.Orlando Guevara Núñez
En su delirio por destruir la Revolución cubana, Trump
declaró recientemente su intención de recrudecer las medidas del criminal
bloqueo, partiendo de que Cuba “no ha dado señales de restablecer la
democracia”. Claro que se refiere a la
existente en nuestro país antes de 1959. Y en eso tiene razón. Esa
caricatura de democracia no volverá a ser presente, ni futuro en la patria
cubana.
En aquel sistema –el capitalista- en 1958, en Cuba los datos eran desgarradores. Un millón de
analfabetos absolutos, más de un millón de semi analfabetos, 600 000 niños sin
escuelas mientras que 10 000 maestros estaban sin trabajo.
Un millón y medio de habitantes
mayores de seis años no tenían ningún grado escolar aprobado, al tiempo que la
matrícula sólo registraba el 52 % de los niños de siete años, el 43,7 de los de
ocho y el 36,6 de los de nueve.
En la
democracia que Trump añora para Cuba, entre los 15 y 19 años, en la flor de su
juventud, sólo el 17% de los cubanos recibía algún tipo de educación, mientras
que el grado cultural promedio de los mayores de 15 años no llegaba al tercero.
En
el país existían sólo 53 464 graduados universitarios, entre ellos 37 292 en la
capital del país, con una población analfabeta de seis a nueve años que llegaba
a 44,5 % en La Habana, al tiempo que en Oriente alcanzaba un 81,2 %, llegando a
un 89% en las zonas rurales.
En 1961, más de 100 000
cubanos, principalmente jóvenes, se integraron a la ardua tarea de la alfabetización,
enseñando a leer y escribir, en solo un
año, a 707 000 adultos. Ya, en junio de
ese mismo año, había sido proclamada la Ley de Nacionalización de la Enseñanza
y el carácter gratuito de la educación en todos sus niveles. El 22 de diciembre
de 1961, Cuba fue declarada Territorio Libre de Analfabetos.
Hoy la Patria de José Martí
posee el pueblo culto y libre que él soñara. No existen niños sin escuelas y
maestros, ni maestros sin aulas. Es Cuba el país de mayor cantidad de docentes
por alumnos. La educación continúa gratuita, en todos los niveles, para todos
los ciudadanos del país, sin discriminación de ningún tipo. Los graduados
universitarios sobrepasan ahora el millón.
En nuestras escuelas, junto
a los maestros, la Revolución ha llevado los más modernos medios de enseñanza:
computadoras, vídeos, televisores y otros recursos que han borrado diferencias
entre las escuelas rurales y urbanas.
En Cuba – si alguien conoce
ejemplo igual valdría escucharlo –
mientras fue necesario, un centenar de escuelas tuvieron la asombrosa cifra de ¡Un alumno! por
encontrarse en zonas intrincadas. Y allí han llegado también los medios de
enseñanza e incluso la electricidad derivada del aprovechamiento de la energía
solar.
El sistema educacional
cubano ha sido reconocido internacionalmente por su calidad, con métodos
pedagógicos que son paradigma incluso para
países desarrollados.
La obra de la Revolución en
la educación, no cabe en el espacio de un artículo periodístico. Puede
afirmarse, eso sí, que es una obra grandiosa que trasciende incluso los
objetivos planteados en el Programa del Moncada. Y su gran artífice fue y sigue
siendo Fidel.
La situación dolorosa y
humillante que sirvió de razón a los combatientes moncadistas para su acción
heroica, fue erradicada y sobre sus ruinas se levanta el baluarte que somos hoy
y la seguridad de continuar siendo siempre un pueblo culto y libre.
Pero esa no es la democracia
y los derechos humanos que Trump y sus secuaces quieren para Cuba. Quieren la
del capitalismo, donde el sistema educacional vuelva a ser privado y la
ignorancia y el analfabetismo vuelvan a
nuestros campos y ciudades.
Quieren la democracia Made
in USA, país que, siendo la mayor potencia del mundo, tiene más de 16 millones de analfabetos, donde otros millones de personas no tienen acceso a
la educación superior, y donde otros
tantos, al egresar de la universidades, salen con deudas que tardan
hasta 30 años en pagar, supeditado esto al tipo de trabajo que consigan.
Organismos especializados en
la educación han considerado que en Estados Unidos alrededor de 40 millones de
adultos son semianalfabetos, con capacidad solo parar leer, con dificultades,
las rutas de los ómnibus en que viajan.
En el historial de la
educación en Estados Unidos, consta que hace 22 años, durante la Quinta
Conferencia Internacional sobre la Educación de Adultos, organizada por la
UNESCO, en Hamburgo, Alemania, el representante norteamericano – director de
esa actividad en su país- reconoció la existencia allí de unos 90 millones de personas
necesitadas de mejorar su nivel de alfabetización y mantenerlo en
correspondencia con las exigencias del mundo moderno.
Así, el modelo que quieren
imponernos los yanquis hace un significativo aporte a los 758 millones de
analfabetos existentes en el mundo. Cuba, por su parte, además de no engrosar
esa bochornosa cifra, ha contribuido a alfabetizar a casi 10 millones de personas,
en disímiles países, tanto con la presencia de maestros como a través del
método Yo sí puedo.
Y hay una diferencia de
contenido, que destaca la grandeza de la educación en Cuba. Aquí se aplica el concepto martiano de que “El
pueblo más feliz es el que tenga mejor
educados a sus hijos, en la instrucción
del pensamiento, y en la dirección de los sentimientos. (…) Un pueblo
instruido será siempre fuerte y libre”
Un último ejemplo sirve para
diferenciar el carácter de la educación entre el capitalismo que quieren
imponernos los gobernantes yanquis, y el socialismo que tenemos y defendemos
los cubanos.
En Cuba, la educación es
gratuita para todos. Nuestra Constitución reiteró en su Artículo 73 que: “La
educación es un derecho de todas las personas y responsabilidad del Estado, que
garantiza servicios de educación gratuitos, asequibles y de calidad para la
formación integral, desde la primera infancia hasta la enseñanza universitaria
de posgrado”.
En la Constitución de
Estados Unidos no está refrendado ninguno de esos derechos. Se comprende. ¿Acaso
gobernantes ignorantes pueden pretender el progreso de la educación?
Juzgue el lector.
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