.Orlando Guevara Núñez
Que una
persona mentirosa, arrogante, charlatana, alardosa y guapetona (con sus subordinados y quienes
lo adulan o le temen), llegue a presidente de un país, es un hecho grave. Pero
si el país al que llega al poder esa persona, es un imperio agresor, la gravedad
se multiplica. Y ese es el caso de Trump en los Estados Unidos.
Porque un individuo como ese, con un poder tan
grande en sus manos, es capaz de las más graves decisiones, alejadas de toda
razón, ética y respeto a los derechos humanos, la paz y la soberanía de las
demás, lo que pone al mundo al borde de un holocausto, del cual, por vez
primera, su propio país no sobreviviría al error. Ese es el caso de Trump en
los Estados Unidos.
Este presidente, que llegó a la cima con más de dos
millones de votos menos que su oponente, debía sentir rubor al hablar de
democracia. El mismo que habla de “hacer
desaparecer el socialismo”, debía callarse cuando se hable del libre derecho de
las naciones a escoger el camino para su sistema económico y político. Ese es
el caso de Trump en los Estados Unidos.
Si ese mandatario cree que tiene facultad para
agredir, para matar, para cambiar presidentes electos por un pueblo, y de suplantarlos con payasos a su imagen y
semejanza; si se cree con el derecho de
dictar normas para el mundo cuando no es capaz de establecerlas para su pueblo,
debiera meditar –si es que acaso tiene esa capacidad- antes de mencionar la
palabra humanismo. Ese el caso de Trump en los Estados Unidos.
Hay personas que
de una mentira pasan a otra. Mandan a sus subordinados a decir una cosa,
y al otro día se complace en desmentirlos. Y cuando un amenazado o agredido que
ellas saben con capacidad de defensa, no se le somete, se le pone de frente y le
advierte que no se plegará, el tono de guapetón amaina. Ese el caso de Trump en
los Estados Unidos.
Pero hay momentos en que esas personas no son
capaces ni siquiera de medir la dimensión de sus actos irresponsables. Y ponen
en peligro la paz y la seguridad de muchos. Ahí está la sucia guerra contra el
hermano pueblo de Venezuela. Y está la Ley Helms-Burton, contra Cuba. Ese es el
caso de Trump en los Estados Unidos.
Dije una vez y hoy lo repito, con mi mayor respeto
por el pueblo de los Estados Unidos, que los norteamericanos tendrían razones
para sentir vergüenza de ser gobernados por el este presidente que cada suma
más enemigos en el mundo y más descrédito para esa nación. La historia ha
demostrado que los imperios caen, los gobernantes incapaces, enemigos de la paz
y de sus propia gente, caen. Pasan al basurero de la historia. Y los pueblos
sobreviven. Ese, sin duda, será el caso de Estados Unidos y de su presidente
Trump.
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