martes, 5 de octubre de 2021

De culto a culto, el de todos los deberes es más hermoso que el de todas las sombras

 


Orlando Guevara Núñez

 


Comienza  José Martí un escrito publicado en la Revista Universal, de México, el 7 de mayo de 1875, afirmando que “el culto es una necesidad de los pueblos. El amor no es más que la necesidad de la creencia: hay una fuerza secreta que anhela siempre algo que respetar y en que creer”.

Y continúa  alegando  que “extinguido, por ventura, el culto irracional, el culto de la razón comienza ahora. No se cree ya en las imágenes de la religión, y el pueblo cree ahora en las imágenes de la patria”  Seguidamente, plasma el pensamiento arriba señalado.

Dice que bien hace el pueblo mexicano en celebrar fiesta el día de su independencia, y lo que se celebra no es la vergüenza de los que cayeron, sino la enseñanza provechosa del cumplimiento del deber. Afirma que las fiestas nacionales son necesarias y útiles, pues los pueblos tienen la necesidad de amar algo grande, de poner en un objeto sensible su fuerza de creencia y amor.

Anota que ese  cinco   de mayo ha sido solemne, no por un entusiasmo impuesto, sino un entusiasmo popular.  Se refiere al activo papel que desempeña la juventud mexicana, a través del Círculo de Obreros, con la participación, para la celebración, del Comité Central de las Escuelas Nacionales. Dice que los estudiantes son obreros, que unos trabajan en la industria y otros trabajan la razón.  Y agrega: “Esta juventud entusiasta es bella. Tiene razón, pero aunque estuviera equivocada, la amaríamos”.

Refiere que durante la celebración un niño indígena, descalzo, estuvo  largo tiempo en la tribuna y pronunció un discurso “galano y elegante”. Y afirmó que es bello que los niños pobres formen parte, todos los años, en la procesión del  cinco  de mayo. Y que los hijos de la pobreza deben ir a la escuela de la gloria.

Reconoció nuestro Apóstol lo bello de que los indígenas descalzos repitan las ideas en que se consagran sus derechos, y es bello que el pueblo tenga absoluto y pleno concepto de su dignidad  y de su honra. Y concluye diciendo que se siente uno mejor narrando bondades ajenas, y que en las grandezas de la patria y de sus hijos, no es mentira decir que se siente crecer el corazón.

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