.Orlando Guevara Núñez
“¿Qué, te parece buena?” “Creo que sí, a primera vista” La interrogante fue hecha por el joven revolucionario Fidel Castro Ruz; la respuesta pertenece al también joven Ernesto Tizol. Tras el diálogo, la entonces Villa Blanca, que se comenzó a construir en 1945, pasaría de casa campestre de recreo a cuartel general de los combatientes que el 26 de julio de 1953 asaltaron el Cuartel Moncada, entonces segunda fortaleza militar del país.
Situada a unos 17 kilómetros de la ciudad de Santiago de Cuba, a orillas de la carretera que la une al poblado de Siboney, esta villa, convertida el 23 de julio de 1965 en el Museo Granjita Siboney, es una viva lección de historia.
Una vez alquilada, la casa fue ocupada a principios de julio de 1953 por Abel Santamaría Cuadrado – segundo jefe de la acción – para instalar en su espacioso patio una granja destinada a la crianza de pollos. Los presuntos gallineros servirían para ocultar los autos que trasladarían hasta allí a los combatientes la noche del 25 de julio y hacia el Moncada durante la madrugada del 26.
A un costado de la vivienda, Abel y Renato Guitart Rosell, joven santiaguero que desempeñaba un papel fundamental en los preparativos del asalto, construyeron el brocal de un pozo seco, que serviría para ocultar las armas. Un recipiente metálico, lleno de tierra y cubierto por plantas, enmascaraba el hoyo.
De la Granjita Siboney, según se lee en una placa situada a la entrada del Museo, salieron hacia el Moncada 135 combatientes; al frente de ellos, Fidel Castro y Abel Santamaría. En los últimos minutos antes de la partida, Fidel se dirigió a los revolucionarios para decirles:
“Compañeros: Podrán vencer dentro de unas horas o ser vencidos, pero de todas maneras, óiganlo bien, compañeros, este movimiento triunfará. Si vencemos mañana, se hará más pronto lo que aspiró Martí. Si ocurriera lo contrario, el gesto servirá de ejemplo al pueblo de Cuba. A tomar la bandera y seguir adelante. El pueblo nos respaldará en Oriente y en toda la Isla”.
Hasta ese momento, la mayoría de los allí reunidos no conocía cómo sería la acción. Después de explicada, se dio la oportunidad de desistir en la participación. La abrumadora mayoría asumió con valentía la misión.
En ese momento de tanta tensión, las palabras de Abel Santamaría trasladaban firmeza y convicción:
“Es necesario que todos vayamos mañana con fe en el triunfo; pero si el destino nos es adverso, estamos obligados a ser valientes en la derrota, porque lo que pase en el Moncada se sabrá algún día, la historia lo recogerá y nuestra disposición a morir por la Patria será imitada por todos los jóvenes de Cuba. Nuestro ejemplo merece el sacrificio y mitigará el dolor que podamos causarles a nuestros padres y seres queridos. ¡Morir por la Patria es vivir! ¡Libertad o muerte!”
Al recorrer el interior de la Granjita, a uno le parece escuchar a cada paso estas palabras del joven que pocas horas después sería uno de los primeros asesinados por la tiranía después del asalto al Moncada. Aquí se conservan y cuidan valiosas piezas, como son las camas individuales en las cuales durmieron Haydée Santamaría y Melba Hernández, heroínas del Moncada; los muebles originales de la casa, ropas manchadas de sangre de asaltantes asesinados; zapatos, casquillos utilizados en las prácticas de tiro, el radio receptor por medio del cual Fidel escuchó las primeras noticias después del asalto.
En la fachada de la casa están los impactos de balas. Hasta aquí fueron traídos cinco moncadistas asesinados, a quienes se les colocó cerca un arma y luego se informó que habían muerto en un combate que no existió. Esos jóvenes fueron Reynaldo Boris Luis Santa Coloma, Fernando Chenard Piña, Manuel Rojo Pérez, Giraldo Córdova Cardín y José A. Labrador Díaz. Una víctima civil, Miguel A. Ravelo, era incluido por los esbirros entre los muertos.
A este sitio museístico llegan a diario visitantes nacionales y extranjeros. El 26 de julio de 1979 la instalación fue declarada Monumento Nacional y entre los galardones que ha obtenido se encuentra la Réplica del Machete Mambí del Generalísimo Máximo Gómez.
En este sitio sagrado de Cuba parece sentirse también el eco de los encendidos versos del Poeta de la Generación del Centenario, Raúl Gómez García:
“Por nuestro honor de hombres, ¡Ya estamos en combate!/ pongamos en ridículo la actitud egoísta del tirano/ luchemos hoy o nunca por una Cuba sin esclavos/ sintamos en lo hondo la sed enfurecida de la Patria/ pongamos en la cima del Turquino ¡la Estrella Solitaria!”
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