehículo militar que ya los perseguía, pues el dueño del auto ocupado había hecho la denuncia a las fuerzas represivas. Refuerzos de los asesinos acudieron de inmediato. Cercados y  atacados por los esbirros, los tres jóvenes prefirieron morir en desigual combate, antes que rendirse al enemigo.

Floro y Salvador, luego de responder al fuego contrario, murieron al instante, mientras que Josué, herido de gravedad, fue hecho prisionero, montado en un carro militar y – según testimonio de muchos – asesinado como respuesta a sus exclamaciones de ¡Viva la Revolución!

En un artículo del investigador histórico, combatiente y biógrafo de Josué País, Francis Velázquez Fuentes, donde se analizan los hechos de ese día, se expresa que otro de los grupos revolucionarios decidió también salir, pero al tratar de ocupar un auto fueron descubiertos y se enfrentaron a los sicarios, causándoles dos muertos y un herido, logrando ellos escapar ilesos.

El fracaso del mitin fue evidente. En carta fechada el 5 de julio de 1957, el propio Frank País le comunicaría al máximo jefe de la Revolución, Comandante Fidel Castro, la siguiente valoración:

“Tuvieron que dar el mitin apoyados en tanques de guerra, con 3 000 soldados sobre las armas y más de 200 apapipios de Masferrer (…) El pueblo se portó muy bien, nadie fue; había solamente unas 5 000 personas y eso que las trajeron de toda la República. Tal fue el fracaso que el gobierno ha trazado planes para Oriente (…)”

A este fracaso de los politiqueros hay que unir otro. El Movimiento Revolucionario 26 de Julio, como parte del plan, se había propuesto interferir la transmisión del mitin. Uno de sus militantes, Carlos Amat, empleado de la Cuban Telephone Company, era el encargado de las líneas telefónicas a través de las cuales la transmisión llegaría a varias emisoras nacionales. Y precisamente en el momento que le correspondía hablar al asesino Masferrer, lo que salieron al aire fueron las consignas revolucionarias de ¡Viva Fidel!, ¡Viva la Revolución!, ¡Abajo Batista!

Ese mismo 30 de junio, además de la caída de Josué, Floro y Salvador, el Movimiento sufrió otro duro golpe: el fracaso del intento de apertura de un segundo frente de combate, en la zona de Miranda,  actual municipio de Mella, en la provincia santiaguera. Como la “semana terrible”, bautizaría Frank País estos hechos al informar a Fidel sobre los acontecimientos.

Pero los combatientes clandestinos no se amilanaron. Fortalecieron su organización, golpearon con más fuerza a los esbirros de la tiranía y se convirtieron en un firme bastión de apoyo a los guerrilleros que en las montañas orientales también incrementaban sus acciones, en una lucha sin tregua cuyo colofón fue la victoria revolucionaria del 1ro. de enero de 1959.                                   

                                                     

                                                   Los tres héroes

 

Josué País García era el hermano menor de Frank. Nació en Santiago de Cuba, el 28 de diciembre de 1937. Al morir contaba con sólo 19 años de edad. De conocida procedencia humilde, sus inquietudes revolucionarias lo habían integrado a la lucha estudiantil en el Instituto santiaguero. Formó parte del Bloque Estudiantil Martiano. Sus aspiraciones de estudiar ingeniería en la Universidad, quedaron truncas ante los requerimientos de su actividad revolucionaria.

Junto a los jóvenes que se rebelaron contra el golpe militar que el 10 de marzo de 1952 llevó al sanguinario Batista al poder, estaba Josué. Se suma de lleno a la lucha revolucionaria junto a Frank, Pepito Tey y otros destacados revolucionarios. El asalto al Cuartel Moncada, incentiva en el joven su ideal libertario. Es perseguido y detenido varias veces por los esbirros lo que, lejos de amedrentarlo, lo enardece. Ingresa al Movimiento Revolucionario 26 de Julio y figura entre los combatientes del 30 de noviembre de 1956.

Su muerte conmovió en lo más profundo a su hermano Frank, quien refiriéndose al trágico acontecimiento le escribe a Fidel: “Aquí perdimos tres compañeros más, sorprendidos cuando iban a realizar un trabajo delicado y que prefirieron morir peleando antes de dejarse detener, entre ellos el más pequeño que me ha dejado un vacío en el pecho y un dolor muy mío en el alma”.

Floromiro Bistel  Somodevilla nació en Santiago de Cuba, el 18 de mayo de 1934. No había cumplido los 23 años de edad cuando ofrendó su vida a la libertad de la Patria.

No tuvo oportunidad de continuar estudiando después de alcanzar el sexto grado, pues la necesidad lo obligó a trabajar desde muy joven para contribuir al sustento de su humilde hogar. Laboró como chofer en una fábrica de galletas en su ciudad natal.

Se integró al Movimiento Revolucionario 26 de Julio y sus principales actividades las desarrolló  en un grupo de acción, junto a Josué País y Salvador Pascual.

Participó en el Levantamiento Armado del 30 de noviembre de 1956 en Santiago de Cuba y fue detenido el  2 de diciembre de ese año, permaneciendo en prisión hasta mayo de 1957, ocasión en que se reintegra a la lucha hasta su caída heroica pocos días después.

Salvador Pascual Salcedo tenía 23 años al caer en combate, el 30 de junio de 1957. Había nacido en Santiago de Cuba, el 8 de abril de 1934, en el seno de una humilde familia. Estudió Derecho Administrativo en la Universidad de La Habana, trabajando luego en las tiendas de ropas Luxor y La Francia, de la ciudad santiaguera.

Con sólo 18 años de edad, ya estaba vinculado a la lucha revolucionaria y bajo las órdenes de Pepito Tey cumplió diversas y riesgosas misiones clandestinas. Por estar cumpliendo una de ellas, en el antiguo central Río Cauto (hoy José Nemesio Figueredo, en la provincia de Granma) no participó en las acciones del 30 de noviembre de 1956, en Santiago de Cuba.

Al caer en combate su jefe, Pepito Tey, el joven revolucionario continúa cumpliendo misiones junto a Frank País, hasta su muerte heroica.

                                         Presencia de los caídos

La muerte de los tres revolucionarios santiagueros, causó una profunda impresión entre  el pueblo de Santiago de Cuba y de los combatientes guerrilleros de la Sierra Maestra. Así, el 21 de julio de 1957, el Ejército Rebelde escribe a Frank País una carta de condolencia, la cual no llegó a las manos del jefe clandestino, por su también heroica muerte el día 30 de ese mismo mes.

En esa emotiva carta, un párrafo lo leemos hoy con impresionante fuerza de presencia.  “Si el destino nos lo permite, juntos iremos un día a su tumba para decirle a él y a toda esa legión de Niños Héroes, que hemos cumplido con la primera parte de esta lucha y que con la misma entereza y espíritu de sacrificio nos disponemos a culminar la obra de nuestra generación, teniéndolos a ellos como fiscales supremos de nuestros actos futuros”

Y para ti, hermano querido, - expresa la propia misiva- nada tenemos que añadirte, porque también es nuestro el dolor del joven águila caído.

Hoy el compromiso de culminar la obra de Josué, de Floro y de Salvador, la asume un pueblo entero que los continuará considerando, eternamente, fiscales supremos de nuestros actos presentes y futuros. Y el joven águila caído continúa elevando su vuelo para, junto a los Niños Héroes inmolados aquel 30 de junio y en otras fechas, continuar su ascenso hacia el sitial más alto de la Patria

 

 

martes, 28 de junio de 2022

Los cuerpos de los mártires son el altar más hermoso de la honra


Orlando Guevara Núñez

Cuando el 16 de octubre de 1953, ante el tribunal que lo juzgaba por los hechos del 26 de Julio de ese año, Fidel Castro, hablando sobre sus compañeros  caídos, recordó este pensamiento de José Martí, lo hacía con el mismo dolor sentido por nuestro Apóstol ante el asesinato de los ocho estudiantes de medicina, en La Habana, el 27 de noviembre de 1871.

A un año exacto de aquel crimen del ejército colonial español, circuló en Madrid un escrito de José Martí, en el cual se refería al abominable hecho. Algunos periódicos se hicieron eco del mensaje. 

Un párrafo decía textualmente: “Y cuando las cabezas han rodado y sonreían al rodar, al par que la sonrisa, se han  alzado las manos de los cadáveres para decirnos que no lloremos demasiado, porque hay un límite al llanto sobre la sepultura de los muertos, y es el amor infinito a la patria y a la gloria que se jura sobre sus cuerpos, y que no teme ni se abate ni se debilita jamás; porque los cuerpos de los mártires son el altar más hermoso de la honra”

A continuación de esa cita, el jefe del asalto al Moncada evocó  unos versos de José Martí, también dedicados  a los estudiantes asesinados: (…)  Cuando se muere/ en brazos de la patria agradecida/ la muerte acaba, la prisión se rompe/ ¡Empieza, al fin, con el morir, la vida!

Aquel escrito de Martí comienza aseverando que “No graba cincel alguno como la muerte los dolores en el alma: no olvida nunca el espíritu oprimido el día tremendo en que el cielo robó ocho hijos a la tierra, y un pueblo lloró sobre la tumba de ocho mártires”.

Martí habla de lágrimas por los caídos, pero descarta el olvido. Dice  amar  más cada día a los hermanos caídos y no desear paz para sus restos, porque ellos viven en las agitaciones excelsas de la gloria. Y concluye diciendo: ¡Lloren todos los que sientan! ¡Sufran con nosotros todos los que amen!  ¡Póstrense de hinojos en la tierra, tiemblen de remordimiento, giman de pavor todos los que en aquel tremendo día ayudaron a matar!

Como se aclara en las Obras Completas de Martí, este escrito apareció firmado por Fermín Valdés Domínguez y Pedro J. de la Torre, condenados a seis años de prisión por la misma causa. Sería el primero de ellos quien testificó, luego, la autoría de José Martí.