Fidel Castro, sus conceptos sobre el pueblo
.Orlando Guevara Núñez
En disímiles momentos, el Comandante en Jefe Fidel Castro expresó sus conceptos sobre el pueblo como protagonista fundamental de la Revolución, su confianza en él, y quiénes realmente podían ser considerados como tal.
En su alegato histórico La historia me absolverá, ante el tribunal que lo juzgaba por los hechos del 26 de julio de 1953, expresó varios conceptos, entre éstos:
“Se ha querido establecer el mito de las armas modernas como supuesto de toda imposibilidad de lucha abierta y frontal del pueblo contra la tiranía” (…) Ningún arma, ninguna fuerza es capaz de vencer a un pueblo que se decide a luchar por sus derechos. ¡Así luchan los pueblos cuando quieren conquistar su libertad, les tiran piedras a los aviones y viran los tanques boca arriba!
En aquel memorable discurso hizo Fidel una aleccionadora definición sobre el concepto de pueblo. Y lo hizo con claridad y valentía.
“Los revolucionarios han de proclamar sus ideas valientemente, definir sus principios y expresar sus intenciones para que nadie se engañe, ni amigos ni enemigos”.
“Nosotros llamamos pueblo si de lucha se trata, a los seiscientos mil cubanos que están sin trabajo deseando ganarse el pan honradamente sin tener que emigrar de su patria en busca de sustento; a los quinientos mil obreros del campo que habitan en los bohíos miserables, que trabajan cuatro meses al año y pasan hambre el resto compartiendo con sus hijos la miseria, que no tienen una pulgada de tierra para sembrar y cuya existencia debiera mover más a compasión si no hubiera tantos corazones de piedra; a los cuatrocientos mil obreros industriales y braceros cuyos retiros, todos, están desfalcados, cuyas conquistas les están arrebatando, cuyas viviendas son las infernales habitaciones de las cuarterías, cuyos salarios pasan de las manos
del patrón a las del garrotero, cuyo futuro es la rebaja y el despido, cuya vida es el trabajo perenne y cuyo descanso es la tumba; a los cien mil agricultores pequeños, que viven y mueren trabajando una tierra que no es suya, contemplándola siempre tristemente como Moisés a la tierra prometida, para morirse sin llegar a poseerla, que tienen que pagar por sus parcelas como
siervos feudales una parte de sus productos, que no pueden amarla, ni mejorarla, ni embellecerla, plantar un cedro o un naranjo porque ignoran el día que vendrá un alguacil con la guardia rural a decirles que tienen que irse; a los
treinta mil maestros y profesores tan abnegados, sacrificados y necesarios al
destino mejor de las futuras generaciones y que tan mal se les trata y se les
paga; a los veinte mil pequeños comerciantes abrumados de deudas,
arruinados por la crisis y rematados por una plaga de funcionarios filibusteros
y venales; a los diez mil
profesionales jóvenes: médicos, ingenieros, abogados, veterinarios,
pedagogos, dentistas, farmacéuticos, periodistas, pintores, escultores, etcétera,
que salen de las aulas con sus títulos deseosos de lucha y llenos de esperanza
para encontrarse en un callejón sin salida, cerradas todas las puertas, sordas al
clamor y a la súplica.
¡Ése es el pueblo, cuyos caminos de angustias están empedrados de
engaños y falsas promesas, no le íbamos a decir: “Te vamos a dar”, sino: “¡Aquí tienes, lucha ahora con toda tus fuerzas para que sean tuyas la libertad y la felicidad!”
Y el 8 de enero de 1959, ante la enorme multitud que lo recibió en la capital cubana, le diría al pueblo el comandante victorioso:
“Cuando yo oigo hablar de columnas, cuando oigo hablar de frentes de combate, cuando oigo hablar de tropas más o menos numerosas, yo siempre pienso: he aquí nuestra más firme columna, nuestra mejor tropa, la única tropa que es capaz de ganar sola la guerra: ¡Esa tropa es el pueblo!”
“Más que el pueblo no puede ningún general; más que el pueblo no puede ningún ejército. Si a mí me preguntaran qué tropa prefiero mandar, yo diría: prefiero mandar al pueblo, porque el pueblo es invencible. Y el pueblo fue quien ganó esta guerra, porque nosotros no teníamos tanques, nosotros no teníamos aviones, nosotros no teníamos cañones, nosotros no teníamos academias militares, nosotros no teníamos campos de reclutamiento y de entrenamiento, nosotros no teníamos divisiones, ni regimientos, ni compañías, ni pelotones, ni escuadras siquiera”.
Luego, ¿quién ganó la guerra? El pueblo, el pueblo ganó la guerra. Esta guerra no la ganó nadie más que el pueblo —y lo digo por si alguien cree que la ganó él, o por si alguna tropa cree que la ganó ella. Y por lo tanto, antes que nada está el pueblo.(…) Y hoy, a 62 años de esas palabras, el pueblo cubano sigue siendo ese pueblo valeroso que hizo la Revolución, la ha seguido engrandeciendo y ha sabido defenderla. ¡El pueblo de Fidel!
No hay comentarios:
Publicar un comentario