.Orlando
Guevara Núñez
La
década del 30 del siglo XX fue una de las más intensas en la lucha del pueblo
cubano contra la opresión, el desempleo, la discriminación racial y por los
derechos obreros.
En
1934, el IV Congreso de Unidad Sindical de la Confederación Nacional Obrera de
Cuba, fue un medio efectivo de
enfrentamiento de los trabajadores a los capitalistas que los explotaban, los
reprimían y sumían en la miseria y el abandono.
Santiago
de Cuba formó parte de esas luchas. Dos temas estuvieron entre los debatidos
con fuerza en ese evento sindical: la situación de las mujeres trabajadoras y
de los niños obligados por la necesidad a trabajar.
Se
denunció las difíciles condiciones de las mujeres obreras y se planteó la lucha
“Contra todas las formas específicas de opresión contra la obrera, tales como
intentos de corrupción de parte de los patronos, falta de higiene en los
talleres, exceso de la jornada de trabajo, formas de trabajo nocivo o pesado,
discriminación de la obrera negra, y especialmente en lo que atañe a la
protección de la maternidad”.
En
el caso de las mujeres, una esencial demanda fue que las mujeres ganaran igual
salario, por igual trabajo, que los hombres. Se exigía las condiciones idóneas
de trabajo que preservaran la salud de las mujeres, se pedía eliminar la
prohibición del empleo de mujeres casadas, erradicar la discriminación de la
mujer negra en los puestos laborales y la reducción de la jornada laboral de
las féminas ocupadas en las industrias nocivas.
Se
pedía crear locales especiales para los hijos de las obreras. Se exigieron
varias medidas de protección a las mujeres trabajadoras durante el embarazo y
lactancia a sus hijos.Se abogó por incrementar la participación de las mujeres
en las directivas sindicales.
Particularmente
bochornosa era la situación de los niños que se veían obligados a trabajar para
mitigar la miseria del hogar, la mayoría de las veces a costa de abandonar las
aulas.
Una
contundente denuncia sobre esa afrenta, afirmó que:
“El
movimiento sindical revolucionario debe prestarle un apoyo y dirección estrecha
a la lucha de los miles y miles de niños hijos de trabajadores que sufren igual
que sus padres los efectos de la crisis, permaneciendo y la más horrible
miseria y hambre”.
“Miles
de niños se ven imposibilitados de asistir a las escuelas, porque sus padres no
pueden vestirlos, calzarlos, ni darles los alimentos más necesarios y porque en
las escuelas se carece de materiales escolares y los niños tienen que asistir a
locales estrechos y antihigiénicos”.
“A
todo esto hay que añadir que muchos otros niños se ven forzados a trabajar por
el hambre, y lo hacen laborando durante jornadas inhumanas y sometidos a
salarios miserables”.
El
citado congreso obrero se pronunció por exigir a favor de la niñez trabajadora
el desayuno y almuerzo escolar costeados por el Gobierno. También la exigencia de que los materiales escolares
furan pagos por el Estado. Se pidió el cese de la discriminación racial contra
los niños negros y permitir su acceso libre a los centros escolares.
Otra
demanda fue la prohibición del trabajo de los niños menores de 14 años, así
como también que los infantes hijos de personas desocupadas recibieran gratis
ropa, zapatos, comida y transporte, beneficio que debía extenderse a los hijos
de campesinos sin tierra.Se pedía, además, acortar la jornada laboral de los
niños en trabajos pesados.
Pese
a las muchas demandas y luchas, la población femenina e infantil humildes de
Cuba se mantuvieron en la miseria, la discriminación y el olvido, hasta que el
1ro. de enero de 1959, la alborada de la Revolución esfumó tinieblas y puso en
sus manos la posibilidad de labrar su propio destino, engrandecerlo y
defenderlo. Hermoso fruto engendrado la
mañana de la Santa Ana, el 26 de julio de 1953.
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