. Orlando Guevara
Núñez
El 4 de marzo de
1960, la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos y el gobierno de
ese país, cometieron contra Cuba uno de los más
abominables crímenes: el sabotaje
al vapor francés La Coubre, anclado en el muelle de La Habana, cargado con
armas para que el pueblo pudiera defenderse de las agresiones imperiales.
En la trágica explosión – fueron dos- perdieron la vida
101 cubanos, los heridos multiplicaron esa cifra, mientras que seis marinos
franceses se sumaron a los fallecidos. Aquel episorio sangriento llenó de indignación a todo
nuestro pueblo. Dolor y luto. Pero nadie se amilanó. Por el contrario, creció
el fervor revolucionario y fue mayor la decisión de combate y de victoria.
Al día siguiente, en el entierro de las víctimas, todos
escuchamos con atención las palabras del Comandante en Jefe Fidel Castro. Y esa
vez, como siempre, él encontró la forma de que cada golpe nos sirviera como
incentivo para continuar la lucha.
“Y sin inmutarnos por las amenazas –así lo dijo- sin inmutarnos por las maniobras, recordando
que un día nosotros fuimos 12 hombres solamente y que, comparada aquella fuerza
nuestra con la fuerza de la tiranía, nuestra fuerza era tan pequeña y tan
insignificante, que nadie habría creído posible resistir; sin embargo, nosotros
creíamos que resistíamos entonces, como creemos hoy que resistimos a cualquier
agresión. Y no solo que sabremos
resistir cualquier agresión, sino que sabremos vencer cualquier agresión, y que nuevamente no tendríamos otra
disyuntiva que aquella con que iniciamos la lucha revolucionaria: la de la libertad o la muerte. Solo que ahora libertad quiere decir algo más
todavía: libertad quiere decir patria. Y la disyuntiva nuestra sería patria o muerte.
Así nació, hace ahora 60 años la consigna que es hoy
escudo de todo nuestro pueblo. Ese mismo
¡Patria o Muerte! nos ha acompañado frente a todas las agresiones yanquis,
frente a los daños del bloqueo criminal que tiene la misma edad; y cuando un año después se produjo la
invasión mercenaria de Playa Girón, organizada, financiada, entrenada y
dirigida por Estados Unidos, en el primer contacto que hicieron con nuestros
milicianos, al conminarlos a rendirse, se irguió, como símbolo de resistencia y
de victoria el grito de ¡Patria o
Muerte!, acompañado por disparos de la dignidad.
Y cuando otro año más tarde, en octubre de 1962, los
cubanos estuvimos amenazados de un holocausto nuclear, fue realmente heroico y
conmovedor el espectáculo de un pueblo ocupando trincheras, las mujeres
sustituyendo a los hombres en los puestos de trabajo, en los campos de cultivo,
y los estudiantes aprendiendo el manejo
de las armas, enarbolando con fuerza mayor nuestra consigna de ¡Patria o Muerte!
El mismo ¡Patria o
Muerte! que acompañó al pueblo cubano en el cumplimiento de misiones
internacionalistas para defender la soberanía de pueblos hermanos; el mismo que
han llevado y llevan los cientos de miles de médicos, enfermeras y técnicos de
la salud a decenas de naciones para salvar vidas, curar o aliviar enfermedades
e incluso para prevenirlas.
Es, a 60 años de su
nacimiento, el grito insignia del pueblo cubano, que cada vez le da más
sentido. Porque hoy, al decir ¡Patria o
Muerte! estamos expresando no solo nuestra decisión de morir por la patria,
sino, sobre todo, la convicción de que quien pise nuestro suelo en son de
guerra, encontrará la muerte, mientras nosotros seguiremos teniendo patria
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