.Orlando Guevara Núñez
Una amplia difusión en el mundo, sobre todo a través de los medios de comunicación y redes sociales, ha tenido el artículo Tiempo de Acabar el Embargo a Cuba, publicado el
reciente 12 de octubre por el influyente diario estadounidense The New
York Times, opinando lo que debe hacer
el presidente de ese país, Barack Obama, en su política hacia Cuba.
Pese a lo que
considero positivo de pedir un nuevo rumbo político del gobierno de su país hacia el nuestro, considero que el propio
órgano de prensa no se despoja de un lenguaje tan obsoleto como la medida que critica
y, por tanto, debiera modificarse también
si se quiere contribuir a los propósitos anunciados.
El propio título es un ejemplo. Se habla del “embargo”
a Cuba. Esa palabra esconde el verdadero sentido de la verdad. En lugar de
embargo, lo que existe desde hace más de medio siglo es un bloqueo económico,
comercial y financiero violatorio de las más elementales normas de las
relaciones internacionales y la soberanía de los Estados. Es una guerra
económica que, desde su inicio, no ha dejado de recrudecerse.
No cambia este periódico, en su lenguaje, el tan
desgastado argumento imperial sobre el bloqueo norteamericano a Cuba. “El régimen de los Castro ha utilizado dicho
embargo para excusar sus fallas y ha mantenido a su pueblo bastante aislado del
resto del mundo”. Si esto fuera cierto,
¿por qué todos los gobierno yanquis han desaprovechado laoportunidad de
eliminar ese “pretexto”? Se oculta una
verdad que muy pocos en el mundo pueden exhibir: en Cuba el gobierno es el
pueblo y el pueblo es el gobierno. Sin esa condición, no habríamos podido
sobrevivir a las agresiones imperiales.
Se quiere seguir engañando a la opinión pública,
haciendo aparecer que las dificultades económicas de Cuba son causadas por
deficiencias administrativas, al margen del bloqueo. Sobre esa falacia, le
eschuché un día al presidente ecuatoriano, Rafael Correa, decir que pensar de
esa forma sería como coger a una persona, amarrarla a una roca, tirarla al mar
y después decir que se ahogó porque no
sabía nadar.
Documentos hoy desclasificados por Estados Unidos,
fijan el 6 de abril de 1960, como fecha en que el Departamento de Estado de ese
país, refiriéndose a Cuba, aseveró en un
informe que “El único medio previsible para enajenar el apoyo interno es a
través del desencanto y el desaliento basados en la insatisfacción y las
dificultades económicas”. Se abogó por la utilización “prontamente de cualquier
medio concebible para debilitar la vida económica de Cuba (…) disminuir los
salarios reales y monetarios, a fin de causar hambre, desesperación y el
derrocamiento del gobierno”.
Esas fueron y son las verdaderas causas de
haber implantado el bloqueo y no haber
dejado de incrementarlo ni un solo instante, sin excepción de alguna
administración norteamericana, desde Eisenhower hasta Obama.
El artículo habla de que “Obama debe aprovechar esta
oportunidad para darle fin a una larga era de enemistad y ayudar a un pueblo que ha sufrido
enormemente desde que Wasington cortó relaciones diplomáticas en 1961, dos años
después de que Fidel Castro llegó al poder”.
No se aclara que la enemistad ha sido unilateral, contra Cuba. Sí
estamos de acuerdo con la afirmación de que suspender el bloqueo sería una
ayuda al pueblo cubano, la única que necesitamos y queremos y a la cual tenemos
el pleno derecho.
¿Aislado el pueblo de Cuba por su propio
gobierno? Si el citado diario se
acogiera a una información objetiva y veraz, no
se haría eco de una calumnia tan mendaz que cuenta, más o menos, con la
misma edad del bloqueo. El verdadero
aislador ha sido Estados Unidos, solo
que, al cabo de más de medio siglo, se ha convertido en el aislado, mientras
que Cuba sigue hoy más unida que nunca a los pueblos del mundo. La próxima
votación en la ONU, a fines de este mes, sobre la necesidad de eliminar ese
cruento bloqueo, ratificará esa afirmación.
Se dice en el artículo que “el deporable estado de
su economía ha obligado a Cuba a implementar reformas”. Cuba, aunque no lo dice, ni puede decirlo el
periódico norteamericano, está haciendo las reformas que necesitan y quieren su
gobierno y su pueblo. Y más que reformas, son profundos cambios para fortalecer
el socialismo, no para debilitarlo, como ha ocurrido fatalmente en otras latitudes.
Cuando se refiere al tema económico cubano, el
artículo no menciona para nada las graves consecuencias del bloqueo, sin
excepción alguna, en todas las esferas del acontecer económico, con
afectaciones que sobrepasan con creces el millón de millones de dólares. Se
desconoce la verdad de que Cuba, cuando se implantó el bloqueo norteamericano,
se quedó sin tener a quien comprarle ni a quien venderle, hecho que se repitió
tres décadas después, a raiz de la extinción del Campo Socialista y de la Unión
Soviética. Sin embargo, el pueblo resistió, enfrentó la situación y se mantuvo en pie. Solo un pueblo
revolucionario, con un gobierno revolucionario puede ser capaz de esta proeza.
No cambió el recorrido por otros caminos trillados –
inexactos y calumniosos- el artículo sobre el tema de la emigración y los
llamados disidentes cubanos. De poco merecido respeto es la afirmación de que “La
Habana no ha explicado la sospechosa muerte del activista político Oswaldo
Payás”. Nada tiene de sospechosa la muerte de ese individuo en un accidente del
tránsito. Ni siquiera se respeta la memoria de los muertos para fomentar la cizaña y continuar agravando un tema del cual se convoca a un mejoramiento.
Por otra parte, se
repite la mentira de la falta de derechos de los disidentes para
criticar cualquier medida gubernamental.
En Cuba ese derecho, como otros muchos, los tiene todo el pueblo no
porque lo exija, sino porque se lo otorgó la Revolución desde el mismo 1ro. de
enero de 1959. Esto se dice en momentos
en que en todo el territorio nacional se desarrollan las reuniones de rendición
de cuenta del Delegado de Circuscripción a sus electores, eslabón en el que se
concreta la realidad de que el gobierno es el pueblo. Lugar para las opiniones,
para las críticas, para la exposición de cualquier tema. Esta vía, puesta en práctica, cada seis meses, no es la
únicaen una sociedad donde la población está organizada y tiene todas las
posibilidades de ejercer sus derechos a través de las diversas instituciones,
incluyendo las civiles.
En este artículo se sigue la rima a la patraña
yanqui de, por un lado, obstaculizar de forma
permanente la emigración legal de
quienes desean hacerlo, incentivando al mismo tiempo las salidas ilegales, sin importarle el riesgo
para la vida de las personas que utilizan esta vía, en virtud de la criminal Ley
de Ajuste Cubano.
Recoge el escrito del The New York Times, su
preocupación porque en Cuba, en la Sección de Intereses de los Estados Unidos,
los diplomáticos de ese país “tienen pocas oportunidades de salir de la capital
para interactuar con el pueblo cubano y su acceso a los dirigentes de la isla
es muy limitado”. Como se conoce, el único derecho que la diplomacia
norteamericana perdió en Cuba desde el mismo triunfo de la Revolución, fue el
de dictar órdenes a los gobiernos, de imponer políticas, de interferir en
nuestros asuntos con irrespeto total a nuestra condición de país libre y
soberano. No se dice, sin embargo, absolutamente nada, de las actividades
contrarrevolucionarias de esa sede diplomática, probadas y denunciadas más de
una vez por las autoridades cubanas. Ni se habla de las medidas arbitrarias del
gobierno de los Estados Unidos contra la Oficina de Intereses de Cuba en ese
país, imponiendo medidas bancarias que han obstaculizado el funcionamiento de
esa sede diplomática.
Un análisis a medias hace el citado periódico norteamericano al plantear
que “Una relación más saludable podría ayudar a resolver el caso de Alan Gross,
un experto en desarrollo que lleva casi cinco años detenido en la isla”. Le
faltó decir que está preso no por su especialidad en desarrollo, sino por
actividades subversivas en las que fue sorprendido con las manos en la masa. No
menciona el referido diario el caso de los tres antiterroristas cubanos presos
hace más de 16 años en los Estados Unidos
por proteger a nuestro país de las actos terroristas de grupos que desde
ese territorio actúan con impunidad y apoyo contra la Revolución cubana.
Otras consideraciones contenidas en el artículo,
referidas al posible mejoramiento de
las relaciones con Cuba, tanto de Estados Unidos como de la Unión Europea,
parecen hacerse bajo la mal aceptada resignación de que Cuba ha estado y estará
siempre dispuesta al diálogo, pero bajo el inviolable principio de la igualdad
y el respeto.
Luego de la lectura de esta publicación del The New
York Times, pienso que es atinado abogar por la supresión del bloqueo, por
injusto, por criminal y por ilegal. Pero, a la vez, hacerlo no solo porque se
crea inefectivo para derrocar a la Revolución y sustituirlo por otros métodos,
sino con un sentido de justicia verdadera.
Añado, por último, que, además de la eliminación de
esa guerra económica, hay que eliminar las campañas mediáticas y los análisis
parcializados, como este que nos brinda tan opulento diario. Porque continuar
incentivando tergiversaciones, acusaciones falsas, repitiendo como catecismo la
política agresiva y prepotente del imperio, en nada contribuiría a un arreglo
de las relaciones entre estos dos países. No creo que le sea muy difícil a este
órgano de prensa, si se lo propone, hablar con más objetividad sobre la Revolución cubana. Los nuevos aires que hoy soplan en la opinión
pública norteamericana, sobre las relaciones con Cuba, deben ser liberados de cualquier contaminación, para
que puedan ser respirados con salud.